MATRIMONIO
Todavía se sabe muy poco sobre qué es lo que sucede dentro del matrimonio por lo cual este puede subsistir o morir
CONSUELO ACUÑA DE GEORGALOS | LIC. EN PSICOPEDAGOGÍA | ORIENTADORA FAMILIAR | Enviar mail a Connie Georgalos
[dropcap]E[/dropcap] s innegable que el matrimonio es una relación misteriosa. Basta mirar alrededor y ver parejas que se la pasan discutiendo explosivamente pero celebran los 20, 30 años juntos (tirando por tierra todos los pronósticos) o aquellos que parecen “agua de pozo” y de quienes, con sorpresa, nos enteramos que se han separado.
A lo largo de los años, se van sumando interacciones que son incontables, pequeñas, a veces sutiles, pero profundas. Entonces, ¿se puede pensar el matrimonio como un vínculo que permanezca en el tiempo? La voluntad de seguir trabajando y perdurando parece evidente siempre que el vínculo no sea tóxico.
“Hay que ser cuidadosos y darnos cuenta
de que la decisión la toma uno por uno mismo,
y no asumiendo que el otro lo va a hacer también.
Yo no puedo modificar la respuesta del otro.
Solo puedo cambiar yo”
Para la Lic. Gabriela Vasquez Mansilla, psicóloga y escritora de cuentos y poemas, la clave está en el trabajo personal. Ella concibe el matrimonio como “una escuela de vida”, donde tengo que hacer un trabajo conmigo mismo para adaptar las expectativas ideales a la medida de lo posible. Al ver y entender mis limitaciones, puedo ver y entender las del otro. Es un trabajo de lo ideal a lo posible. De lo perfecto a lo imperfecto. El amor verdadero es una renuncia al ideal.
[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»] Correrse del príncipe azul[/button]
“Las mujeres tenemos el mito del príncipe azul, del corcel blanco y, como dice Gabriela Acher, el príncipe azul, destiñe”, nos cuenta la especialista. “Pensamos que cuando el amor funciona estamos tomados de las manos y que el golden retriever nos viene a saludar y que la abuela vestida de jogging rosa (que es un amor) viene a comer todos los domingos. Y parecemos estar sonrientes para la publicidad de dentífrico. Y la realidad no es así. Cuando puedo hacer la renuncia de lo ideal a lo posible, el vínculo madura”.
El trabajo de maduración no es tarea fácil. Lleva una cuota grande de frustración porque conlleva asumir las limitaciones propias. Es un trabajo de renunciar a lo que me falta, a lo que me gustaría. “Si yo no acepto la necesaria frustración de mi imperfección, si no me duele, si no lo atravieso y lo acepto, me voy a quedar siempre con la idea de que el otro es el que me tiene que dar lo que me falta”.
[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»] Ser la mejor persona posible[/button]
En este espacio de crecimiento personal, uno aprende a “limar el ego permanentemente” nos dice Gabriela. “Ahora bien, tratar de asumir mis imperfecciones y tomar la decisión de ser la mejor persona posible es una decisión propia que tiene que ver conmigo mismo, con mi propia estructura de valores. Si yo tomo esta decisión es porque yo quiero ser la mejor esposa o esposo que yo pueda ser, por mí, por mis valores, por mi concepto de familia, persona, matrimonio”.
Si bien este ejercicio de “limado” vale para ambos, la licenciada añade que “hay que ser cuidadosos y darnos cuenta de que la decisión la toma uno por sí mismo, y no asumiendo que el otro va a hacer lo mismo. Yo no puedo modificar la respuesta del otro. Solo puedo cambiar yo”.
Desde lo puramente humano, tratar de ser la mejor persona posible a la que estoy llamada a ser, tiene consecuencias directas sobre los vínculos más cercanos.
[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»] ¿Te animás a negociar?[/button]
“La realidad es que el matrimonio es un pacto. Es una sociedad. Aunque no nos guste pensarlo así. Como buena sociedad, cada uno aporta lo suyo y tiene ciertas cláusulas. Cada tanto hay que renegociar. Que el contrato sea de por vida con una persona y haya voluntad de querer permanecer en el vínculo, no quiere decir que el contrato no cambie. De hecho, cambia. La vida es cambio, movimiento, adaptación al paso del tiempo. Se renegocia constantemente aunque uno no se dé cuenta”.
Las cláusulas se renegocian especialmente cuando pasamos por las que llamamos crisis evolutivas. Por ejemplo, cuando se recibe el último hijo del colegio, el matrimonio pasa a un grado evolutivo diferente. “No somos más papás de chicos de colegio”, y así muchas veces en la vida. Hay que volver a negociar, a elegirse mutuamente. Aunque no nos lo preguntemos explícitamente, la pregunta actúa subliminalmente”.
[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»] ¿Cuál es el pacto?[/button]
Muchos matrimonios fracasan alrededor de la mitad de la vida.
Este momento coincide generalmente con la menopausia. “Cuando hay una crisis a los 50…, hay que remontarse a la elección inicial. Si el contrato original fue ser socios en la crianza de los chicos y nada más, una vez que crecen, el contrato se acaba”. Y agrega: “Es un buen momento para hacer un trabajo más profundo y mirarme con la objetividad necesaria para ver en qué parte soy participante de mis propios sufrimientos o desgracias. Es el momento de iniciar la búsqueda de la verdad sobre uno mismo y de aceptar las propias limitaciones como cualquier ser humano“.
Cuando existe el anhelo de permanecer en el vínculo fortaleciéndolo día a día, cada aporte sirve para consumar la promesa original que se encuentra en los comienzos de toda historia de amor.