Resiliencia
El sentido de vida es el corazón de la resiliencia. Cuando la vida duele, ¿es la familia el lugar más adecuado para curar las heridas?
MARIUQUI MAGRANE | ORIENTADORA FAMILIAR Y ASESORA EN RELACIONES FAMILIARES | MAGRANE.MARIUQUI7@GMAIL.COM
[dropcap]E[/dropcap] l concepto de Resiliencia se utiliza desde 1942 y significa fortalecer a las personas con habilidades y capacidades individuales para mitigar el impacto de la adversidad en el momento de su aparición. Reconoce las fortalezas del ser humano, más allá de su vulnerabilidad.
En la familia, consiste en esa capacidad de “renacer”, de desarrollar una vida interesante y positiva a pesar de haber tenido que afrontar situaciones perjudiciales, se nutre de factores de protección y de riesgo.
¿Puede una familia resiliente llegar a constituir un factor de protección, con un ambiente protector?
Puede
Habitualmente, en la familia reinan sentimientos y necesidades diferentes, incluso opuestas, que las vuelven vulnerables.
Ante esta realidad, comprobamos que se mezclan elementos que protegen y otros que debilitan, se entreveran factores de protección y de riesgo.
Las familias que pueden garantizar el bienestar de sus miembros, que logran expresar sus sensaciones y emociones con respeto, preservan sus vínculos.
Generalmente saben ayudarse unos a otros. Cuando es necesario buscan ayuda profesional preventiva, algo que cuesta más hacer después de una catástrofe.
La experiencia más general muestra que, cuando algo hace sufrir profundamente, se busca ayuda entre los lazos afectivos más íntimos, generalmente, en la propia familia.
Algunos no buscan esta protección, la evitan porque no quieren hacerlos sufrir.
¿Se puede? Sí, cuando han desarrollado en su seno relaciones afectivas y protectoras.
Momentos vulnerables
A lo largo del ciclo de la vida en un hogar se viven momentos de vulnerabilidad. Cada vez que se tienen que enfrentar cambios: la llegada de un bebe, la búsqueda de emancipación de los adolescentes, el envejecimiento de
los padres, la edad de retirarse, los cambios de domicilio… todas son situaciones que obligan a encarar nuevas tareas y hacer las necesarias adaptaciones.
En estas condiciones, además, sobrevienen acontecimientos imprevistos: accidentes, enfermedad, muerte, pérdida de trabajo. La suma de estas nuevas situaciones puede aumentar la vulnerabilidad familiar.
Por eso, se necesita de resiliencia familiar, que es lo contrario al individualismo, al «¡sálvese quien pueda!», al «sobreproteger» al hijo enfermo/accidentado, o abandonarlo.
Una madre resiliente no se siente “víctima” del traumatismo que sufre la hija/o o el marido, hermano/a o su propia madre o padre.
Momentos de armonía
Después de los padecimientos sufridos, de la índole que sean, el camino de la resiliencia en la familia significa poder restablecer cierta armonía, cierto desarrollo positivo, reencauzar la educación y adaptación social de todos. Es el momento de apelar a la innovación y de desplegar la capacidad creativa de todos los miembros.
Es difícil buscar ayuda profesional
en los grandes
traumatismos familiares.
La vida familiar no será como hubiera sido si nada hubiera pasado pero, a pesar de todo, la existencia retoma su ciclo. Se requiere una dinámica particular y el desarrollo de ciertas estrategias.
En todas las familias existe un potencial de resiliencia, de acuerdo con las diferentes competencias de cada uno, las interacciones persona-familia-ambiente y según su propia evolución en el tiempo.
«Resiliando»
Ante la enorme diversidad que se da en cada familia, la resiliencia no puede considerarse de manera uniforme. No todos experimentan del mismo modo, el mismo drama. No todos desarrollan competencias personales ni recursos en los mismos tiempos. Unos pueden impulsar hacia adelante a la familia; otros, en cambio, pueden frenan su evolución.
Entre hermanos y hermanas suelen surgir capacidades de sostén y ayuda mutua. La resiliencia en general tiene necesidad de un motor, de un líder capaz de arrastrar a los demás gracias a su capacidad personal para hacer frente a situaciones adversas y prestar atención a quienes están implicados en ellas.
Estas heridas son comparables a
los que han tenido que afrontar
colectivamente desgracias
extraordinarias como es el caso de
los refugiados, que llegan a perder
sus códigos culturales de referencia
La capacidad de modificar el proceso en curso según los momentos evolutivos o según los momentos que puedan producirse con el correr del tiempo reclaman uno de los principales elementos propios de la resiliencia: la flexibilidad.
Recomponiendo
Cuando hablamos del auténtico perdón, por la herida que agresiones graves provocan quizá más en el alma que en el cuerpo, nos movemos en un terreno profundo. El proverbio árabe: “El único dolor que destruye más que el hierro es la injusticia que procede de nuestros familiares” expresa con bastante crudeza lo que estamos tratando de explicar.
