[Día de la Mujer]
Hacía mucho calor pero en la villa todo funcionaba con normalidad bajo la mirada de Margarita, una madre con muchos hijos propios y del corazón
Entrevistaron María Amalia Caballero | Dra. en Comunicación Pública | direccion@sembrarvalores.org.ar
Arantxa Escribano | Periodista | arantxaescribano.724@gmail.com
[dropcap]S[/dropcap] upongo que, si no estás acostumbrado a entrar en una villa, esperas sentir miedo. Durante años nos han vendido que la pobreza es sinónimo de inseguridad. Quizás lo fue. Es una opinión, y como tal, es subjetiva. Cuando llegamos a Villa Soldati, lejos estuve de tener miedo. La presencia de Margarita se siente desde muchas cuadras antes de llegar a los Piletones, el comedor comunitario que sirve las cuatro comidas y funciona hace más de 22 años. Hoy se acercan a comer una media de 2000 personas por día. Magui, así la conocen en el barrio, se pierde en el recuerdo cuando enumera los logros de estos últimos años: Un comedor, un centro de salud con farmacia, el jardín San Cayetano, un hogar para abuelos, una salita que brinda atención odontológica, un taller de costura, una biblioteca, una peluquería, una huerta y una casa de medio camino que brinda atención a mujeres en riesgo por violencia doméstica.
Conoce a todos, la quieren porque su espíritu transformó al barrio desde que llegó allá. No le interesa la política. Cuando le preguntan por su relación con el presidente de la Nación, Mauricio Macri, dice que se conocen desde hace años y que él nunca la defraudó porque jamás le prometió nada. Pero sí le hizo una recomendación: “Cuando tengas un reclamo siempre hacelo, es imposible saber lo que la gente necesita”
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] ¿Resentida? no, entregada [/button]
Su madre ya había muerto de mal de chagas y ella, que tenía solo 10 años y había llegado a tercer grado, dejó su Santiago del Estero natal y se vino a trabajar a Buenos Aires.
Sus hermanos Ramón, Mónica y Silvia vivían en el conurbano y Ramón siempre estaba en contacto con ellos a través de cartas. Vivía en José C. Paz y ahí la mandaron para que trabajara y tuviera donde vivir. La subieron a un tren de carga y lo único que tenía en la mano era un sobre con la dirección de su hermano Ramón. Así fue como después de casi 20 horas de viaje llegó a la estación de Retiro, estaba abrumada, no sabía para dónde ir y se puso a llorar –como una niña-. La vio un policía y le dio las indicaciones para tomar el otro tren y así llegar a la localidad bonaerense.
Margarita recuerda que no había subido nunca a un tren. Tenía tanto miedo de perderse que apenas vio el arco de entrada a José C. Paz, saltó del vagón con el tren aún en marcha. A los dos días amaneció en un hospital, estaba lastimada, tenía costillas y dientes rotos. Pero, estaba recuperando la consciencia. Ahí vio a su hermano, la saludaba desde el umbral de la puerta. Lo habían ubicado gracias al papel que ella tenía en la mano. En solo cuatro días ya estaba trabajando en una casa de la zona, ayudando con las tareas del hogar.
La cuñada le dijo “Negra, ¿querés comer?, entonces vení conmigo”. Aunque todavía estaba dolorida fue a trabajar a Hurlingam. Cuidaba a los niños de la casa. Trabajó durante tres años y nunca cobró dinero, le daban de comer. No guarda buen recuerdo de esa época, al menos, no en esa casa.
¿Resentida? No, entregada.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Isidro, su único amor [/button]
La cara se le ilumina cuando nombra a Isidro, el que fue su marido por 30 años. Murió en Añatuya mientras construían un comedor que ahora lleva su nombre, lo inauguraron cinco meses más tarde. La melancolía se apodera de ella al recordar cómo lo conoció y cuán enamorados estaban. Isidro iba a buscar agua a la casa de su hermano. Ella tenía 15 años y él 24. Tuvieron nueve hijos pero ella habla de 11. ¿Qué pasó? Tiene dos hijas “del corazón”.
