¿Puede una idea romper un vinculo?, ¿vale la pena?

Las palabras, los gestos, las miradas nos llevan a entendernos y a desentendernos entre los seres humanos, en familia, amigos sociedad. ¿Cómo acertar en ese comunicar lo que creemos, sabemos, sentimos…?

 

[Carmen Fernández Sáenz]

 María Lescano | Periodista | marialescan@gmail.com

 

SV| ¿Cuál es esta ciencia que estás compartiendo?

CFS| Transmitir actitudes frente a la vida, miradas que para mí son nuevas. No me lo enseñaron en mi familia ni en el colegio, pero no fue por una carencia educativa sino porque se da hoy un cambio de paradigma acerca de los vínculos intra e inter personales y sobre las maneras diferentes de prevenir y abordar los vínculos.

No soy ninguna gurú y cuantas más personas lo sepamos habrá una masa crítica y mejores serán los vínculos.

SV| ¿Hay nuevas ciencias o nuevas maneras de expresarlo?

CFS| Nuevo no es, los hábitos son los nuevos, porque al escucharlo o al leerlo, uno dice: “yo ya lo sé”; pero la pregunta es: ¿por qué no lo hago? Esto no es una receta, si no hay un cambio de mirada respecto del prójimo y de uno mismo, no sirve para nada.

SV| ¿A qué te referís con el cambio de mirada? 

CFS| Aunque los seres humanos somos muy limitados,tenemos muchas posibilidades, entre esas, está la posibilidad de reconocer que lo que yo te diga, incluso sobre algo en lo que soy experta, es una mirada desde el vértice desde el cual yo lo miro. Pero asumo que el todo es superior a mi visión desde el ángulo.

Cada uno ve desde su esquina. Cada uno cree que tiene la razón y, sin embargo, lo que tiene sobre esa realidad relativa es una mirada limitada a su biología, posición, cultura, etc.

SV| Esta declaración suena relativista.

CFS| Yo lo relaciono con la humildad, que no es complejo de inferioridad. Humildad viene de “humus”, tierra fértil que da vida y genera cosas buenas. Esa es mi manera de verlo, invito a poner entre paréntesis el deseo tan vehemente de tener razón y empezar a ser un poco más felices. Esta apertura me relaja, me genera comunicación, intercambio. Te puedo escuchar y preguntar. A la hora de discutir con alguien, de intercambiar ideas, las discusiones se ponen ásperas y se rompen los vínculos. No podemos permitir que por una idea se rompa un vínculo. El otro no piensa diferente porque es malo; si yo lo escuchara llegaría entender por qué dice lo que dice. Aun sin llegar aun acuerdo, puedo salvar el vínculo.

No es nuevo; la novedad sería lograr implementarlo, asumir que “las cosas no son como las vemos sino que las vemos como somos”, lo dijo Confucio allá por el Siglo VI antes de Cristo y después, Marco Aurelio, en el Siglo I, reconocía: “lo que yo veo no es la realidad”.

Nosotros, muchas veces, por el deseo de tener “la verdad” cometemos grandes errores. ¿Me asusta? No me asusta, me hace pensar.

SV| ¿En tus capacitaciones, tenés experiencias respecto de esta realidad que nos estás describiendo?

CFS| Hablamos de algo que nos pasa a todos… a veces les pregunto en qué están pensando y me responden: “en tal o tal persona a que le vendría tan bien escuchar esto”… y tengo que advertirles que, en realidad, esto es para nosotros, para cada uno de los que estamos participando en un taller.

Ese deseo de “poner la tapa” a todo el mundo, ¿pacifica, me da más paz?, ¿qué me genera más alegría, el vínculo o el tener razón? Pensamos distinto, te quiero igual. No necesito acordar con todos ni en todo.

SV| Me gustaría que llevaras lo que nos estás explicando a situaciones concretas.

CFS| Hay algo que es llamativo: lo que me molesta en el otro, si estoy enganchado, es porque también está en mí, por el famoso mecanismo de proyección. Eso que no soporto en mí, lo veo en el otro.

Entonces hay una solución: lo que no soporto de vos, lo trabajo en mí. Un ejemplo: soy tan desordenada que no lo soporto en mis hijos, o el clásico “abrígate porque yo tengo frío”.

Puede ocurrir con cierta frecuencia en la crítica: “Qué pesada es tal persona, no para de  hablar”. Mientras mi amiga comenta esto, aunque no lo digo, yo pienso, “mmm y vos tampoco parás de hablar”.

SV| La crítica es tan frecuente entre nosotros que algunos dicen que es el deporte nacional. ¿Tenés algunas sugerencias para evitarla?

CFS| En el ejemplo anterior, si tu amiga habla todo el tiempo y pensás: “vos también”, no es lo que tenés que decir. Tal vez se trata de ir por el camino de las preguntas: ¿por qué te molesta?, ¿tiene algo que ver con vos? Aunque lo niegue en el momento, puede ser que más tarde lo piense y se dé cuenta. Tal vez, con esta ayuda, la otra persona se sienta reflejada.

En la crítica se da mucho la proyección. Claramente no tengo todas las respuestas, es el método Socrático, también él hacía las preguntas y se retiraba sin ver el resultado. “La dejaba picando”.

SV| Pero, ¿cómo manejarlo, en concreto, cuando tenés un problema con alguien?

