Casarse en cuarentena. Descubrimos lo esencial

Santi y Mery habían planificado su casamiento con un año de anticipación. Cuando llegó la cuarentena, descubrimos lo esencial.

 

Por María Ferrara. Contadora

[dropcap]D[/dropcap] icen que la plenitud de la vida está en la respuesta a las cosas que nos pasan. Habíamos planificado nuestro casamiento con un año de anticipación. ¡Cuántas cosas habían sucedido en el transcurso de esas semanas!. Todo empezó como un rumor, un extraño virus andaba dando vueltas por ahí, lo primero que pensé fue en nuestra luna de miel.

Siempre tan atada a mi trabajo, por primera vez había decidido darme con ese gusto, casi un mes de viaje por Europa, recorrer la costa amalfitana, Roma, Florencia, los Alpes, y finalmente París. Cuanto habíamos pensado en ese viaje, teníamos todo casi listo. Que si las escaleras eran incomodas para las valijas, cuidado con ese lugar que no tiene buenos restaurants. Ah no, este departamento está lejos del Coliseo, pero el de Trastevere tiene feas camas según las fotos. Y así, una innumerable lista de pendientes y cosas resueltas, todas eran tan importantes en ese momento.

 

¿Imprescindible?

Leyendo en estos días a Víctor Frankl, “El hombre en busca del sentido”, apenas empezar su libro decía que aprendió, por ejemplo, muchas mentiras de los libros de medicina. Siempre se había sostenido la imperiosa necesidad de un número determinado de horas de sueño para sobrevivir. ¡Falso! Decía en su libro que, en la existencia cotidiana uno piensa que una serie de cosas son imprescindibles: era imposible dormir sin esto o vivir sin aquello, ¡Mentira!

Santi y Mery felices, con sus anillos

Salvando las enormes distancias de las experiencias de otros que realmente la han pasado mal, antes de esto pensaba que era imposible casarse sin pasar por una serie de interminables tareas y más aun con las femeninas. Cuidado de estética personal, uñas, pelo, maquillaje, que los masajes, no olvidarse de la limpieza facial, y podría seguir por largo rato.

Sin embargo, un día sucede eso que nos quita de nuestros planes. No creo que una pandemia sea lo único que ha anulado casamientos en la historia de la humanidad. Todas esas cosas que creías tan importantes para tu casamiento no lo eran.

 

Seguís la corriente 

Te empezás a dar cuenta de que por haberle dado tantas vueltas al asunto, específicamente un año de preparativos, para no ser menos y no estar fuera de la gran fiesta que hace “todo el mundo”, por haber querido seguir esa corriente social, te podés quedar afuera de tu propia corriente interior. La de querer formar tu propia familia con la persona que amás. Y me acuerdo en ese momento pensar, para qué hice tanto lío, para qué tanto show si, al fin y al cabo, lo que yo quiero es estar con él y disfrutar juntos de todo lo que tenemos y de lo mucho que nos amamos.

 

Tu corriente interior, la de formar tu familia con la persona que amás.

 

Así fue como, en un impulso de ansiedad, empezamos a volver loco al párroco para que acelerara el trámite y nos casara sin nuestra fiesta de más de 300 invitados. El domingo 15, la semana previa a la cuarentena, me presenté en la iglesia en la Misa que terminaba a las 9 de la mañana, y llorando le supliqué al Padre que nos casara ese mismo lunes. Siempre fui una persona extremadamente ansiosa.

 

El ruido de la vida

La entrada «soñada» fue en el jardín con mis hermanos y cuñados…

El padre me tranquilizó y me dijo que sí nos íbamos a poder casar, que tuviera paciencia, me aseguraba que ese domingo el me casaba. De nuevo todos los preparativos. Llamados de acá para allá, nos casábamos en el campo.

De nuevo el mismo error, la alfombra para que entre la novia, las mesas de los invitados, era estilo campestre así que muy importante que haya rincones con alfalfa y velas por doquier. Dios nos daba una oportunidad de ser más humildes y volver a la simpleza de las cosas, pero no, nosotros seguimos queriendo el ruido de la vida.

Y de nuevo, Dios me daba la lección de saber disfrutar de las cosas simples antes de querer tener todo resuelto. Finalmente, sale el rumor, se viene la cuarentena. A desarmar el segundo plan de casamiento.

