Claudio Robetto y Betina Raimondi recorrieron el mundo en 124 días en avión propio. Fue una decisión del momento, aunque era un sueño que venían madurando…
Estamos en confianza, somos amigos, no sentamos en un living, cafecito de por medio.
Hay una “previa”, el papá de Claudio –italiano- fue piloto durante la segunda guerra mundial y supo transmitir esta pasión por el vuelo a su hijo.
–En Estados Unidos estuvimos con el hijo de un piloto inglés y hablamos mano a mano, desde tiempo atrás estábamos en contacto. Nos fuimos vinculando con personas que conocían al papá de Claudio por las historias de la guerra.
A Betina le gusta la aventura…
–¿Qué característica les parece esencial para quienes hacen este tipo de experiencia?
Sin dudarlo responden juntos:
–La flexibilidad.
Y Claudio agrega:
La flexibilidad de las palmeras
–La flexibilidad de las palmeras, que el viento las dobla hasta el piso pero no se quiebran…
Y, una pregunta anterior:
–¿Cómo sobrevive una pareja 24 horas durante cuatro meses en un avión chico, asumiendo riesgos y llegando a lugares desconocidos?
De nuevo responden a coro:
–Con flexibilidad. Todo el tiempo tenés que estar “recalculando”. Además ya nos conocemos, cuándo hablar, cuándo callar, cómo decir.
Claudio agrega:
–Tenemos muy bien divididas las tareas de piloto y copiloto, yo estoy 100% al volante, Betina sigue los mapas, los lugares donde vamos a bajar, mide el consumo del combustible. A veces, hay que contactar con los grupos de apoyo que felizmente están en todos lados.
Claudio desarrolla su proyecto empresarial donde piloteaba el avión fumigador. Y su primera experiencia larga de vuelo la hizo con Betina. Juntos fueron a Estados Unidos a comprar un avión chico que tenía muy poca autonomía de vuelo así que tardaron dos meses en volver.
–Entre los pilotos generales existe una gran camaradería, intercambio de experiencias y muchas veces nacen auténticas amistades en cualquier lugar del mundo. Eso hace más apasionantes las experiencias.
Surge la idea
Los invitaron unos pilotos que estaban planeando dar la vuelta al mundo, solo 700 pilotos en todo el mundo lo lograron. Ese matrimonio fueron los primeros argentinos que lo hicieron. Claudio y Betina los siguieron.
Con esto en mente compraron un avión un poco más grande que llega a las doce horas de autonomía. Entonces, decidieron viajar a España para visitar a su hija que vive en Santander, volaron desde Buenos Aires y cruzaron por Groenlandia para llegar al viejo continente.
Aquí agrega Betina:
–Este fue el momento de miedo que pasamos porque el avión resiste hasta determinada temperatura pero el bajo cero de la zona y las nubes que no nos dejaban ver, nos hicieron vivir momentos de mucha tensión. También cuando sobrevolás el amazonas es muy impresionante, te asusta porque si te caés ahí no te encuentran más, por más que tengas el sistema de alerta.
Se fueron dando situaciones, continúa, los medios se “adelantaron”. En una nota que nos hicieron promocionaban con: “Pareja de pilotos da la vuelta al mundo” cuando todavía no lo habíamos programado.
De España se fueron a Italia, y allí los re-contactaron los del matrimonio que ya había dado la vuelta al mundo y los “convencieron” de que el esfuerzo para volver por un lado o por el otro no era tan grande y se lanzaron a sobrevolar Francia hasta Alemania…
Acá viene la información acerca de los handler que nos da Claudio:
– Cumplen una función importantísima porque no es fácil la llegada al aeropuerto, la documentación, la carga de combustible… los datos necesarios para el lugar. Todos tienen conocidos.
Rusia, belleza y dolor
Y juntos comparten la experiencia rusa.
– Nos referenciaron a una familia en San Petersburgo, nos hicimos grandes amigos. Están sufriendo mucho por la invasión a Ucrania y porque los que se están yendo del país. La pregunta era ¿Cómo nos ven?, «esta guerra no es nuestra guerra». En las cuatro paradas vimos Iglesias católicas abiertas. Un domingo el sacerdote celebró la misa en ruso pero la homilía la dio en los dos idiomas.
«Esta guerra no es nuestra guerra»
– En Magadán, con la familia de “Costantin”, hicimos una babacue, caviar rojo, sopa de pescado, nos hicieron probar todo. Éramos un grupo como de 30 personas junto al río.
Treinta y tres años de casados, seis hijas, una casada que vive en España y está embarazado, se viene el primer nieto, dos viven todavía con ellos y fueron el soporte en “tierra” para cosas del trabajo y para el manejo de redes que estuvo muy activo.
–Vimos lugares hermosos pero para mí lo más valioso es la gente que conocimos, donde hay humanos, hay humanidad, al principio creí que era camaradería aeronáutico pero no es así. Se trata de algo propio del ser humano.
Todos los méritos fueron para Betina y en los grupos la felicitan porque son pocas las mujeres que acompañan a sus maridos en estas aventuras. Los pilotos le piden a Betina que hable con sus esposas para que se animen.
–Los viajes los disfrutás antes, durante y después. Concluye Betina.
Y nos quedamos con las ganas de saber mucho más.