¿Es esperable que quieran dormir solos? ¿Cómo acompañar el cierre del día y favorecer los procesos para el buen descanso de padres e hijos?
Por Lic. María Catarineu – Psicopedagoga – Especialista en bebes y niños en primera infancia – Lirios del Talar – @Rayuelatiempodejuego
El acto de dormir es un acto solitario por excelencia. El cierre del día, la hora del descanso, no sucede porque anochece y baja el sol, sino porque se hace necesario replegar la atención del mundo circundante hacia el interior. Este hábito, requiere de una artesanía cotidiana que se construye con el sostén de alguien que cuida, que mece y ofrece el ritual del buen dormir.
AGOTAMIENTO VS. ASIMETRIA
Los adultos muchas veces nos sentimos agobiados por estar sosteniendo la disponibilidad y nos encontramos agotados con la demanda de nuestros hijos. Vamos al trabajo, nos ocupamos de las tareas domésticas, aparte de nuestras dolencias en cualquiera de sus niveles, nos dejan en un estado de derretimiento, cansancio y chispazos en el estribo del día. Es por eso que, a la hora de acompañar el dormir, la guardia se nos baja y aparece la fantasía de tirar la toalla. Estas vivencias son esperables, entendibles y vamos a normalizarlas, en vez de culpabilizarlas. Ahora bien, las posiciones están dadas por la naturaleza del vínculo filial.
Está claro, ellos son los niños y nosotros los adultos. Los padres y los hijos no tenemos la misma posición. La posición del cuidado es nuestra, la responsabilidad en el sostén y la comprensión está en las manos de adultos como sus figuras de cuidado. Hay que armar diferencia, con la construcción del valor de la responsabilidad en nuestros hijos. Esa es una tarea de artesanía cotidiana, que se va desplegando todos los días, en compañía nuestra y en sostén de la asimetría.
ARRORRÓ MI NIÑO
¿Es esperable que nuestros hijos pequeños quieran dormir solos? No, no es esperable que quieran dormir solos, sobre todo en esa instancia de la noche y la oscuridad, donde ellos quieren y necesitan sentirse cuidados, seguros y acompañados. Irse a dormir, lleva un tiempo y un esfuerzo por parte de los adultos, donde vamos generando las condiciones para que ese escenario se construya, acompañando el pasaje de estar despierto al repliegue del dormir.
Es un trabajo comparable a cuando intentamos que los niños quieran jugar solos, que puedan construir esa capacidad de estar a solas con sus juguetes. Así como los chicos para poder jugar solos, primero necesitan jugar a solas en compañía nuestra, al momento de dormir, también necesitarán de la compañía nuestra con el osito, el cuento o la canción.
Este escenario, nos servirá de plataforma de despegue para ir soltándonos paulatinamente. Es un plural, ya que nosotros también vamos soltando en cierto punto el dormir con ellos. Les estamos donando esa distancia para crecer y esa confianza donde ellos poquito a poco van a lograrlo. Esos chiches nos representan y están empapados del vínculo, hay en ellos algo de mamá o de papá.
DE LA RUTINA AL RITUAL
Vivimos en un tiempo sin tiempo. A pesar de que los días siguen teniendo 24 horas, las agujas del reloj parecerían avanzar cada vez a mayor velocidad y los padres casi no tenemos tiempo para estar con nuestros hijos.
En general, solemos estar presentes en los momentos del baño, la comida y el cierre del día. Justamente en esos tiempos, que parecen tan simples y cotidianos es donde tenemos la oportunidad de desplegar y construir el vínculo con nuestros hijos.
¿Qué sucede en el escenario de las rutinas? Cuando esos actos de todos los días, van teniendo un cauce, se sostienen en el tiempo y nos transformamos en protagonistas, esa rutina se colma de un significado propio y se convierte en un ritual de encuentro único de juego que es fundante para nuestros hijos. Es por eso que, a la hora de dormir, donde aparecen los miedos y la incertidumbre, el ritual que armamos con ellos, les ofrece la certeza y el cobijo nuestro y la de su ángel de la guarda, dulce compañía. Ese ritual que nos identifica, deja una huella vincular, que ofrece ese colchón de seguridad necesario para poder soltarnos. Está teñido de nuestro encuentro, de nuestros arrullos afinado o desafinados y de nuestro relato conocido o inventado.
En los rituales se gestan al mismo tiempo, las primeras matrices de aprendizaje ya que su armado requiere de la anticipación, la secuencia del inicio, desarrollo y cierre junto con la presentación de objetos integrados en un relato.
EL BUEN DESCANSO
Para poder ser “los barqueros que guían hacían el muelle de Morfeo” y acompañar a nuestros hijos pequeños en el pasaje de estar despierto al ritual del buen descanso, necesitamos contar con puntos de anclaje que principalmente se puedan sostener en el tiempo. Sabemos que estos puntos son generales y que, por supuesto, se debe tener en cuenta la singularidad de cada niño, de cada familia junto con las circunstancias que suceden.
LA ANTICIPACION: Se habla mucho de anticiparles a los más pequeños los diferentes escenarios que van a transitar, pero poco se dice de nuestra propia anticipación. ¿Cómo llegamos nosotros al cierre del día? ¿Qué resto de energía resguardamos para ese momento? Entonces, anticipamos otros cierres, desde las cortinas hasta las pantallas, ya que anulan toda posibilidad de que nuestros hijos también se conviertan en protagonistas de esos escenarios.
Definir un horario fijo para el trinomio del baño, la comida y sueño, de esta forma ellos van asociando que llega la hora de irse a la cama. Si queremos hacer alguna modificación o adelantar los tiempos, tenemos que ir modificándolos paulatinamente día a día, por ejemplo adelantando 15 minutos por vez.
CALENDARIO INFANTIL:
Los más pequeños necesitan de objetos concretos para “tocar” los tiempos y poder armar la secuencia de su propia rutina. Un simple calendario de tela casero, con dibujos, colgado en el cuarto, colabora con la secuencia del día: un sol /jardín/almuerzo/siesta/juego/te/baño/comida/sueño. Con nuestra ayuda pueden ir moviendo un objeto (broche) para ayudarlos y así incorporarlo.
LOS RELEVOS: Armar acuerdos entre los padres en relación a los diferentes reemplazos para acompañarlos a su cuarto, tanto en el inicio del sueño como en los despertares de la noche y armar turnos para atender sus necesidades y volver a ofrecerle el escenario su espacio, su cama, su osito. Es por ello que los relevos entre adultos tienen sentido para acompañar, con el intercambio de ida y vuelta en nuestras funciones de cuidado.
OFRECER – NOS
Nuestros hijos van tomando aquello que sus padres les ofrecemos, que donamos. Parece invisible a los ojos pero es parte de esa siembra esencial. Los frutos que van brotando los vamos cosechando poquito a poco en el tiempo y ese esfuerzo deja una huella de vínculo en sus corazones.
Lic. María Catarineu – Especialista en bebes y niños en primera infancia @rayuelatiempodejuego . Lirios del Talar.