Juntos soñaban con volver a su Santiago natal y disfrutar los últimos años de su vida, después de tanto trabajo y esfuerzo.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Las hijas del corazón [/button]
Es otra historia pero vale la pena conocerla. Sus hijas del corazón son en realidad madre e hija. La mamá era fuertemente golpeada por su compañero y a veces iba con su hija a refugiarse en el comedor. Un día él vino a buscarla y gritaba desde la puerta. Margarita lo animó a entrar y, una vez allí, le dio tal paliza que el hombre no apareció más por la zona. Le duele que nunca haya venido siquiera para ver a su hija. Pero ella les brinda todo el amor que tiene para compartir y es mucho.
Ahora ellas colaboran en el trabajo del comedor.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Los Piletones [/button]
Margarita Barrientos es especialmente conocida por el famoso comedor Los Piletones pero quizás no todos saben que además hay dos en Añatuya y que allí sirven unas 500 raciones diarias.
Lo cuenta, le satisface acercar esta ayuda a la gente pero, al mismo tiempo, muestra su disgusto. Estos comedores tendrían que desaparecer porque la gente pueda comer en su casa, pueda elegir lo que come, pueda ganar por su trabajo lo necesario para poder vivir con dignidad. Que puedan cocinar en su casa y no depender de lo que ella hace.
Los comedores, el hogar de las abuelas, todo lo fueron armando sin que nadie les dijera que tenían que hacerlo ni cómo hacerlo.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Y mucho más [/button]
El jardín San Cayetano es un gran alivio para que papá y mamá puedan salir a trabajar y dejar los niños en un lugar seguro. También hicieron la Biblioteca. Después se sumó el Jardín Thiago, juntos reciben casi 500 chicos.
El Centro de Salud “Angela Palmisano” hoy está que arde, vinieron a revisar lunares, esa campaña que se hizo en toda la Ciudad llegó al barrio de la mano de la mano de Analia Maiorana quien acompaña al equipo de dermatólogos y hace de recepcionista en el consultorio atendiendo con una gran sonrisa a cada uno de los que llegan. Se tenían que ir pero todavía había cola afuera esperando para la consulta.
Allí mismo tienen la farmacia y el centro odontológico. Y, por qué no, peluquería y taller escuela.
-[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Los Talleres y huerta [/button]
La huerta es una maravilla con los últimos cuidados en cuanto al aprovechamiento del agua, de la luz… los plantines en macetas se venden en algunos Carrefour -gran sponsor de Margarita y sus ideas-.
El cultivo abre las mentes y los estilos de vida al cuidado del medio ambiente, del planeta que habitamos. Ese que nos prestaron.
También hay taller de panadería, costura, maquillaje y todo tipo de iniciativas para mejorar la calidad de vida de la gente y en particular de las mujeres.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Hogares [/button]
Un capítulo especial merecen los hogares de abuelos, que fueron ovacionados en su inauguración. Son hogares de día.
Otro hogar –Centro Integral de la Mujer (CIM)- sirve de alojamiento para mujeres e hijos que carecen de red de contención familiar y son víctimas de violencia.
Vale la pena comentar el concepto con que se trabaja. Ante todo que son lugares de paso y llegan sólo aquellas cuyas familias no tienen otra red de contención. Es un centro de puertas abiertas al que pocas mujeres llegan por sus propios medios. Generalmente van primero a espacios llamados de puertas cerradas y luego llegan a este lugar en el cual se trabaja el
espacio vincular de las mujeres con sus hijos. Están acompañadas por psicólogas, trabajadores sociales y una coordinadora general de la estrategia que se lleva a cabo con cada una. No reciben a personas del barrio para evitar que se perpetúe la violencia. A las mujeres del barrio las orientan hacia otros lugares similares donde serán recibidas y tendrán una atención y cuidado similar.
Están allí entre seis meses y un año, después procuran ayudar a resolver la cuestión habitacional y la reinserción escolar de los niños y el trabajo de la mamá.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Reflexiones [/button]
Ella es de pocas palabras y profunda en sus reflexiones, sufre porque en la sociedad la familia está desunida. Le preocupa que un tema que desune es la política, las ideologías que cada uno tiene.
“Es hora de que estemos unidos. Una vez me gritaron los muchachos de La Cámpora y y yo les dije, ¿por qué discutís conmigo si yo no te hago nada? Si la política te da algo, usalo para bien. Que estemos unidos, que nos respetemos, que trabajemos en paz. Podemos ayudarnos entre todos. Hasta en la política, para que crezca y nos dé soluciones. Hay que aprender a coquetear con la política, cuando llegas a la política estás para servir a todos los que te votaron”, concluye.