Hablar de comunicación, de conversación, se parece a un “tema libre” sin embargo, destacamos el valor de estas especialistas.
Por Dra. Patricia Nigro – pnigro@austral.edu.ar*
En el Libro blanco de la conversación que coeditamos con la doctora Marcela Farré en 2022 por la Editorial Biblos, reunimos a siete mujeres, doctoras, especialistas en Ciencias Sociales, en Humanidades, en Comunicación Social, y escribimos sobre distintos tipos de conversación. Promovemos un detenerse a pensar antes de hablar, a escribir con conciencia, a leer sin malinterpretar, desde el respeto del Otro en tanto Otro, del Yo y Tú de Martín Buber.
“Trabajamos cada una un capítulo específico de la conversación y lo hicimos como mujeres intelectuales que queremos aportar al bien común y al bien de la patria”
La lengua y los tiempos
La lengua se desarrolla en el tiempo histórico (diacronía, del griego, “a través del tiempo”) y muta con el correr de ese tiempo, hoy más que nunca acelerando cambios por la facilidad de comunicarnos al instante y de influirnos, para bien y para mal, globalmente. A su vez, se despliega sincrónicamente (del griego, “en el mismo tiempo o momento”). Entonces tomamos en cuenta dos aspectos:
Por un lado, las variedades lingüísticas, dialectos, según la región geográfica, cronolectos, según la edad, sociolectos, según el ambiente social en que se mueven de las personas. No es mejor ni peor como se expresa alguien nacido en una provincia argentina, en otro país hispanohablante, una persona joven o una mayor. Son formas diferentes que enriquecen nuestro tesoro común, la lengua castellana que hoy hablan casi 600 millones de personas.
Y, por el otro, los llamados registros. Se habla o escribe de modos diferentes según el tema acerca del cuál se esté tratando, según con quién o quiénes se comunique, según el espacio y el tiempo, en general, la situación comunicativa en que se encuentre.
Por eso, las personas manejamos, con más o menos formalidad, nuestra lengua, según la ocasión.
¿Qué es lo importante?
Decía el gran semiólogo italiano, Umberto Eco, que existen “niveles de fruición, de gusto”: alto, medio, bajo. Una persona educada puede pasar de hablar con una criatura a tratar con un jefe, sabe que debe cambiar el modo de emplear la lengua y sabe cómo hacerlo. Una persona educada puede leer una historieta y divertirse o leer a Tolstoi y sentir el gusto de la buena literatura.
Cuando no se educa a las personas, sólo les queda el nivel más bajo, la casi carencia de la palabra oral y escrita. Como lingüista, considero que así no se les permite desarrollar plenamente su humanidad, sin desconocer por esto que hay también muchas otras cuestiones urgentes.
Qué es cuidar la lengua
Para finalizar estas reflexiones, resumo que el cuidado de nuestra lengua supone:
- Recordar que las palabras son acciones (como bien señalaron Austin y Searle).
- Recordar que el dolor que podemos producir en los demás es siempre el límite. (como dijo Susan Sontag).
- Recordar la importancia del silencio y de la comunicación no verbal.
- Recordar que existe la cortesía verbal que nos permite desterrar los discursos de odio de la comunicación pública.
Recordar, en latín, es “re- cor” (volver a pasar por el corazón). Que este breve texto sirviera para llegar al corazón de quienes lo leen es mi mayor deseo.
* Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral. Coautoras del libro Marcela Farre Rusculleda Paula Inés Porta Ana Slimovich Silvia Ramírez Gelbes Roxana Fantin y Silvina Douglas. Gracias Facultad de Comunicación | Universidad Austral y Universidad Blas Pascal.