LA PROPUESTA

[Día de los enamorados]

 

Agradecemos a los novios que escriben y respetamos su privacidad.

 

[dropcap]N[/dropcap] o sé cómo eran antes las propuestas matrimoniales, cómo habrán sido las de nuestros padres, esas en las que les carcomía la duda de qué iba a contestar la novia. Nosotros veníamos hablando en tema así que, en el fondo, yo sabía que me iba a decir que sí, no era esa mi duda, mi miedo.

Después de un año y medio de un gran noviazgo, donde el foco estaba puesto en el otro, buscando encontrar la felicidad de uno a raíz de lo que el otro vivía y todo lo que compartíamos, nos empezábamos a cuestionar la idea de querer formar una familia juntos.

Fue algo que empezamos a hablar más seguido, con muchas ganas y profundo deseo.

Una noche, saliendo de la facultad, le dije de ir a tomar algo a modo de festejo por el nuevo trabajo que ella había conseguido unos días antes. Ella no sabía que esa misma noche le iba a pedir que se case conmigo.

Si bien yo había ido muy decidido y con mucha seguridad, no fue fácil encontrar el momento
justo de la noche para proponerle. Por suerte llegaron las cervecitas y las papas para poder
comer algo antes -claramente tenía el estómago cerrado-.

Después de unos tragos de cerveza tomé “coraje” y -en un momento de silencio- le pregunté si
quería casarse conmigo. Su primera respuesta fue “Si, obvio” similar a todas las veces que hablábamos del tema.

La volví a mirar a los ojos y le dije “pero, en serio, gorda, ¿te querés casar conmigo?”.
Nuevamente me respondí que sí pero ya un poco más nerviosa, y bien rápido le dije: “pero, posta, esta vez es en serio, hay que poner fecha y empezar a arreglar todo”.

Y ahí, con gran emoción, me dio uno de los abrazos más lindos que alguien puede recibir y al oído me susurró: “¡Sí, quiero casarme con vos!”.

Claramente, esa noche es una de las que uno nunca se olvida.”

 

«UNA GRAN PARTE DE LO QUE HIZO – Y SIGUE
HACIENDO – EL CAMINO TAN LINDO ES QUE LOS
DOS APORTAMOS, PENSAMOS,SOÑAMOS Y
DECIDIMOS A LA PAR».

 

[dropcap]A[/dropcap] lo largo de nuestro noviazgo, los proyectos en común y el casamiento siempre fueron tema de conversación, incluso cuando no veíamos el futuro tan claro o no estábamos tan seguros.

Lo hablamos como una realidad más cercana una noche, en una salida. Estábamos de novios hacía cuatro años y medio. Yo vivía con una prima y planeaba irme a vivir sola, aunque algo no me cerraba.

En el medio de la charla, él me preguntó cómo venía la búsqueda de departamento. Ahí me sinceré y le conté que me sonaba raro eso de proyectarme dos años hacia adelante, por el plazo que dura un alquiler, con mi espacio, mi plan. De alguna forma, sentía que ya no podía no pensar en los dos cuando consideraba estas decisiones.

Hablamos un buen rato. A él le pasaba lo mismo y le puso palabras a eso que los dos sentíamos: «¿Querés que nos casemos?». Ese fue un gran paso. Después vinieron las decisiones más concretas: cuándo, de qué forma, acompañados por quiénes. Y un camino lindo de preparación, no solo para el día del casamiento sino, sobre todo, para una gran decisión de vida.

Creo que cada pareja tiene su estilo. Nosotros no le damos tanta importancia al elemento sorpresa de la propuesta, sino, que vivimos una sintonía de deseos y proyectos en común. En lo personal, no me parece importante lo romántico u original del momento, sino el mirar juntos hacia el mismo lugar. Una gran parte de lo que hizo -y sigue haciendo- el camino tan lindo es que los dos aportamos, pensamos, soñamos y decidimos a la par.

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