Canas y arrugas ¿invitadas o intrusas?

A pesar de todas las recetas que nos prometen belleza y juventud, el paso del tiempo se hará notar canas, arrugas… Llegan para quedarse.

 

 

Connie Acuña | Lic. en Psicopedagogía | Orientadora familiar | connie.georgalos@gmail.com

 

[dropcap]L[/dropcap] a vida fluye y nos replanteamos internamente lo que el espejo refleja en lo externo, las canas, las arrugas llegan sin que las invitemos, ¿son intrusas en nuestra vida? Hoy, mantenerse joven se ha convertido en una tarea, en una suerte de responsabilidad personal que sortea las presiones, tanto propias como ajenas. Estamos, sin buscarlo, frente a un nuevo desafío: cuidarnos sin caer en excesos.

La presión social ejerce un importante rol en esta cuestión, afectando a hombres y mujeres. La obsesión por la belleza y por frenar las consecuencias del paso del tiempo se ve en todas partes: en la televisión, en las películas, en las revistas, en los centros comerciales. Incluso se ha infiltrado dentro de nuestros grupos de pares. En cualquier reunión social, el tema del cuidado es parte importante de muchas conversaciones. Y el que no se lo planteó hasta el momento, comienza a dudar, para no quedarse atrás con respecto a los demás. Incluso empezamos a sentirnos más viejos y a comparar nuestros cuerpos y rostros, cada vez que aparece en escena el novio o la novia más joven de algún amigo.

 

La obsesión por la belleza y por frenar las consecuencias del paso del tiempo se ve en todas partes: en la televisión, en las películas, en las revistas, en los centros comerciales.

 

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Por otra parte, en todos los medios no dejan de mostrar cuerpos jóvenes libres de arrugas y canas como modelos de perfección. Las soluciones no tardan en aparecer, seduciéndonos con sus alternativas y según el precio que estemos dispuestos a pagar: tratamientos, masajes, cremas. Nos hemos convertido en consumidores de antídotos, para frenar lo que la biología humana nos dicta. El mito de la eterna juventud aparece plasmado en términos como: reactivar, rejuvenecer, revertir, reparar y revitalizar. Todo en cuestión de horas, días o unas pocas semanas.

Lo conflictivo es que estos modelos de perfección se muestran fácilmente alcanzables, como si la genética no cumpliera su lugar en nuestras vidas. Por eso, muchas veces terminamos obsesionados tratando de cambiar lo incambiable y nos frustramos. El desafío es cómo enfrentar esta tarea sin caer en excesos u obsesiones. Las canas implican sabiduría, dicen algunos. Y esas rayitas que aparecen involuntariamente en nuestros rostros pueden ser intrusas o invitadas, dependiendo de la actitud que tomemos frente a ellas. “Una buena arruga es mejor que una cirugía que se note”, dice Gustavo, de 40 años. Sol, su mujer, de 44 años, agrega: “Yo me siento bien con mis arrugas y mis canas, ya que no es lo único que veo cuando me miro en el espejo: también encuentro serenidad, superación personal, mucha vida vivida y paz interior”.

 

“Yo me siento bien con mis arrugas y mis canas, no es lo único que veo cuando me miro en el espejo: también encuentro serenidad, superación personal, mucha vida vivida y paz interior”.

 

 Richard Gere en sus 70

 

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El tema de la eterna juventud aparece en diferentes culturas antiguas, plasmado en cuentos y leyendas; también emerge en nuestro matrimonio a medida que pasan los años. Hoy, la juventud está planteada como una decisión personal, como si fuera una responsabilidad individual bajo nuestro estricto control, y las cosas no funcionan así.

Resulta un tema no menor en la pareja; el cariño con que se recibe cada uno de estos cambios externos puede unirnos aún más.

 

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