María es una mujer apasionada por los caballos que supo transmitir este amor a hijos y nietos. Para Joaquina, la equinoterapia es el tratamiento más adecuado.
Cecilia (Titi) Fornieles y Mariano Ferreyra | Suscriptores
[dropcap]C[/dropcap] uando nació Joaquina y comenzamos a transitar el camino de la discapacidad, no teníamos idea de a qué nos estábamos enfrentando. Tiene hipotonía generalizada, un trastorno neuromuscular que se traduce, entre otras cosas, en músculos débiles.
[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]Desafíos[/button]
El primer desafío que afrontamos fue el de la aceptación de la discapacidad: comenzar a ver a tu hijo no según lo que esperabas, sino aprender a descifrarlo como es, tan distinto a todos los demás. Y no querer cambiarlo.
El segundo desafío fueron sus terapias de rehabilitación, hasta que alguien nos recomendó que hiciéramos equinoterapia, un tratamiento especialmente adecuado para ella.
Los resultados fueron asombrosos. Las demás terapeutas empezaron a contarnos los grandes avances que estaba haciendo Joaqui en fonoaudiología, en terapia ocupacional, en kinesiología. Además, Joaquina comenzó a manejar mejor sus miembros, a mover su torso.
[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]Su sonrisa[/button]
Joaqui continuó yendo a equinoterapia con una sonrisa de oreja a oreja. Para ella, ir a un lugar abierto, con caballos y espacio para jugar resultaba muy motivante.
Ahí estaba Panchita, esperándola siempre, una yegua noble como solo un caballo puede serlo. Las terapeutas nos contaban que los caballos -y Panchita en particular- se adaptan a cada paciente según lo que necesitan: pueden ser suaves y cadenciosos en un momento y, a los diez minutos, ser briosos y ágiles.
[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]Un gran terapeuta[/button]
Esa intuición -o magia- que tienen estos animales, hace que sean ideales para esta práctica, porque los caballos no solo se divierten con los chicos sino que no los juzgan por su aspecto físico o por las dificultades que tenga cada uno. No discriminan, son buenos compañeros, saben recibir el cariño y lo retribuyen.
¿Acaso no son esas las características que definen a un gran terapeuta?
[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]Contribuir al cambio[/button]
Paralelamente, íbamos viendo que, en el circuito de la discapacidad -que suele incluir estudios complementarios, salas de espera, neurólogos y que nos convierten en madres “Uber” que se la pasan en el auto de una terapia a la otra- había mucho por cambiar. Sentíamos que nosotros, desde nuestro lugar, teníamos que hacer algo.
Los caballos -y Panchita en
particular-, se adaptan a
cada paciente según lo que
necesitan: pueden ser suaves y
cadenciosos en un momento y,
a los diez minutos, ser briosos
y ágiles
Después de seis años de mucho esfuerzo y aprendizaje, inauguramos El Granero, un centro de rehabilitación y equinoterapia pensado para la familia, donde se ofrecen todas las terapias en un solo lugar, en contacto con la naturaleza, con un abordaje interdisciplinario donde cada miembro de la familia tiene un espacio de entretenimiento con propuestas para desarrollarse.
Ya son muchas las familias que, cada semana, pasan por El Granero y cuyos hijos, como Joaquina, encuentran ahí un espacio para abrazar sus desafíos, mejorar su calidad de vida y disfrutar el camino de la discapacidad.
[notification type=»information» title=»»]
www.elgranero.orgfacebook.com/Equinoterapiaelgranero
[/notification]