CFS| Cuando tenés un problema con alguien, te preguntás: ¿qué me pasa con este hijo que me “salta la india”?; me nace decírselo: “nunca me das bolilla, siempre desordenás la casa…” Lo que me nace es un juicio de valor que humilla y la persona no colabora, se defiende, no sirve. Hay que cambiar la estrategia, ya lo decía Einstein: “Es una locura hacer lo mismo pretendiendo alcanzar algo distinto”.

¿Qué necesitamos los seres humanos? Yo diría que reconocimiento, y ese reconocimiento genera empatía.

Hay maneras de tratar que “abuenan” al otro o que me “abuenan”. La palabra no existe pero yo la uso mucho en busca de actitudes y acciones. Por ejemplo, evitar las totales, el siempre, nunca, todo, jamás. Las palabras totales generan emociones totales, nos da más bronca.

Para el otro es frustrante, emoción total ante la palabra total. Para mí son las peores malas palabras. No dejan fisura, no dejan entrar aire fresco, descalifican. Yo sugiero la exposición de nuestra debilidad y recurrir al “cuando”. Diría: “Luis, cuando llego a casa cansada del trabajo, encuentro la campera por un lado, los libros por otro en lugares comunes”. Así, estamos delimitando lo que está en debate. Si te referís al todo cuando estás enojada, resulta mucho más difícil manejar la ira. Además, lo que vemos en el otro puede ser un defecto o es algo que, sencillamente, a mí me molesta y se lo hago saber. Convivimos en casa, en la escuela, en el trabajo, en los espacios públicos.

SV| Viene interesante… ¿cómo seguimos?

CFS| Si lo digo así, cuando puntualizo el momento, describo la situación sin juzgarla. Describir sin juzgar es una de las actividades más difíciles de la inteligencia, están en juego lo psicológico y espiritual.

Mientras el ego y el humus dan vueltas por ahí. Si le digo: “cuando te veo tan desconsiderado…” estoy etiquetando. No se trata de ganar la discusión, se trata de ganar un vínculo.

Decir “me enoja” no es igual que “me siento ignorada”; no es personal, te hacés cargo de tu emoción.
No es victimizarse. Es reconocer las emociones propias.
En los talleres, se crean situaciones para que los participantes puedan describir sin juzgar, porque estamos acostumbrados a juzgar.

Si mi expresión es: “necesito que en los espacios comunes cuidemos el orden y la limpieza”, me hago cargo de lo que digo y necesito, genero empatía. Hasta podemos agregar, un “vamos a ordenar juntos”.

SV| Te estás moviendo entre debilidad y fortaleza.

CFS| En nuestra vulnerabilidad reside nuestra fortaleza. Si abro mi corazón, le digo como soy, la otra persona se “abuena”.

SV| En las relaciones humanas, en la convivencia, se habla mucho de la química, “hay química, no hay química” como si fuera algo determinante. ¿Cómo lo ves?
CFS| A veces parece que somos nitrógeno y glicerina, explota todo. El nitrógeno no puede decir: “no me voy a enganchar”, pero nosotros no somos solo eso, no somos solo química.

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Hay un momento que yo llamo sagrado entre percepción e interpretación que nos ayuda a relativizar el propio juicio. Llegar a preguntar, el valor de la pregunta. Ya me subió el cortisol y reacciono como un elemento químico; es el momento de respirar, de conectarme con mi mejor versión. Todos tenemos una zona luminosa, es lo que somos, lo que anhelamos.
Tengo que hacer un esfuerzo. Los creyentes llamamos a Dios en ese instante claro y sagrado. Tener cada día un momento sagrado para vincularme.

En las grandes ciudades, en las redes, la gente está tremendamente reactiva y los chicos están sufriendo un montón.

Sugiero la meditación en silencio, no me importa si es mindfullnes, meditación trascendental, oración contemplativa. Es necesario un rato de silencio cada día conectándote con tu mejor versión. Respirando conscientemente, diciendo una palabra sagrada o un mantra, pero un rato de silencio a solas, a la mañana y a la tarde. Qué te permite eso: ser consciente de este momento clave del que hablamos.

Algunas personas son pausadas, lo tienen por naturaleza, otros somos más impulsivos. Yo no lo sabía y esto está cambiando en mi vida. Siento que si yo lo pude hacer, lo puede hacer todo el mundo.

Pero, volvamos al principio: una cosa es escuchar y, otra, practicar. En los talleres les digo: “no me crean, experiméntenlo. Funciona”.

SV| Me da la impresión de que, para practicarlo, se necesita un coach.

CFS| Esto es una cuestión de hábito, depende de que uno lo intente y de encontrarle el sentido. Hay hábitos que facilitan otros hábitos: paro, respiro, pienso el abanico de posibilidades. Es más bien cuestión de encontrar el sentido a ese ratito de silencio por día a la mañana y a la tarde. Nos ayuda a amigarnos con el silencio, que es una de las cosas a las que más miedo tenemos. Encontrarse a uno mismo es el viaje más apasionante y aterrador.

Veré cuántas cosas tengo que cambiar y eso me compromete.

 

[notification type=»information» title=»CARMEN FERNÁNDEZ SAENZ»]

•  Nació en Buenos Aires.
•  Por razones de familia vive en Villa Mercedes, San Luis.
•  Está casada y tiene 5 hijos varones.
•  Es Profesora especializada en Filosofía, Psicología y Pedagogía.
•  Especialista en Pedagogía de la Formación Docente (Univ. Nac. de Córdoba).
•  Además estudió Mediación escolar, Mediación prejudicial y Coaching ontológico.
•  Capacitadora en el arte de convivir

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