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En tiempos no tan lejanos pero definitivamente más lentos, solíamos aburrirnos a veces. Los expertos dicen que el aburrimiento trae beneficios y que al intentar eliminarlo nos engañamos a nosotros y a nuestros hijos.
ISABEL A. DE DODDS | PROFESORA DE BIOLOGÍA | ASESORA FAMILIAR |
[dropcap]«[/dropcap]La conectividad móvil ha impregnado nuestra vida diaria. En nuestras manos, como si fueran una extensión de los dedos, irresistibles computadoras que aún nos empecinamos en llamar teléfonos. ” *
Nuestros hijos viven el día a día con horarios tan estructurados como estrictos. Es rarísimo verlos tirados en el sillón mirando el techo. ¿Qué tiene eso de interesante para que queramos desarrollarlo en esta nota? El aburrimiento hace que nos miremos dentro.
Al estar “en pausa” se crea un estado fértil para la creatividad y puede ser que hasta motive a ayudar o a prestar atención a otros. Y un dato no menor: el que se distiende aprende a manejar el no tener nada que hacer, que es un desafío importante y en vías de desaparecer.
Parece una buena solución darle a tu chiquito de cuatro años una tablet cuando tiene un ataque de rabia en el supermercado, o cuando se encapricha porque quiere que le compres algo que no está en tus planes. Seamos conscientes de que esa decisión facilista nuestra repercute en el chico más de lo que nos imaginamos.
Bajo esa falsa paz estamos ayudando a que se forme en su cerebro un falso circuito y también le estamos cortando las alas para que piense en otra manera de entretenerse.
El desafío está en nosotros, quienes tenemos que intentar divertirlo o distraerlo: que cuente las latas a nuestro costado, que juegue a las escondidas con otra señora que está comprando, o pensemos juntos qué podemos hacer de comida con lo que tenemos en el carrito. Tanto para los adultos como para los chicos es importante el saber quedarnos quietos en algunos momentos, con nuestros pensamientos en calma, sin enloquecernos.
No nos olvidemos de ser
modelos para nuestros hijos…
o por lo menos, intentarlo
Conversemos con ellos sobre este tema, explicándoles que a nosotros también nos cuesta. Es muy sano que ellos vean que nosotros también luchamos por lograrlo (por ejemplo, cuando se traba la fila de la caja en la que estamos).
Descifrar qué quiere decir “estoy aburrido”
A veces, cuando el chiquito refiere aburrimiento, lo que quiere es pasar un rato con nosotros. En lo posible tratemos de dejar lo que estamos haciendo, enfocarnos en él, mirarlo a los ojos y prestarle atención. Si hace falta, hagámosle unos mimos o tirémonos en el sillón con él a hacerle cosquillas: cada madre sabe qué hacer en esos casos. Puede ser que el chico use el término “aburrirse” porque no sabe ponerle otra palabra a lo que le está pasando (lenguaje emocional). Quizás decir que se aburrió en clase de matemáticas quiere decir que no entiende la materia.
Podemos sugerirle hacer una lista de cosas que lo entretengan y que después elija la que más le gusta. Incluso podemos pegar la lista en la heladera para la próxima vez que nos encontremos en una situación similar. De a poco ese hijo va a necesitar menos de nuestra ayuda.
No nos olvidemos de ser modelos para nuestros hijos… o por lo menos, intentarlo. Es mucho más fácil que un chico se dirija a nosotros para contarnos algo si no tiene que competir con ningún dispositivo.
Como adultos tratemos, por ejemplo, de hacernos amigos de las personas que nos encontramos en el ascensor en lugar de utilizar los dispositivos electrónicos. Lo mismo vale para cuando queremos manotear el teléfono dentro de la cartera mientras manejamos. Primero, por lo peligroso que puede ser, y también porque si tenemos algún hijo en el auto, él nos puede hacer de “secretario” y transmitirnos el recado -si se trata de un llamado. Si es solo un mensaje, a relajarse porque seguro no es algo urgente.
