¿A dónde quedó mi chiquito? Ahora, ¿“conciliar” con el adolescente?

Los chicos van creciendo y esta cuarentena nos lo pone en evidencia a pasos agigantados. Pensábamos que había que cambiar “algo” pero, con el adolescente, el momento de “conciliar” es “ya”.

 

 

Por Ma. Cecilia Palavecino.

Máster en Educación Familiar. Instituto Europeo de Educación.

 

 

[dropcap]S[/dropcap] eguramente, si tenemos adolescentes en casa, ya veníamos notando que teníamos que hacer algunos cambios en la educación porque los chicos van creciendo. Comprobamos que, evolutivamente, se van dando modificaciones de todo tipo y, es bueno reconocerlo, los padres nos desconcertamos porque nos parece que no nos entienden. Lo “curioso” del caso es que a ellos les pasa lo mismo piensan que no los entendemos.

Mientras, nosotros nos seguimos preguntando: “¿Quién es este chico o esta chica?, ¿dónde quedó mi chiquito?”.

 

Experiencia en cuarentena

Después de “varias temporadas” de esta cuarentena, es muy probable que, nuestras relaciones hayan ido mutando desde la sorpresa de una extraña sensación de libertad, pasamos a algunos descontroles y, a medida que se prolonga, aparecen la bronca, la tristeza, el hastío, la intolerancia del más mínimo detalle. Todo producto de esta situación inédita para todas las edades.

 

La necesidad de conciliar

Uno de los temas cruciales en esta nueva relación, circunstancial y de edad, es la necesidad de conciliar. Llegar a acuerdos entre padres e hijos.

La forma de educar de la infancia, ni hace falta decirlo, no resulta eficaz en la adolescencia. Si bien los castigos nunca fueron buenos por diversidad de motivos, que dejamos para otra nota, cuando eran chiquitos y sólo en el corto plazo parecían funcionar.

Ahora, se acabó, no resulta, no sirve, no suma. Y, si por algún motivo pusiste un castigo a esa edad, ya habrás comprobado que los resultados con adolescentes son nefastos, los aleja, pierden la confianza en nosotros y arruinamos nuestro vínculo. Salta a la vista que tenemos que cambiar la estrategia.

 

Profesionalizando la Educación Familiar

Hace años, leyendo el libro “Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen”, de Adele Faber y Elaine Mazlish, encontré una respuesta que, aunque después la fui reencontrando en distintos autores y teorías, vuelvo muchas veces sobre el esquema que ellas utilizan.

Estas psicólogas, especialistas en talleres para padres, plantean cinco pasos para la resolución de problemas cuando el hablar con asertividad no es suficiente:

  1. Hablar de los sentimientos y las necesidades del adolescente.
  2. Hablar de nuestros sentimientos y necesidades.
  3. Exprimirse el cerebro para encontrar una solución mutuamente aceptable.
  4. Escribir todas las ideas sin evaluarlas.
  5. Decidir qué sugerencias nos gustan, qué sugerencias son desechables y cuáles pensamos seguir en el futuro.

Vemos que esta propuesta surge después de desarrollar una forma de escucha, sin juicios, ni etiquetas, llegando hasta el final, y tratando de utilizar lo que llamamos “mensajes YO”, en los que YO soy el sujeto: “Yo siento… Me preocupa… Yo necesito… No estoy dispuesto/a para…”, de esa manera evitamos que el otro se sienta acusado, agredido o descalificado.

Resulta una muy buena manera de abrir el diálogo pudiendo decir exactamente lo que pensamos y necesitamos. Obviamente esto va estableciendo un estilo comunicacional de respeto mutuo dado que esperamos el mismo trato por el lado del otro. Es una metodología en donde se conjugan la amabilidad y la firmeza, ambos nos podemos expresar respetuosa y libremente, y finalmente, todos somos parte de la solución y no del problema.

 

De probada eficacia

Además, si después de haber elegido una solución conjunta no resulta, podemos empezar otra vez. En Disciplina Positiva, creada por Jane Nelsen, le agrega que después de los cinco pasos, nos agradecemos mutuamente el haber colaborado.

Este sistema tiene una ganancia exponencial en nuestras relaciones porque fomentamos el respeto, la tolerancia, la escucha, la confianza. Con esta práctica, podemos equivocarnos y aprender del error sin ser juzgados y transitar la adolescencia de nuestros hijos fortaleciendo nuestros vínculos que, naturalmente, irán variando a lo largo de nuestras vidas.

 

Padres artistas

Vale la pena probar tantas veces como te parezcan necesarias, como el artista ante el lienzo, el instrumento musical o el texto por escribir.

Te vas a sorprender de los resultados por eso Fernando Corominas, fundador del Instituto Europeo de Estudios de la Educación, habla de educar como una ciencia y un arte.

Es un concepto que hago propio porque lo vivo en lo personal y en los padres que trabajamos y se forman en el instituto. Veo que somos verdaderos artistas de una obra de un arte que podrá ser admirada cuando el tiempo pase y, tal vez, veamos terminada. Aunque, también es verdad que, los artistas, jamás terminan su obra.

 

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