[button link=»» color=»green3″ icon=»» size=»medium»]ADOLESCENTE[/button] ¿Será verdad?
Contrario a lo que vemos en novelas y películas, acá «cualquier parecido con la vida real es pura realidad». Acaban las clases y puede ser un buen momento para escuchar y pensar acerca del mensaje de una docente.
MARCELA A. BARBERA | LIC. CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y ORIENTADORA FAMILIAR | MARCELABARBERA@YAHOO.COM
[dropcap]R[/dropcap] evisando papeles para preparar una reunión con padres de estudiantes de secundaria, encontré unos apuntes que -por el amarillo de sus hojas- imagino había elaborado varios años atrás y supongo que, también, eran para alguna ocasión similar.
Eran reflexiones. No sé, creo que más que reflexiones, eran inquietudes sobre los padres y los hijos. Me quedé leyéndolas y partí con ellas al encuentro.
Reunión padres – docentes
Cuando termina exitosamente el evento, escucho detrás de mí la clásica y esperada pregunta:
– ¿Profesora, puedo hablar con usted?
La estuve escuchando atentamente y noté que insistió mucho en el cumplimiento del reglamento, algo que me parece muy acertado.
– Así es -contesté-. Es muy importante que se cumpla no sólo con las normas de convivencia sino también con el uniforme, el aseo, la presentación personal…
– Mire, justo eso le quería comentar. ¿Le podría usted decir a Santiago que se corte el pelo? ¡Porque yo ya no sé cómo decírselo! No me hace caso.
En ese instante un huracán de hojas amarillentas comenzó a revolotear dentro de mi cabeza y pensé: “¡Eso era!!!”
– Sí, señora, despreocúpese, mañana charlaremos del tema con Santi.
La señora esbozó una sonrisa de calma, me saludó y partió con “mi compromiso” de que el “nene” se corte el pelo.
Regresé a casa caminando y meditando sobre la velada, sobre aquel diálogo y sobre aquellos papeles viejos.
Me preguntaba: ¿por qué la mamá no puede con el pelo de Santi? Y… ¿por qué Santi no puede ni con su pelo ni con la “invitación” de su mamá a cortárselo?
Padres confundidos
Siempre se vieron en las calles, en las escuelas, en los parques, en los hogares, en cualquier lugar, época y momento, padres desconcertados, desorientados, padres sobreprotectores, pero hoy se advierte, más que en otros momentos, “padres confundidos”, padres temerosos. Padres que no pueden, no saben o no quieren saber cómo actuar con sus hijos.
¿Es el deseo de prevenir el impacto negativo que pudiera dejarles el decirles que no a sus hijos? ¿Es miedo a equivocarse? ¿Es temor a marcarlos?
Estos niños y adolescentes de finales de siglo XX y de este siglo son los llamados “nativos digitales”, «chicos net». Nacieron y crecieron al lado de padres con poco tiempo, padres con sentimiento de culpa dando como resultado que los «net» fueran sobreprotegidos y se les cumplieran todas sus pretensiones.
Objetivo cumplido
Porque les tienen miedo. Los padres -lo hemos escuchado hasta el cansancio- pertenecen a una generación que les tuvo miedo a sus padres y ahora les tiene terror a los hijos. No quieren ser desagradables.
¿Por qué? Porque cuando los net sospechan que nadie los quiere o “huelen” que no les importan a nadie, comienzan a llamar la atención de los papás, de la familia y hasta ¡de toda la escuela! Pueden llegar a tener procederes insospechados.
¿Qué logran con esas conductas? ¡El capricho dio resultado! Y… ¡claro que da resultado! La madre preocupada corre a abrazarlo, a acariciarlo y a concederle todo lo que al niño y/o adolescente se le ocurra. Igual que los bebes, eso es… ¡todo lo que quería!
Una de las características más importantes de esta generación es la dificultad por parte de padres y adultos en general, de cubrir las necesidades de sostén afectivo. Esta seguridad, imprescindible, implica indefectiblemente una disponibilidad por parte de los adultos que no siempre pueden o quieren brindar.
Disponibilidad que incluye tiempo, presencia, dedicación, paciencia, compromiso, contacto y afectividad que el hombre y la mujer modernos, apremiados por heterogéneas exigencias -económicas, laborales, intelectuales, afectivas- no están en condiciones de mantener.
Se instala el error
Estas mujeres y hombres, erróneamente, piensan en la educación como amistad. Los padres tienen que ser amigos de sus hijos. Y aquí está el error. La amistad con los hijos viene simplemente con el amor de ser papá.
Creen que si al sentimiento se lo deja solo, sin guía, fluirá… y en realidad sucede algo muy distinto. Al dejarlo solo, irradia confusión, desorden, intranquilidad, ansiedad, preocupación, tempestad.…
Se engañan cuando creen, quiméricamente, que el hombre puede vivir precipitado a una libertad sin límites, sin demarcaciones y que podría dar lugar a un mundo mejor, más encantador. Esto no se dio nunca en la historia de la humanidad. Hoy sabemos por qué no se dio. No se produjo porque la desaparición de los límites y que cada uno haga lo que quiere no es libertad, es capricho, neurosis y caos. Su producto no es la felicidad; es la incomunicación y la angustia.
Sentimientos naturales
Es por miedo y no por bondad la aparición de padres permisivos. Es el miedo a que los hijos no los quieran por lo poco que los ven. La falta de límites y el darles gusto en todo se dan por miedo.
