El verano es una etapa divertida, relajada o puede convertirse en algo tenso y sujeto a discusiones… las especialistas siguen ayudando.
Edición María Lescano – periodista
Esta vez son Caroarabetti@gmail.com abogada y helenguemes@gmail.com quienes nos llevan a esa parte de la realidad que son los programas que tienen algo de riesgo.
Obviamente, no nos hablan de la práctica de deportes de riesgo ni de desafíos que no estén a la altura de la edad de nuestros hijos sino de esas experiencias de “supervivencia” que quienes las vivimos en etapas de infancia y adolescencia soñamos con repetir.
Entre las mamás se arman auténticos debates: algunas, las más “prolijas” dicen que van a salir sucios o lastimados, mientras otras piensan que si no están ellas ahí, no van a tener la atención adecuada.
La salvaguardia de los hijos es instintiva, vemos como los animales protegen a sus crías, pero los padres pueden sumar al instinto, la inteligencia y la voluntad para que nuestros hijos perciban esa incondicionalidad que corresponde al amor de padres.
Sin embargo, otros padres junto al compromiso de brindarles protección piensan en las ventajas que los niños tendrán al desarrollar nuevas capacidades y mayor seguridad en situaciones que se presenten novedosas y que “signifiquen cierto riesgo”. Estarán expuestos a nuevos escenarios aunque alguna vez lleguen a salir “golpeados”. Habrán aprendido algo, tomarán conciencia de sus límites y se harán cargo de las consecuencias de sus actos.
Te animamos a ser de esas mamás que sin perder la prudencia, sepas descubrir en estos planes una oportunidad para que aprendan a desarrollar la fortaleza, la audacia y también la “temida y necesaria” experiencia de la frustración.
En ocasiones será prudente preservarlos y en otras, será aconsejable envalentonarlos, acuerdan Helen y Caro.
La voz de los padres
Los padres, con nuestros matices, solemos tomar cualquiera de las dos actitudes, según el campo donde nosotros mismos nos sintamos seguros. En ciertos momentos, sacaremos si es preciso, nuestras garras para protegerlos a cualquier precio, y otras veces, dejaremos que experimenten por sí solos alguna aventura, sabiendo qué riesgos están corriendo. Conviven en nuestro interior como dos voces que intentan hacerse escuchar, si uno está dispuesto a hacerlo.
La voz de los hijos
Escucharlos nos pone en condiciones de conocer tanto sus miedos y como sus expectativas. Y, bajo la mirada cariñosa, vamos descubriendo si la actividad es acorde a su edad y si les aporta algo positivo. Nuestra relación con ellos se pone en juego y el conocimiento propio y del cónyuge nos ayuda a descubrir si somos más audaces o nos asustamos por cualquier cosa… si tenemos una atendencia sedentaria que no nos interesa transmitir.
Algo que puede parecer trivial, no lleva a reconocer tanto nuestra responsabilidad como nuestras emociones y conversarlo entre padre y madre enriquece esa relación.
Hacernos las preguntas correctas sacará lo mejor de nuestras decisiones.