Cuando la exigencia mata

 

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Del perfeccionismo a la acción.

 

LORIS MARÍA BESTANI | LICENCIADA EN COMUNICACIÓN | LORISBESTANI@GMAIL.COM

 

[dropcap]H[/dropcap] ola, estoy hablando conmigo:

Recién termino un ensayo y creo que no está al nivel. Falta una nota de color que me habría gustado incluir. Es verdad, pone sobre la mesa el tema que me interesa destacar, pero no lo agota. No tiene el ritmo que imaginé lograr cuando comencé a redactarlo ni tampoco la calidad literaria de la revista que tanto me impactó en el exterior.

Sin embargo, ¿comunica parte de lo que quiero comunicar? ¿Refleja mi estilo y mi punto de vista aun cuando no lo diga todo ni lo diga exactamente como me habría gustado expresarlo? ¿Puede enriquecer de alguna manera al lector que se tope con él?

Este es el riesgo del perfeccionismo y de mi perfeccionismo en particular. Paraliza. Inmoviliza. Desautoriza. Juzga sin ecuanimidad. Ve el vaso medio vacío y no la riqueza del contenido que sí está en el recipiente. Exige que un paso sea el trayecto y entonces es poco realista. No da tiempo porque es ansioso y por eso impugna cualquier acción. Desanima antes de que se intente siquiera cualquier dirección.

En general, no se nace perfeccionista. Gran parte de esta propensión se adquiere socialmente. Y eso es bueno porque significa que el programa puede reemplazarse por uno más flexible y respetuoso de la propia originalidad. Cambiarlo cuesta porque requiere disciplina justamente para aflojar con la exigencia. El nuevo programa motiva a que aflore en la persona ya no lo perfecto sino lo genuino.

Su medida es otra: no la comparación, no la perfección, sino la calidad y la autenticidad. Y con estas cualidades, la responsabilidad por la propia acción.

Y eso es bueno porque significa
que el programa puede reemplazarse
por uno más flexible y respetuoso
de la propia originalidad.

El programa del perfeccionismo a veces paraliza, o enferma, por plantear una misión imposible. La mesura, en cambio, conduce a la acción y a la responsabilidad. Libera de una carga imposible de llevar, pero carga con una tarea posible e impostergable: la de ser uno mismo con fidelidad y hacer en consecuencia. Esta exigencia es la que, lejos de matar, da vida y nunca agota ni se agota.

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