La encuesta que sacaron en story me llevó a recuerdos del carnaval de mi infancia. Me da la impresión de que hoy no es igual para los hijos…
Cuando era chica el carnaval era una mezcla de alegría por el juego, los disfraces, la diversión… y a la vez la tristeza de saber que el verano estaba terminando.
Se preparaban los baldes con bombitas y los disfraces para salir a caminar y encontrar un montón de otros chicos convertidos en Superman, el Zorro, Caperucita, una aldeana o española.
Debo decir que mientras caminaba por la calle, detestaba recibir un chapuzón o hasta, a veces, un golpe de bombucha que se disparó de lejos. Pero era sabido que asomar la nariz en la playa, en el campo o en la ciudad era sinónimo de empaparse.
Fuera de los desfiles y carrozas en lugares emblemáticos, ni la reina quedó en pie…
Hoy, fuera de los desfiles y carrozas en lugares emblemáticos como en Río, Corrientes, Gualeguaychú, La Paz, creo que ni la reina quedó en pie…
Ya casi no se juega con agua ni veo pequeños convertidos en lo que mamá cosía o papá armaba o los abuelos guardaban afanosamente. Puede haber espuma, ¿papel picado?
Modos de ver…
Escuché hace unos días que ¡menos mal!… que vale aceptar o no aceptar mojarse, que la decisión inesperada de otro que te alcanza y te moja es casi discriminatorio, que los carnavales así como son hoy, tienen que ver con los permisos, la pregunta, la aceptación, la violencia y el respeto.
Los sigo hace años… me encanta lo que hacen, AM…