Por Felipe Yofre – Presidente de Protege tu corazón
Con mi mujer, desde hace algún tiempo, hemos descubierto el placer de hacer trekking. Caminatas por lugares que no ofrecen gran dificultad pero y nos alejan enormemente de las toneladas de cemento entre los que solemos movernos. Se genera un espacio de encuentro que nos atrae mucho.
Camino más lento que ella y si no hay lugar para ambos, necesariamente el que va detrás adivinan quién es.
La Cumbrecita, Córdoba
Hace poco en el paraíso de La Cumbrecita, Córdoba, yendo hacia una gran cascada, en un lugar donde lo único que hay son rocas, nos encontramos con tres enormes y gigantescos pinos que debieran tener al menos 20 metros de altura y centenares de ramas, plagadas de nidos, y brazos verdes que transportaban y sostenían mucha vida.
Sorprendían dos cosas especialmente. En medio de “puro desierto” semejantes tres árboles, pero además, y sobre todo cómo y sobre qué se sostenían.
Cientos de raíces abrazan las durísimas piedras
Cientos, pero cientos de raíces entrelazadas sobre la superficie nacen desde el tronco, rodean y abrazan las durísimas piedras. En algunos tramos las cubren casi totalmente y se alejan muchos metros del arbol..
Las miré bastante, las fotografié y como el trecho no nos permitía caminar “a la par” me dio tiempo para pensar en esa imagen quieta pero que descubría un movimiento casi doloroso y silencioso por aferrarse a la vida de esas gigantescas plantas.
Me puse a imaginar.
Me puse a imaginar su historia. Un viento llevó varias semillas que un poco de humedad hizo germinar. Algunas de ellas habrán»pensado» ¿qué hago acá? Nuestro hábitat debe ser blando como la arena o la tierra para poder buscar las profundidades húmedas y así, como todos los de mi especie, reinar prolija y soberanamente en el paisaje. Pero mirá la mala suerte, a donde vengo a caer. Y desistieron, simpemente «muerto” sin culpa. Fue mala suerte. A algunos les sonríe la fortuna, a otros no. No vale la pena.
Pero hubo tres plantines que, en lugar de llorar por su suerte, tozudamente “abrazaron” sus problemas que ahogarían a cualquiera: sus piedras. Se sostuvieron frente a quienes, en apariencia, eran sus enemigos. Sus verdugos.
Las rodearon con lo mejor, casi lo único que tenían. Decenas, cientos de raíces. Sin poder penetrar ninguna piedra. Solo abrazándolas. Quizás, algún turista como nosotros, que pasó hace tiempo atrás, habrá pensado “pobrecitas, que poco les queda a estas tres plantitas».
Ni una de sus raíces “disfrutó” del humus agradable y blando que les diera alimento pero en lugar de cejar en el intento, se agarraron más y más fuerte a la vida. Había poquísimos nutrientes, entonces «pensaron»: multipliquemos por todo lo que podamos nuestras raíces y bebamos lo que se nos permite. Con agradecimiento por lo recibido, sin rencor por lo que podría o debía haber sido.
Quizás también mirando el maravilloso y limpio cielo de Córdoba, se dijeron: Quiero, necesito llegar allí. Con mucho esfuerzo, que sin duda se transformó en nuestro gozo al verlas recortar el cielo serrano.
Más allá de las dificultades, de los tropiezos, de los dolores hay un “logos” una palabra previa que da razón a lo que sucede.
Quienes ya tenemos algunas décadas de vida, sabemos que muchas veces importa más el fruto y la fecundidad que el sacrificio que puede haber costado. Experimentamos que más allá de las dificultades, de los tropiezos, de los dolores hay un “logos” una palabra previa que da razón a lo que sucede.
Que a la larga tiene más sentido la fecundidad que las algarabías pasajeras y fáciles de conseguir. Que no hay nada más lindo que servir a los demás a partir de nuestros esfuerzos, muchas veces “aparentemente inútiles”.
Y que todo, todo lo que transitamos en este largo camino tiene un sentido. Las dificultades, abrazadas con amor, si “miramos hacia arriba”, como el tronco de esos pinos, desparramarán sus frutos de vida y sostén.
Hay algo que no dijimos. Durante muchos, muchos años nuestros tres pinos de la historia siguen desparramando con el viento semillas que solo Dios sabe dónde llegarán. Y, los que germinen, seguirán lanzando al viento vida.
A vos
¿Por qué te cuento esto a vos? Porque quizás estás pasando tribulaciones y piedras que te lastiman. entonces te comparto mi experiencia para que, recordando estos pinos, nunca pierdas la vista del “cielo”. De allí y de tu esfuerzo saldrá la fuerza que te hará abrazar tus dificultades, y el dolor se transformará en savia vital para vos y tus seres queridos.
Ojala que surjan raíces optimistas que abracen la vida, muchas veces escondida en dificultades.
Como digo el poeta cordobés, Francisco Luis Bernárdez