Es el miedo a que no les cuenten sus cosas. Es el miedo a disgustarlos porque no les permitan ir a fiestas aunque sepan de antemano que corren el alcohol y la droga entre menores. Es el miedo a que los encasillen de “viejos”, como si la edad fuera algo malo. Es miedo a que fallen o sufran, lo que los empuja a ayudarlos más de lo debido y a asumir sus problemas como propios.
El desafío es construir unos padres que no sean autoritarios, que tengan la capacidad de contener y educar sin culpa.
Es miedo a que Santiago se enoje porque tiene que ir al cole con el pelo “un poco más corto”.
En este momento, cabe comentar, tanto el miedo como el amor son sentimientos naturales en la vida. Son respuestas frente a situaciones que se intuyen como riesgosas o dichosas. Son estados emocionales tan básicos que, si nos paramos a analizar nuestra experiencia, descubriremos que siempre nos encontramos experimentándolos, es imposible no hacerlo. Una de las funciones del miedo es la de la protección.
Por esto, se puede intentar mostrar que el miedo no entraña desamor, indiferencia, desafecto; muy por el contrario, y a pesar de lo que se puede sospechar, este miedo entraña mucho amor que necesita ser encaminado.
Nuevos padres
Pero… para no tener miedo a las propias determinaciones, a poner limitaciones, a opinar, a reprobar, ¿se tiene que ser un padre duro, áspero? ¿No se puede ser grato? ¿Tiene uno que ser rígido para educar, para poner disciplina y para poder decir que no?
Ese es un costo que muchos padres no quieren pagar, por eso satisfacen a sus hijos con cosas y de este modo los hacen cada vez menos tolerantes.
Resulta difícil pelear con una sociedad que, además, es cada vez más heterogénea.
Sí, este es el paisaje y en este horizonte se está estableciendo un nuevo rol.
Un rol que está intentando construir un camino entre aquellos padres “baby boomers” o de la “generación X” y estos hijos “nativos digitales”.
Una de las características más importantes de esta generación es la dificultad por parte de padres, y adultos en general, de cubrir las necesidades de sostén afectivo
Se está edificando, pausada y sosegadamente, un puente. Un puente extenso en el cual, el vínculo padre e hijo, será armonioso, feliz y delicioso. En el que ambos se conozcan más, se entiendan, respeten y deseen.
Tal vez no parezca sencillo pero no por eso es inalcanzable. Construir la idea de autoridad, de paternidad, es laborioso y espinoso. Sólo hay que desearlo y disfrutarlo. El desafío está en reconstruir el vínculo parental, desde la confianza y la seguridad para proyectar alguna alianza social.
Como los padres, este desafío tiene el objetivo de criar a los hijos como seres humanos responsables, buenos y felices. Tal vez encontremos una vía, al dejar la culpa de lado y concentrarnos en los momentos felices que vivimos juntos, y tomar conciencia de los errores para ser cada día mejores padres.
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EN CASA
•Establezca límites con empatía.
•La conducta de los hijos puede expresar el deseo de que los papás pasen más tiempo con ellos.
•Controle sus culpas. La culpa no hace mejores padres, sólo los motiva a tomar decisiones que hagan feliz al niño en ese momento.
•No existen ni el papá ni la mamá perfectos.
•Para evitar las conductas permisivas no es necesario actuar como tiranos.
•Existen temas que no son negociables.
•Acercarse, si es necesario, para reconstruir la conexión que se ha perdido.[/notification]
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EN LA ESCUELA
•Es necesario volver a pactar: la familia, la escuela y la sociedad cambiaron.
•Hay que saber de qué cosas se van a ocupar los padres y de cuáles los docentes.
•La escuela no está para ordenar, castigar y vigilar, sino para transmitir conocimientos socialmente válidos. •Los padres tienen que garantizar que el chico llegue a la escuela con el entendimiento de que es un espacio que debe respetar, un lugar donde va a recibir orientaciones que tendrá que escuchar y obedecer.[/notification]
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LA CARTA DE KAFKA
“Un día escribió Kafka una carta al padre, y lo fustigó. Después se publicó y aplaudimos fervorosamente.
En ese clima nos criamos, en el de los padres culpables y el de los hijos absueltos, a priori… Y es cierto: los padres son culpables.
Culpables de hacerse culpables. Culpables del miedo: el miedo de educar, de expresarse libremente por no invadir la intimidad del libre crecimiento del hijo, del miedo de cercenar sus derechos, de influir. Culpables de no ser padres o de serlo únicamente a la defensiva…
Nos sentimos liberados de miles de prejuicios, pero por otra parte estamos maniatados por el no-saber-qué-hacer. El miedo paraliza. Y no le hace bien a nadie. Tampoco a los hijos.
El vacío es esa ausencia de responsabilidad.
Kafka, en su memorable carta, escribe: ‘Por fortuna hubo también momentos de excepción’. Es decir, momentos de felicidad con el padre.
La dicha está compuesta de momentos de excepción. Es cuando la culpa desaparece… Cuando nos atrevemos a vivir, a amar, a acariciar, a gritar, a decir lo que realmente pensamos, a dejar de comprender todo, a sonreír únicamente cuando la sonrisa proviene de las profundidades del ser.
‘Por fortuna hubo también momentos de excepción’.”
Jaime Barylko[/notification]