¿ES POR AMOR?

Violencia familiar

La violencia en la pareja no es algo extraño, lejano o difícil que suceda. Por el contrario, ocurre y confunde. Son dos en juego… y los hijos…

ADRIANA CEBALLOS| ORIENTADORA FAMILIAR | PSICÓLOGA SOCIAL | LIC. EN GESTIÓN EDUCATIVA | CEBALLOS@FIBERTEL.COM.AR

[dropcap]C[/dropcap] uando hablamos sobre el amor viene a nuestra mente muchas veces la imagen de una pareja, de dos personas que están unidas y se quieren. Las palabras quedan cortas para hablar del amor, es entrega, es dolor y es alegría.

El amor no es egoísta, se conforma con la sola existencia del otro. No es apropiación, es desinterés. Es libertad, es trascendencia, logra transformaciones maravillosas.

El amor es la búsqueda del bien para el ser amado y el gozo casi como bien propio, cuando ese bien  se ha cumplido.  El amor es un milagro que, cuando anida en el corazón, permite morir en paz.

El lado oscuro

Algunas de las definiciones de violencia hablan de aquello que está “fuera de su estado natural”, incluye términos como agresión, virulencia, abuso, atropello. Se refiere a forzar, infringir, quebrantar.

Por eso, aunque el cine en una película exageradamente promocionada lo presente como natural,  conjugar violencia y amor es sumamente confuso y difícil de entender.

El crecimiento de una pareja se
basa en el amor, el respeto, la
confianza y la comunicación.

El crecimiento y desarrollo de una pareja se basan en el amor, el respeto, la confianza, la comunicación. Cuando la violencia se “cuela”, se produce un quiebre que atenta contra las personas y produce mucha inseguridad. Este quiebre va mas allá de la pareja y afecta a toda la familia. Además, el maltrato, destrato o violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, acarrean situaciones que no tienen prácticamente solución, o al menos requiere de tratamiento y mucho tiempo para que sean reparadas.

Un círculo vicioso

La violencia en la pareja se caracteriza por secuencias o ciclos, que comienzan con la agresión -ya sea psíquica o física-, tensión, rabia. Siguen con la reconciliación, la disculpa, casi victimización del agresor, y finalmente concluyen con un estado de ambigüedad. Este último estado tiene que ver con esa duda respecto a si es verdaderamente violencia, cuando al poco tiempo ha habido muestras de cariño y pedido de perdón, además de promesas de reparación. El agredido espera, alerta o confiado durante un período de calma que sigue a la reconciliación .

actua 67Pero, a la cruda realidad que muestra la repetición de esos ciclos, se agrega un serio problema, que es el acostumbramiento, el hábito de dejarse maltratar y de llegar a pensar que es algo natural y hasta merecido.

Con el tiempo, lejos de mejorar, las crisis se profundizan, la agresión y la amenaza empeoran, y los momentos de paz son más espaciados y cortos. Conviven el amor y el rechazo, la duda y la culpa.

¿Por qué la violencia?

Las causas son variadas: desde factores biológicos como enfermedades de distinta índole, pasando por cuestiones ambientales, como la convivencia con familias inestables, los malos tratos, los grupos de pares en la adolescencia, la marginación, la privación económica, hasta cuestiones de género, en particular referidas a la mujer y su lugar en la sociedad.

La violencia en la pareja está muy arraigada a costumbres, cultura, tradición y educación. Las consecuencias se trasladan del agredido a la misma familia, produciéndose situaciones de tensión, miedo, angustia por el próximo atentado, estragos en la autoestima, vergüenza, depresión.

Los niños y adolescentes 

Suelen tener problemas de relación. En la escuela, pueden copiar las conductas agresivas con otras personas. Sin embargo, podemos decir que no necesariamente un padre violento genera sí o sí un hijo violento, aunque seguramente sí será problemático.

Además, la violencia puede repetirse a lo largo de varias generaciones, ya que se hace lo que se ve, más que lo que se dice en la casa.

La violencia en la pareja se
caracteriza por ciclos, que
comienzan por la agresión, siguen
con la reconciliación y concluyen
con un estado de ambigüedad.

Es fundante establecer desde los inicios una relación sana, con bases consensuadas. Asímismo, estar atento ante el menor indicio de la más mínima agresión: la escalada simétrica puede ser luego difícil de manejar. Si se permite un simple comentario subido de tono, esto trae el insulto, de allí la frase descalificante, el golpe, el sometimiento, hasta que finalmente la violencia se instala.

Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una PAReja, donde ambos son iguales y hay simetría en la relación. Una igualdad dada en los derechos y deberes, aunque no en el modo de ser, sentir, pensar y accionar, porque justamente la diversidad enriquece y permite crecer.

Una pareja, desde que se constituye, debe “pensarse” a sí misma. Es fundamental tener claro el camino a elegir en función del lugar a donde deseamos llegar, y este camino, como todos, ha de tener límites conducentes y contenedores.

Una pareja no se improvisa, como tampoco se improvisa un hombre. Sin duda, en las condiciones que se encuentra la sociedad hoy, habría que centrarse en el valor de la vida: se ha perdido el valor por la vida humana. Lo vemos claramente en los delitos graves que se cometen contra ella todos los días. Quien no valora su propia vida, mucho menos valorará la ajena.

«Pues el caso es verdadero; 
yo soy el herido, ingrata, 
y tu amor es el acero; 
¡Si me lo quitas, me muero; 
si me lo dejas, me mata!»
Rubén Darío.
(Poeta, periodista y diplomático
Nicaragüense. 1867- 1916).

En relación a la violencia de género y la violencia de pareja, Neuquén fue la primera provincia que instauró un sistema por demás efectivo e interesante, hoy copiado por otras provincias de nuestro país.

En el año 2006 se inauguró la Oficina de Admisión de Situaciones de Violencia Familiar y  Derivación de Tramites, que implementó dispositivos de intervención urgente. Se trata de un espacio integrado por profesionales de distintas disciplinas –abogados, médicos, psicólogos, asistentes sociales- con atribuciones de intervenir de manera directa y compulsiva en instancias de prevención y de tratamiento, y de articular con otros organismos del Estado (acción social, salud pública) y del mismo poder judicial (defensorías civiles, fiscalías, juzgados penales) la implementación de medidas de seguridad urgentes como programas de tratamientos para víctimas y agresores evitándose las intervenciones fragmentadas y extemporáneas, consecuencia de la burocracia y de las cuestiones de competencia intersectorial.

Como bien sabemos, las demoras en materia judicial se pagan muchas veces, con la vida.

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