¿Existe el impulso a dirigir la vida de los otros?

Hace muchos años que estamos en contacto con la Dra. Sonia Abadi. Elegimos compartir un mensaje que ella quiere difundir.

E n la carrera de medicina nos enseñaban: «primum non nocere», «lo primero es no causar daño», frase que se atribuye a Hipócrates, padre de la medicina. Es decir que lo primero de una intervención, un tratamiento, un medicamento, antes de pensar en curar, era no causar daño al paciente. Se llama iatrogenia el daño que se le causa al paciente involuntariamente. O como decía mi abuelita: «a veces es peor el remedio que la enfermedad». 

Encontrar los modos propios

 Y lo mismo sucede en la economía, cuando el exceso de intervención del Estado causa más problemas que beneficios. O en las empresas, cuando un jefe, un líder, intenta ayudar a su gente a ser más eficiente y no les da la oportunidad de encontrar sus propios modos de enfrentar un desafío

Qué pasa con los hijos

Y nos pasa con los hijos, a los que tratamos de ayudar a resolver desde sus tareas de la escuela hasta sus crisis amorosas de la adolescencia. O cuando damos consejos a otros desde nuestra propia experiencia, sin conocer bien su contexto o sus necesidades, poniendo en riesgo su trabajo, su pareja o su salud. Algunos aconsejadores compulsivos sólo nos marean y confunden con sus categóricas opiniones.

Estamos acostumbrados a intentar controlar, ordenar, domesticar la incertidumbre

El tema es que estamos acostumbrados a intentar controlar, ordenar, domesticar la incertidumbre. Para eso tratamos de intervenir en lo que sucede a nuestro alrededor. Y con las mejores intenciones. Pero a veces no se trata de actuar, sino de dejar de hacer algunas cosas que pueden tener efectos negativos. Quizá sea más lúcido dar la oportunidad a que ciertas situaciones se acomoden por su propia dinámica.

 ¿Cuándo intervenir?

Por eso es necesario medir y evaluar nuestras intervenciones. Porque pueden distorsionar, acelerar o retrasar procesos que se resolverían naturalmente.

Intervencionismo ingenuo: Intervenir sin prestar atención a los daños colaterales.

 

El economista y escritor Nassim Taleb nos habla del intervencionismo ingenuo. Intervenir sin prestar atención a los daños colaterales. Preferir o sentirse obligados a hacer algo antes que a no hacer nada. Y dice que aunque este es un instinto que puede ser beneficioso en las urgencias de un hospital, resulta perjudicial en aquellas cuestiones en las que hace falta la reflexión y el análisis de un experto.

Resistirse al impulso de intervenir

A veces hay que resistirse al impulso de intervenir, a pesar de que siempre es más valorado contar lo que uno hizo, antes que contar lo que uno dejó de hacer. La acción es más visible que la abstención.

Dejar de hacer

 Pero además, en nuestro trato con otras personas, dejar de hacer no es sólo criterio y prudencia, sino también respeto y confianza para acompañar el proceso de cada uno. 

Respeto y confianza para acompañar el proceso de cada uno.

 Y, aunque nos cueste aceptarlo, también confiar en que el “azar”, las oportunidades y otras intervenciones menos ingenuas que las nuestras puedan facilitar mejores resultados.

 ¿Te pasó alguna vez querer ayudar a otro y metiste la pata, creándole un bloqueo de sus soluciones o un problema peor?

Y la profe de música le deja una gran enseñanza:

Mi profesora de canto decía: «Para cantar, de nada sirve saber hacer si no se sabe dejar de hacer». Porque para que la voz fluyera, había que dejar de hacer algunas cosas. No tensionarse, no esforzarse por cantar fuerte. La laringe es un tubo con músculos circulares y, al tensionarse, la luz del tubo se estrecha. O sea que cuanto menos esfuerzo hacemos más se relaja y expande la garganta, y más potente y clara sale la voz

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