El cerebro, aburrido
Nuestros sistemas de atención evolucionaron para ayudarnos a monitorear tanto el mundo externo como nuestro ser interior. Pero hoy en día nuestra atención está tan tironeada hacia fuera, que cuando nos quedamos solos con nuestros pensamientos nos ponemos irritables.
Estudios en Toronto (Canadá) y en Inglaterra aseguran que a la mente le es incómodo estar desempleada.
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Consejo
Los trabajos aburridos pueden disparar pensamientos creativos. Si necesitás acabar una tarea que tenés entremanos y no te sale, cambiá de actividad: anda a pelar unas papas, tomá una costura o salí a dar una vuelta a la manzana.
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Pero es en esos momentos, cuando pareciera que no hacemos nada, en que la mente se dispara hacia lugares insospechados. Varios escritores y artistas cuentan que el período de inspiración les llegó después de un tiempo de desgana o hastío.
Conozco cirujanos que han resuelto el modo de operar un caso complicado mientras dormían. Se da también a la inversa: hay personas que son muy talentosas pero que no se destacan porque caen en un exceso de actividad.
Nos dice el doctor Facundo Manes: “Si estás con estrés, aunque estés colgado de una palmera, el cerebro sigue trabajando. Para que los circuitos neuronales se calmen hay que poner voluntad. Existe un circuito neuronal que se llama ‘red en reposo’ que se activa cuando no hacemos nada. El cerebro puede y debe calmarse. El descanso debería ser una obligación. ‘Vagueando’, el cerebro procesa información, la consolida.”
Varios artistas cuentan que
el período de inspiración les
llegó luego de un tiempo de
desgana o hastío
Basados en otros estudios procedentes de Inglaterra, podemos asegurar que muchos actos de altruismo, como puede ser donar sangre, surgen después de un período de tedio ya que la persona recupera el sentido de su vida y se siente aliviada al hacerlo. Es como si se dijera: “No soporto un día más en este cubículo, quiero hacer algo diferente, algo que valga la pena y trascienda.”
Eternamente conectados
Estar 24 horas conectados a las redes parece mucho, una conducta más bien digna de un adulto muy ocupado. Sin embargo, ese es el tiempo que pasa conectado nada menos que el 40% de los adolescentes.
Y eso no es todo: el 50% de los chicos permanece online al menos hasta la hora de acostarse. Apenas uno de cada diez se conecta menos de tres horas diarias. Como desde estas páginas queremos estar anticipados en la educación de los hijos, pongámosles límites y horarios antes de que se haga una costumbre difícil de erradicar.
Nos sigue diciendo el doctor Manes: “Los chicos necesitan volver a aburrirse. Aconsejo que se desconecten de artefactos como teléfonos y tabletas todos los días un rato. Mis hijos tienen 7 y 10, y aconsejo que se conecten solo un rato y que experimenten las dos situaciones.”
Los adolescentes son los que más se irritan ante el aburrimiento. La dopamina, sustancia responsable de darnos sensación de bienestar, está muy activa a estas edades y contribuye a que estén constantemente en busca de situaciones de riesgo. Como crecen muy rápido, se elevan los niveles de ansiedad. Una de las cosas más importantes que los chicos tienen que aprender es a explorar la imaginación.
Cuando un chico se queja de estar aburrido, los padres generalmente se ponen ansiosos junto con él. Y como todo lo que les pasa a los chicos con respecto al aburrimiento seguramente nos haya pasado alguna vez a nosotros, intentemos retrotraernos a esa época. Pensemos cómo lo solucionaron nuestros progenitores, maestros o tíos en ese momento. No entremos en pánico. Y no pensemos que toda época pasada fue mejor.
Disfrutemos de lo que tenemos hoy entre manos.
* “Cuando la vida se conecta”,
Martina Rua en LNR, 26/04/15
Bibliografía:
Encuesta local en CABA de Microsoft, Susana Morduchowicz en diario Perfil, 26/04/15
Entrevista a Facundo Manes en La Noticia Deseada, marzo 2015
“Never a dull moment” en Real Simple, febrero 2015