El ingrediente principal del matrimonio es el amor mutuo. La forma de expresarlo puede generar felicidad o dificultades, ¿de comunicación, cómo andamos?
Edición Jacinta Reynal-estudiante de Comunicación Social-Universidad Austral
Decir que todo comunica puede resultar un «lugar común», sin embargo, si existe un contexto en el que es absolutamente cierto, es en la convivencia matrimonial.
Comunica quien entra en contacto con el otro, quien penetra en su mundo y abre el suyo con generosidad, con gestos, besos, caricias, sonrisas, la postura física, el tono de voz, los momentos elegidos para hablar o callar.
La comunicación garantiza crecimiento
Sólo el amor hace posible la comunicación en un nivel profundo y da lugar a que cada uno se deje conocer y se entregue. A través de la comunicación reflejamos el tipo de relación que existe como marido y mujer. Es el vehículo que permite relacionarse, vincularse.
La buena comunicación en la pareja genera un «nosotros», una satisfacción compartida que transmite seguridad y confianza. Sin embargo, las obligaciones, dolores, preocupaciones -aunque sean las familiares-, a veces, bloquean la percepción de los sutiles mensajes que, intencionalmente o no, emiten los demás. Se necesita serenidad interior para captar, con agudeza lo que se esconde detrás de un mal tono de voz, de unos labios torcidos o en una caída de ojos.
La buena comunicación en la pareja genera un «nosotros», una satisfacción compartida que transmite seguridad y confianza.
Si ser persona supone vivir la vida con los demás aceptando al otro como un bien en sí mismo, es decir , convivir en el sentido genuino de la palabra, la comunicación garantiza crecimiento personal.
Cuidado con el eco
Para mejorar la comunicación es útil preguntarse: ¿Qué estoy recibiendo de quien está a mi lado?, ¿qué me está transmitiendo?
Y ayuda asumir que, generalmente, la vida es como un eco; así que, si no te gusta lo que recibís, prestá atención a lo que emitís y cómo lo hacés.
No es lo mismo decir: “Nunca me hacés…” o “Tengo derecho a…”, que: “Cuando puedas…”, “Sería conveniente que…» Suena más amable: “Podrías, por favor…”, que: “Me tenés que….”
Comunicar bien puede ser algo innato pero también es una cuestión de habilidad u oficio. El secreto está en conocerse, en saber cómo decir las cosas, y anticiparse a cómo podrá ser recibido nuestro mensaje. Cuando hay conocimiento y aceptación, se llega a la comprensión mutua.
Las palabras por sí mismas ¿comunican?, si bien su carga es inferior al gesto, tono de voz o actitud con que se digan, pueden ser una daga que se clava en el corazón del otro y resultará muy difícil sacar, y al revés, unas palabras dichas a tiempo pueden resultar sanadoras, en ese momento y también perduran en la memoria.
Podríamos preguntarnos, si todo es comunicación ¿por qué es tan difícil entenderse?, ¿será justamente por eso?
Comunicaciones complejas
La complejidad de las relaciones humanas se manifiesta desde el principio en cada noviazgo o matrimonio porque pone en juego nuestras habilidades sociales.
El amor propio, la indiferencia, la superioridad, el oído selectivo, los prejuicios y los reproches son barreras que nos separan de los demás y dificultan el encuentro verdadero. También la interrupción constante destruye todo intento de comunicación. Estos defectos aparecen cuando se está convencido de que lo que yo digo o tengo que decir es más importante que lo que está diciendo la otra persona.
En cambio, oír sin prejuicios, saber preguntar con oportunidad, interpretar sin juzgar es el desafío de una escucha empática y es parte fundamental de nuestro crecimiento personal y bienestar relacional. Cuando nos relacionamos con los demás estamos entrando en su casa, en su construcción particular, de la misma manera que los invitamos a entrar en la nuestra.
Oír sin prejuicios, preguntar con oportunidad, interpretar sin juzgar es el desafío de una escucha empática y es parte fundamental de nuestro crecimiento personal y bienestar relacional.
El arte de la conversación
Una característica de nuestro tiempo es la sobredosis de estímulos y demandas. Whatsapp, mails, redes, la oficina en casa… Las tecnologías disponibles nos pueden acercar o alejar cada vez más. Apenas tenemos tiempo para estar con nosotros y con los demás.
Cuando el marido o la mujer habla y se lo escucha, el sentimiento de aceptación que experimenta y predispone a la sinceridad y a la confianza.
Para aprender a escuchar hay que detenerse. Detenerme por vos, para vos, para nosotros. La conversación matrimonial necesita de atención exclusiva.
Un nuevo desafío: escuchar
Sin embargo no siempre sabemos escuchar. Se escucha cuando realmente se desea hacerlo, cuando se pone atención a lo que el otro dice, cuando se participa de su mismo interés. Hay que conquistar ese dominio personal que consiste en escuchar más y hablar menos.
Para aprender a escuchar hay que detenerse. Detenerme por vos, para vos, para nosotros. La conversación matrimonial necesita de atención exclusiva. ¡Qué lindo cuando nos sucede!
La palabra es un recurso, pero cuando el objetivo es comunicarnos, la apertura es indispensable: sin ella no se aprende a escuchar y sólo el amor la hace posible. El amor lleva a manifestarse, a darse, a entregarse, a dejarse conocer y a llegar a la comprensión mutua.
El arte de la conversación es una obligación, si quieren ser irresistibles el uno para el otro.
El derecho a la palabra
Cuántas veces decimos que queremos dialogar, pero no comprendemos que para dialogar conviene respetar el derecho de cada uno a “tener la palabra”, sin monopolizar la conversación. Así estaremos evitando un hábito que suele molestar en o a nuestro cónyuge: el silencio.
Recomendamos EVITAR
1-Utilizar la conversación para obtener algo.
2-Conversar para castigarse mutuamente.
3-Conversar para forzar un acuerdo con tu forma de pensar.
4-Hablar para concentrarse en los errores pasados o presentes
Recomendamos CULTIVAR
1-Conversar brindándose atención exclusiva (fuera pantallas).
2-Desarrollar interés en los temas del otro.
3-Equilibrar los tiempos personales.
4-Usar la conversación para informar, investigar y entender al otro.
Esta comprensión, el esfuerzo por poner los medios con amor, nos llevarán a ser asertivos, lograremos no tratar de dominar ni sentirnos sometidos.
Saber escuchar + comprender + aceptar = comunicarse
CRÉDITO: «Atención exclusiva», por Mariana Kapelmayer y Mariuqui Magrane