Hay situaciones reales, frecuentes y no por eso menos tremendas, ¿puede una madre/un padre perdonar al asesino de su hijo?, un hijo al asesino de sus padres, un hermano. Sin embargo, aún en dolores extremos, el perdón tiene un efecto liberador. Calma la turbulencia de emociones y sentimientos.
El perdón no es ceguera, quien perdona no cierra los ojos ante el mal; no niega la injusticia cometida. Si lo negara no tendría nada que perdonar.
Pero cuando el perdón es sustituido por el odio y el deseo de venganza, el odio provoca la violencia, y la violencia justifica el odio. En cambio, cuando perdono, pongo fin a este círculo vicioso. Así, ya no se busca venganza. De nuevo son los proverbios los que vienen a alertarnos: “El vengador tiene que cavar dos fosas, la de su enemigo y la propia”.
Con el perdón, la resiliencia pone en marcha recursos y competencias de naturaleza particular, muy diferentes de las estrategias de adaptación o de control de una situación.
Al principio, mediante su presencia, su afecto, serán los otros quienes aporten “granos de esperanza” a la víctima.
En su momento será oportuno consultar un terapeuta, que sea de los que ayudan a descubrir o desarrollar razones para alentar esperanzas.
Porque, sembrar la esperanza es concentrarse más en las soluciones que en los problemas ya que se parte de la premisa de que la persona tiene recursos interiores para encontrar soluciones.
Mirando al futuro
Se respetan los tiempos de cada uno para recuperarse de los grandes traumatismos de la vida, se ponen en juego valores espirituales, que trascienden y van dotando de sentido y significado a la adversidad.
La mirada vuelta hacia el futuro significa que, por más que el horror sufrido sea muy grande, uno aún puede tener confianza en el porvenir. Es el momento del reconocimiento que necesitamos, a cualquier edad, de que se aprecie lo que hacemos y aún más, lo que somos.
Comprender los diferentes modos de
sufrir nos acerca emocionalmente.
Necesitamos percibir que somos valiosos para alguien. Muchas veces, el miembro de la familia que sufre un trauma se vuelve algo extraño para los demás. Los “heridos psíquicos” no siempre encuentran las palabras para su dolor y la complejidad de lo que sienten; a los otros les cuesta “demasiado” comprender o, tal vez, no quieren hacerlo porque los hace sentir incómodos, y mil razones más.
Lo indecible, lo inimaginable, lo incomprensible, lo inadmisible hace estragos en las familias en las que no se reconocen los sufrimientos y los daños padecidos por la o las víctimas. Pensamos en situaciones de abuso, de maltrato intrafamiliar, de abandono, entre otras. Allí, la necesidad del reconocimiento como víctima y ser humano, es decir, como ser valioso, es una etapa indispensable del proceso de la resiliencia. Es preciso sentir con los demás el propio sufrimiento, hablar de él y, al mismo tiempo, reconocer el de los otros.
Cuando falta ese reconocimiento y la persona herida siente que se convierte en un extraño, los sufrimientos se agravan y el traumatismo provoca peores efectos.
El proceso de reconocimiento le permite a cada integrante del grupo “sentir” el sufrimiento de los demás y eso sana, contribuye a sanar. Con adecuada ayuda externa una madre, un padre y los hijos pueden iniciar así el proceso de resiliencia. Es decir, lograr el respeto por uno mismo, la autoestima perdida y, así, recuperar la confianza en sí mismos.
[notification type=»information» title=»»]
RIQUEZAS
⇔ Al estar atentos a cada uno de los demás integrantes de la familia, se desarrollan virtudes. Se concreta la dimensión espiritual de justicia y lealtad.
⇔ Que todos puedan tener un acceso al sentido y construir una historia aceptable de lo sucedido, les posibilita volver a encaminarse. En esto reside el corazón del trabajo de resiliencia.
⇔ Para algunas familias el haber vencido ante la adversidad da fuerzas para los nuevos obstáculos.
⇔ La adversidad desencadena la movilización de todas las capacidades y la familia obra un cambio creador de una gran riqueza.
[/notification]
[notification type=»success» title=»»]
NECESIDADES
⇔ La confianza desarrollada en la familia de que se puede salir de una situación traumática forma parte del conjunto de creencias capaces de animar la vida familiar.
⇔ La posibilidad de tener cierto dominio de la situación. Al comienzo todos se sienten abrumados por la impotencia, sufren el impacto. Encontrar una posibilidad de acción y de cierto control alimenta la esperanza y constituye el comienzo de sosiego físico y emocional que, a su vez, fortalece la capacidad de acción y de control.
⇔ Mantener o restablecer un funcionamiento organizado, aunque diferente del anterior.
⇔ Continuar ejerciendo las funciones, aunque cambien algunos roles, redistribuir las tareas, adoptar nuevas actitudes colaboradoras frente a las consecuencias del drama.
⇔ La posibilidad de recuperar cierta seguridad global gracias a la calidad de las relaciones desarrolladas en el seno de la familia y con el ambiente exterior.
[/notification]