Cuando se proponen algunas actividades de vacaciones para los chicos, a los grandes nos resultan auténticas experiencias de “supervivencia”. Entonces entre las mamás se arman los debates.
Algunas dicen:
-Van a salir sucios o lastimados.
Otras:
-Y, ¿si se resfrían?
Aunque el plan viene sugerido por adultos, se preguntan:
-¿Tendrán la atención adecuada?
Por el contario, muchas se entusiasman convencidas de que los chicos están ante una gran oportunidad para aprender a desarrollar la fortaleza, la audacia y hasta la necesaria capacidad de frustración.
Cuándo será prudente preservarlos y cuándo envalentonarlos.
La exigencia de garantizar cuidado y seguridad a los hijos es tan esencial que hasta los animales tienen el instinto de proteger a sus crías. Así, la misma naturaleza nos muestra el camino y estamos inclinados a preservar a los nuestros.
Generalmente, los padres ponemos todas las potencialidades y aptitudes: inteligencia, voluntad, instinto para atender sus necesidades y mantenerlos a salvo de lo malo que pueda sucederles. A los chicos les da seguridad crecer con la incondicionalidad de la protección de sus padres.
Hay padres y padres
Cada uno, según su carácter, pondrá en práctica estas cuestiones, con toda la gama de variantes que pueda haber. Habrá quien considere que hasta ensuciarse puede acarrearle un malestar a su pequeño.
Otros, privilegian las ventajas que tendrán sus hijos para desarrollar nuevas capacidades y mayor seguridad en situaciones novedosas o de peligro aparente en las que podrán medirse en un nuevo escenario e intentar hacer las cosas a su manera aunque puedan recibir algún golpe.
De esta manera, los niños se verán fortalecidos:
– habrán aprendido algo
– irán madurando su capacidad de frustración
– tomarán conciencia de los límites
– tendrán que hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones
Mientras, los padres se liberan de la “necesidad” de estar recordándoselos a cada momento.
Una oportunidad
Es prioritario detenerse y escucharlos a ellos, así estaremos en condiciones de conocer sus miedos y expectativas y razonar juntos en una mirada cariñosa si la actividad que van a realizar es acorde a su edad y si les aporta algo positivo.
Pero… qué se nos juega a los padres en relación a ellos.
Habrá que escucharse y profundizar en los propios miedos, las manías y limitaciones, y nuestras zonas de seguridad, para diferenciarlos de los de ellos.
Cuando el padre o la madre sienten pasión por los deportes alentarán a su hijo a que los practique. Mientras, el que haya tenido una infancia más sedentaria, percibirá algunas actividades deportivas como peligrosas.
Es natural que nos pase, no es para asustarse, simplemente se trata de asumir que sus miedos serán distintos a los nuestros; y si no lo son, será útil detenerse a pensarlo.
Nuestra responsabilidad acerca de su integridad emocional y física, nos lleva a movernos en una delgada cuerda sobre la que intentamos conservar el equilibrio en las respuestas, el cual no estará dado sólo por lo asertivos o criteriosos que seamos sino especialmente en nuestra propia capacidad de hacernos las preguntas correctas.
helenaguemes@gmail.com y caroarabetti@gmail.com, gracias por dejarnos estas orientaciones.