Especial mujer
Cuando Lula quiso ir a visitar a su bisabuela que había muerto hacía unos días, la mamá le recordó que estaba en las estrellas, mirándola y cuidándola. Entonces la nena respondió con alegría, “entonces Bisa ¡¡¡vuela!!!!!!” A la abuela de Lula -que estaba en la misma habitación jugando con su nieta- se le llenaron los ojos de lágrimas, porque Bisa había sido su mamá y la extrañaba.
Adriana Ceballos | Lic. en orientación familiar | adriana.ceballos@gmail.com
[dropcap]C[/dropcap] uando una mamá se muere siempre duele. La palabra duelo viene del “dolus”, dolor. El duelo psicológico ocurre por esa pérdida irreparable, y es una reacción necesaria y natural que causa sufrimiento.
Durante el duelo se transitarán etapas, y no sólo dolerá su ausencia física, sino todos los cambios que se produjeron a raíz de su partida: nada será igual. Hacia el final del proceso, se comprende que la vida continúa sin la presencia física de ese ser tan especial e importante y que llevaremos para siempre en el recuerdo.
LA MAMA DE LA PANZA O LA DEL CORAZON. LA
QUE NUNCA ESTUVO Y LA QUE NUNCA ESTUVO
ESTANDO. LA QUE ACOMPAÑA, ACONSEJA,
COBIJA Y SOSTIENE
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»] Tantas mamás [/button]
Desde las primeras letras se habla de la madre. La mamá de la panza o la del corazón. La que nunca estuvo y la que nunca estuvo estando. La que acompaña, aconseja, cobija y sostiene. El rol de una madre es preponderante en el acontecer de los hijos.
Hay hijos que están cerca de su madre, hijos que están lejos, otros que mantienen una distancia suficientemente sana porque saben que es la que hace falta para poder relacionarse sin dificultades. Hay hijos enojados e hijos felices con ella. Hay otros que esperan que cambie, que sea esa mamá que siempre añoró cuando miraba a sus amigos. Hay hijos atentos e hijos que no reparan.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»] Tantas maneras de partir [/button]
A veces las mamás se mueren pronto, jóvenes, dejando niños y adolescentes. Otras, se van cuando los hijos ya están formados, y las más, cuando están viejecitas y han cumplido su ciclo de vida.
Hay mamás que se mueren con entereza, resignación, fortaleza y templanza dejando una estela de paz y resignación muy positiva. Otras no pueden aceptar la muerte y se van con mucho miedo y desesperación.
Hay madres que mueren trágicamente y dejan perplejo al entorno. En otras circunstancias se permite un pequeño trabajo de despedida, o la despedida es tan larga que casi se convierte en una agonía familiar triste y tortuosa.
Hay ambientes que cuidan al huérfano y otros que lo obligan a postergar su propio duelo.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»] Tantos duelos diferentes [/button]
Lo cierto es que no hay manera de saltearlo y es mejor vivirlo. Trámites, decisiones, mudanzas, reanudar el orden de la casa, personas allegadas que necesitan del hijo la mayor entereza posible en los primeros momentos, suelen ser motivo para posponerlo. En otras ocasiones enseguida sobreviene. Las etapas que se transitan pueden comenzar cuando todavía no se ha ido del todo.
Muchos hijos deciden sabiamente al aparecer la enfermedad o al pasar los años, olvidar lo que enojó y quedarse con lo mejor. Rearmar un vínculo sano es deseable y aconsejable, concluyendo que siempre es bueno vivir y convivir en los mejores términos, apartando los desaciertos y resaltando virtudes. En algunos casos será sencillo, en otros habrá que hacer un esfuerzo importante para echar un manto de piedad sobre los acontecimientos complejos. La salud mental del hijo y la mirada de los hijos de los hijos, merecen este trabajo, antes de que sobrevenga el fallecimiento.
HAY HIJOS QUE ESTAN CERCA DE SU MADRE.
