Betina Suárez es comunicadora social y escritora. Capacita emprendedores, es oradora y autora del blog de maternidad más popular del país: Mujer, madre y argentina. Sus textos, lejos del idealismo, siguen inspirando a las nuevas generaciones de madres.
Por Camila Manno, Edición Inés Catalano. Estudiantes de Comunicación Universidad Austral.
Bloguera, emprendedora, comunicadora, madre. Son tan solo algunas de las palabras que describen a Betina Suárez, conocida en el mundo digital por su blog Mujer, madre y argentina. Con una mirada realista y un humor ácido, sus textos redefinieron la maternidad y siguen desafiando al idealismo que disfraza la crianza de los hijos.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación, se dedicó a la gestión, análisis y creación de contenidos digitales. Publicó su primer libro, Las madres tenemos derechos, en 2018 y dirige su propia agencia de capacitación para empresas, pymes y emprendedores. Desde su cuenta de Instagram, sigue compartiendo sus vivencias con sus 97 mil seguidores.
¿Cómo surgió tu blog?
Tener mi primera hija me detonó la cabeza porque sentía que no había modo de dar con lo que se esperaba de mí. Si salía enseguida a trabajar, sería una especie de madre abandónica; y si me quedaba en mi casa, sería una mujer sin ideales que iba a criar mujeres sin posibilidad de pensar por sí mismas.
Trabajé a lo largo de mi carrera en ámbitos de hombres. Siempre me hicieron notar que era mujer o que era joven. Y yo no tengo mucho registro de eso. Cuando fui madre, eso se incrementó. Entonces dije: “Si la maternidad es una de las mejores cosas que me van a pasar en la vida, no puede ser una tortura”. Es una de las mejores cosas, pero no es la única y no es lo único que deseo en la vida. Ahí empecé a escribir de lo que me pasaba con humor. Yo tengo un humor muy oscuro, pero lejos del lugar común porque me encanta ser mamá. Mi trinchera fue la pluma.
¿De dónde viene el nombre Mujer, madre y argentina?
Un día recibí un mail de una amiga diciendo: “Beta, este texto te va a encantar porque es re vos”. Era tan “yo” que era mío, solo que no tenía mi firma (ríe). Esa noche me senté con mi notebook y abrí una cuenta Blogspot y, sin pensarlo, la nombré Mujer, madre y argentina. Aparte, era una estructura con la que escribía: cuando escribía sobre actualidad, era argentina; cuando escribía sobre maternidad, era madre; y cuando escribía sobre cosas que me pasaban a mí, era mujer.
Las mujeres somos luchadoras. Si podemos, salimos a buscar lo que queremos.
La particularidad de mis textos es que no tiene el perfil de las mami bloggers. Nunca vas a encontrar consejos o tips. No me siento capacitada y no podría decirle a nadie como criar a su hijo, de hecho, me parece una falta de respeto. Lo que sí hice fue relatar cosas que me pasaban y que, en esa época, no eran tan habituales de escuchar. Era la época en la que la maternidad era retratada con colores pastel, y para mí tenía mucho más rock. La maternidad no te convierte en un ser de luz, mi mirada es más realista y con humor.
¿Cambió la reacción de tus seguidores a lo que escribís a lo largo de los años?
Las cosas que yo decía hace 20 años no eran políticamente correctas. Ahora se sobreentiende que una mujer puede salir con sus amigas, terminar una carrera o viajar sola además de ser madre, y que eso no la convierte en mala madre. En un momento escribí un texto para Disney dirigido a padres llamado Viajar sola, viajar liviana y alguien comentó: “Sos mala madre y comunicadora social”.
Ahora las voces son más amables. En general, en todas mis cuentas la gente es muy amable conmigo, no sé si es porque me tienen miedo o porque me tienen cariño (ríe). Y yo hago lo mismo, vos planteás el tono de la conversación en tu casa, en tu mesa, en tu familia. En las redes es igual, vos planteás el tono de la comunicación. Es un ida y vuelta.
¿Te parece que las expectativas para las mujeres son distintas hoy?