 

La entrada

Después de llorar un buen rato ese día, decidí eliminar completamente de mi mente la idea del vestido blanco y la gran entrada nupcial. Creo que durante un año entero no había hecho más que soñar en esa entrada. Lo que si me acordaba en ese momento, es que mi idea de esa entrada también había estado puesta, en entrar y pensar en los ojos verde de mi novio que siempre tanto me gustaron, esperándome en el altar. Y eso me tranquilizó. Esos ojos verdes iban a seguir estando, no importa dónde ni como me casara.

 

    Él y su mirada tranquila iban a estar esperándome en cualquier iglesia.

 

El y su mirada tranquila iban a estar esperándome en cualquier iglesia. Así que nuevamente a retomar energías para concretar otro casamiento. Después de todo esto aprendí, que un casamiento no debería “tener que organizarse”. Un casamiento no es una fiesta, un evento ni una ceremonia.

 

Lo esencial

Como bien dijo el padre en el sermón, un casamiento es una acción de Dios. Y Dios no necesita que organicemos todo, que estemos en todos los detalles. Dios no necesita una alfombra para entrar. El lema de la homilía de ese día fue, que lo esencial es invisible a los ojos.

 

“lo esencial es invisible a los ojos”

 

Y realmente era así, la situación nos fue despojando de todo lo que se ve, y apareció lo esencial para que pudiera darse con más fuerza el valor del matrimonio.

Basta de planificar todo.

Lo que vivimos los pocos (6) que estuvimos presentes en esa Misa, fue realmente especial y único. Yo creo que, por una cuestión horaria, y también algo inexplicable de “arriba”, las luces de la iglesia en ese momento, entraban por los vitraux dando un efecto que borraba toda sensación de vacío humano en ese lugar.

EL silencio y la paz que había, realmente estaban en consonancia con la paz que estábamos viviendo en ese momento al estar recibiendo el sacramento. “Cuando nos perdemos en las cosas visibles, nos perdemos de lo esencial. Lo esencial es invisible a los ojos y a veces para descubrirlo hace falta despojarse de todas las cosas que son visibles y que a veces perseguimos como si fueran esenciales”. Estas palabras del Padre, van a quedar grabadas en nosotros para siempre. El casamiento que vivimos, no lo cambio por nada, fue nuestro y de Dios. Como bien dijo alguna vez Alejandro Dumas, “Ninguno de nosotros veía ahí a Dios, pero sin duda Dios estaba ahí y Dios sonreía”.

Para terminar mi humilde anécdota, de un humilde pero hermoso casamiento, creo que en vistas a la enseñanza que me dejó todo esto que viví, creo que es el mensaje que Dios ha querido siempre dejarme. Basta de querer planificar todo, tener cada cosa bajo control, tantos requisitos le ponemos a la felicidad que se nos escapa de las manos.

Y, sé que no va a ser fácil, es un camino largo dejar de ser quien uno es, cambiar esas actitudes que tenemos tan arraigadas, pero espero realmente, la próxima vez que tenga que planificar cosas de mi vida, no darle tanta rosca, no hacerme problemas por cosas que no lo son, no pretender tener todo resuelto, después pasan las cosas y todos esos planes se esfuman.

“Cuando creíamos tener todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas”. Que sabias estas palabras de Mario Benedetti en lo que estamos viviendo hoy. Antes de la pandemia vivíamos corriendo de acá para allá. Las familias se encontraban reunidas por casualidad a la hora de cenar. Y todo eso que era tan urgente, ¿al final lo era?

 

Me queda

Y ya se cumple un mes de nuestro casamiento y descubro que todas esas cosas que creía urgentes y de nuevo esenciales, no lo eran. Me quedé sin mi luna de miel, sí. Mi fiesta quedó indefiniblemente postergada, sí. El vestido de seda estilo griego está en algún rincón olvidado, sí. Todas esas listas en mi agenda quedaron a medio hacer, sí.

Pero me quedó un marido que me ama, que me cuida. Me quedó un agradecimiento eterno de todo lo que está haciendo por mí en estos días de encierro.

Me queda que al final con un juego de cartas comprado por mercado libre se puede pasar una excelente noche. Me queda una tesis pendiente redactada en el encierro. Me queda el crecimiento profesional en estos días de entrega total a pesar de la angustia.

Me queda un montón de recetas que ahora pienso que nunca hubiera hecho. Me quedó un montón de aprendizaje de tareas hogareñas, lo cual tampoco hubiera aprendido. Me quedó imaginarme a mis abuelas viviendo esta vida tranquila y así sentirme más cerca de ellas.

balcón hacia el departamento.

Me quedó que en un balcón se puede vivir hermosos atardeceres.

Y sobre todo, me quedó, para no olvidar, que lo esencial es invisible a los ojos.

No las ves, en el fondo están las sierras

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