HIJOS QUE ESTAN LEJOS, OTROS QUE
MANTIENEN UNA DISTANCIA SANA
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]Tanto dolor[/button]
La realidad es que la muerte de Madre, Mamá, Mami, Ma, Viejita, mi Vieja, en cualquiera de los casos mencionados, en todas las circunstancias atravesadas, lejos, cerca, enojados, orgullosos, sean como fueran las cosas, esté como esté el vínculo, duele, siempre duele de un modo particular, profundo y hasta cuestionador. Si se van muy jóvenes el vacío es enorme: hay que remontar la familia; si se van viejitas, aparece entre otras vivencias ese límite que marca claramente un cambio de etapa: estamos grandes, somos el techo, deberíamos gozar de cierta sabiduría… un día nos iremos también, quedó clarísimo. En algunas situaciones podrá ser idealizada, sobre todo cuando era una mamá joven. En otras se acabará la pretensión inútil de esperar lo que nunca pudo dar, de querer que sea como se hubiera necesitado. Ya no es posible, no hay más tiempo.
Pero siempre, siempre va a doler profundamente.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]Tantos homenajes[/button]
En todos los casos merece el homenaje más completo, más sentido, más parecido a lo que era ella, a lo que la caracterizaba, a su esencia. Cada uno verá cómo le hubiera gustado a esa madre ser despedida, o acaso ya lo tengan hablado y resuelto con ella misma. Si se fue de pequeño, no olvidar los detalles que hicieron falta en ese momento de la despedida, o los que hicieron daño, o los que resultaron reparadores por parte de los adultos, para comentarlos a las familias que la están despidiendo hoy y tienen niños.
Es vital celebrarla, recordarla, nombrarla. La madre siempre estará presente en cada partecita del cuerpo al que dio la vida, seguirá tatuada en el corazón y grabada en el alma, haya sido o no “lo suficientemente buena”.
“No nos pongamos tristes por haberla perdido, demos gracias por haberla tenido”. San Agustín
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»] Mi homenaje [/button]
Para todas las mamás que se han ido a vivir a las estrellas va esta poesía de autor desconocido.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]Mi testimonio[/button]
En lo personal extraño sus manos, su voz y su especial manera de relacionarse con mis nietos. Su compañerismo con mi papá y lo unidos que estaban. Extraño su vehemencia para con la política, sus comentarios naíf, y su perseverancia para echarle años de más a la reina de los almuerzos televisivos y a cuanta actriz de su generación que siguiera corriendo por la vida. Extraño sus permanentes elogios: “sos la más linda, la mejor, la más organizada, prolija y buena, la mejor mamá”. Yo era chiquita cuando ella estaba bien y era su propia madre cuando estaba mal. Extraño sus llamados cuando cortaban una calle para ver si estaba en casa, o la premura por ser ella quien me daba la noticia inesperada: “Hoy es el día más frío del año”. Para Mami el 50% de los días de invierno eran los más fríos del año. Porque se extrañan las pequeñas cosas y las grandes.
Admiro su fortaleza y su valentía cuando llegó el momento. Lamento no haber estado en ese “chau, Papi” que me hubiera gustado escuchar. Pero me da mucha paz saber que tuvo la mejor celebración del mundo. Se la merecía.
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“Extráñame, pero déjame partir…
Cuando llegue el final de mi camino
y el sol no brille más, no quiero
llantos en una habitación melancólica.
¿Por qué llorar por un alma liberada?
Extráñame un poquito,
pero no por mucho tiempo,
y no con tu cabeza baja.
Acuérdate del amor que compartimos.
Extráñame, pero déjame partir…
este es un viaje que todos debemos de hacer
y cada uno debe irse solo.
Es todo parte del Plan Maestro,
un paso en el camino hacia el hogar,
cuando estés solo y angustiado
busca a los amigos que tú
desees y entierra tus penas
con buenas acciones.
Extráñame, pero déjame partir.”
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