Me parece que lo ideal sería que una madre que tenga un deseo profesional lo pueda cumplir y que la madre que no lo tiene se pueda quedar en su casa. La maternidad, para mí, es postergación. Hubo épocas en las que, en vez de estar haciendo un posgrado, estaba en el acto del 25 de mayo de mi hija. Hay madres que no pueden hacer eso. Pero postergación no es abandono. No sé si cambiaron las expectativas, por suerte se abrieron más puertas gracias a las activistas feministas y a las mujeres que hacen su papel desde su contexto, que fueron abriendo puertas para sus hijas, sus alumnas. Hoy una mujer puede ser madre, estudiar, trabajar, tener una vida amorosa y estar con sus amigas.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos de la maternidad?
Entender que con mi amor no alcanzaba. No alcanzaba para cuidarlas de un mundo que muchas veces raspa. Hacía falta que les abriera el mundo, que había un montón de cosas que harían mucho mejor sin mí. Y ese es el gran acto de amor de la maternidad, entender que tus hijos no son tan tuyos porque, sino, los limitás. Es injusto que las personas más importantes de tu vida queden limitadas a tus circunstancias.
¿Tuviste alguna figura femenina que te haya inspirado a ser quien sos?
Miles. Mi mamá, mis hermanas, mis abuelas. También mi padre, que jamás le permitió a mi mamá que le lave la taza. Esto que hoy es obvio, hace 50 años no lo era. En mi casa las mujeres siempre fueron muy libres.
La maternidad era retratada con colores pastel y para mí tenía mucho más rock.
Pero también mis amigas, colegas, profesoras. Las mujeres somos luchadoras. Si podemos, salimos a buscar lo que queremos. Si mirás a tu alrededor no precisas figuras históricas, hay veces que te alcanza con mirar a tu vecina. Como escribo, soy una gran observadora y elijo qué mirar. Es muy fácil encontrar cosas para admirar en las mujeres.
Ahora que tus hijas están más grandes, ¿leyeron alguna vez lo que escribiste? ¿Qué opinan?
Tengo una hija de 18 y otra de 13. Soy más interesante para las amigas que para ellas. Para ellas soy la loca que las manda a ordenar las medias y soy un embole como todas las madres para todos sus hijos. Pero siempre me acompañaron mucho, es muy lindo ver el orgullo en sus caras. Están acostumbradas a que escriba los discursos en los actos de egreso o las obras de padres del colegio. No les queda más remedio que escucharme. Las dos tienen un ejemplar de mi libro que seguro nunca leyeron.
Tampoco escribo mucho sobre ellas. No les pongo el peso de mis historias encima. Ya me tienen que soportar a mí y, si encima mi relato es sobre ellas, tienen años de terapia garantizados. Yo escribo sobre las madres, no sobre los hijos.
Además de tener tu blog, sos emprendedora, ¿algún consejo para madres emprendedoras?
Primero, la palabra “emprendedora” se usa en la Argentina para mujeres que tienen que salir a hacer una changa porque no les queda otra. Está bueno plantearlo desde otro lugar, un emprendimiento puede ser una empresa gigante, podés ser empresaria, innovadora, podés ser una gran negociadora. Prefiero que las palabras sean más aspiracionales.
A las madres les diría que tener hijos no les impida tener una profesión o un emprendimiento, y que no tener hijos no te da la garantía de que puedas hacerlo. Los hijos se incorporan a tu vida con lo que vos ya traés. No suelo dar consejos, pero sí que no se pongan más presión de la que ya tienen, y que lo piensen en grande.
Decís que tu cuenta es tu casa, ¿a qué te referís?
Cuando empecé a trabajar en redes sociales hacía capacitaciones para emprendedores. Una de las primeras cosas que empecé a hacer es hackear lo que se pensaba de las redes sociales. Por ejemplo, cuando empezó Instagram, todos te decían que era una red visual y que la gente no leía en Instagram. Entonces, forcé mi cuenta usando hasta el último carácter para ver si la gente leía. Y por supuesto que leen. Ahí entendí que tu cuenta es como tu casa, vos ponés las reglas.
Con el uso que le damos a la red, le decimos qué nos debe mostrar. Así, cada uno se arma su barrio digital y podés mantener la vereda limpia. Hackear las malas prácticas de la comunicación es muy atractivo porque hay algo de ruptura y rebeldía ahí. Hay algunos que dicen que Instagram es muy superficial, pero esas personas habrán elegido mal a quien seguir porque mi Instagram no es superficial. En mi barrio digital hay gente que suma valor, con la que me gusta conversar. Lo mismo pasa con los temas de los que hablás y las marcas con las que te aliás. Cuando uno tiene una mala percepción de la red, es porque eligió mal a quien seguir. Tiene la vereda sucia.