COMO UN BARCO

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“Ser joven es tener ideales y luchar hasta lograrlo, es soñar en el futuro por el que se trabaja en el presente, es tener siempre algo que hacer, algo que crear, algo que dar».
Anónimo.

 

MARCELA A. BARBERA | LIC. CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y ORIENTADORA FAMILIAR | MARCELABARBERA@YAHOO.COM

 

[dropcap]U[/dropcap] n día, Rochi llega del colegio y, como todas las tardes, se sienta junto a su mamá, Cristina, a tomar el té. Charlando de varias cosas, le dice inesperadamente: “¡Ma!, ahora que termino 5º, ¿qué va a ser de mi vida?” Cristina sonríe y le pregunta: ¿Por qué, hija..?” Respuesta sorpresa: “Porque hoy estuvimos charlando con los chicos sobre nuestro futuro, y la verdad es que nos quedaron más preguntas que respuestas: ¿con quién deseo compartir mi vida?, ¿estoy preparada para el futuro?, ¿dónde estaré en los próximos cinco o diez años?, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿cómo aprovechar mi tiempo?, ¿qué estoy dispuesta a hacer para lograr mis metas?, ¿alcanzaré el éxito o fracasaré en mis actividades?”

Las preguntas suenan a un clásico de la edad, pero cuando está tu hijo o hija delante planteándolas, resultan novedosas y revolucionarias. ¿Cuál es tu reacción?, ¿te salen las palabras? Es más, ¿hay un espacio de diálogo para tantos temas..?

Aguas profundas

La imagen del barco también es habitual cuando llega este momento; sin embargo, me gusta. Y me gusta pensar concretamente en los veleros que no dependen sólo del timonel; también hay que conocer los vientos y saber manejar las velas.

Además, hay que animarse a llegar a las aguas profundas, porque la vida del hombre -de nuestro hijo- precisa de un norte, de un guía, de una guía si no queremos que sea una simple sucesión de días sin dirección ni sentido. Y tendrá que conocerse cada día un poco más a sí el sentido a su vida, para proponerse proyectos y metas que llenen su existencia.

Conocerse para saber si lo que hace o se propone hacer lo aparta o lo acerca de sus metas, le facilita o le dificulta ser fiel a sí mismo. A partir de cierta edad, todo esto ha de ser ya algo bastante definido. Para llegar hasta el puerto de asumir “su plan de vida”, ¿desde dónde y cómo parte el barco? Lo hace desde la familia.

Muelle

La encargada de recibir, acoger y preparar a sus hijos, sus jóvenes, para seguir su progreso generacional es la familia. Porque ser familia es mucho más que dormir bajo el mismo techo, comer en la misma mesa, verse con frecuencia en horas convenidas o llevar el mismo apellido. Ser familia requiere de presencia y congruencia. Es el espacio donde a partir de innumerables experiencias se determinan y orientan los comportamientos, valores y actitudes que nos hacen actuar de una determinada manera.

Es, también, el primer ámbito de aprendizaje de los niños, constituye el nudo esencial. En la familia los niños reciben cuidado y protección. Ella contribuye a la socialización de los hijos, transmite valores de vida, les enseña a ser autónomos, emocionalmente equilibrados, capaces de establecer vínculos afectivos satisfactorios. Muestra a sus miembros lo que espera de ellos teniendo en cuenta lo que se ve como deseable y valioso en la sociedad.

La familia es en sí misma un proyecto vital. En ella los padres son el núcleo, la unión. Son el compromiso del futuro de ella y de todos y cada uno de sus integrantes.

En cada etapa es importante que la familia se esfuerce en plasmar el pudor, la sencillez, la sociabilidad, la amistad, el respeto, el patriotismo, el dar y recibir amor.

A medida que van pasando los años, los hijos necesitan más y mejores razones para cumplir con el esfuerzo que supone adquirir un buen hábito, ya que comienzan a comprometerse consigo mismos y todo lo que hacen adquiere una nueva dimensión.

Todo esto conlleva guiar a los hijos a tomar pequeñas y grandes decisiones, planear y aclarar sus objetivos -los ideales y los realistas-, aquellos para los cuales se preparan, sobre los cuales se trabaja y a los que se les dedica tiempo y esfuerzo. Objetivos todos relacionados con nuestra vida familiar, social y laboral. Fomentar la independencia y autonomía. Forjar una filosofía propia de la vida. Conocerse a sí mismos para alcanzar una buena autoestima.

La vida de cada uno, el proyecto vital,
se construye en la familia y con la familia.

La vida de cada uno, el proyecto vital, se construye en la familia y con la familia. ¡Ah! No nos olvidamos de las amistades, el estudio, el trabajo, las relaciones, los medios de comunicación, que conforman también ese proyecto.

Sin manual

Cuando llega este momento, el buen marino busca el manual de instrucciones, pero… ¡ya lo sabía, este barco no lo tiene! Apenas podemos colaborar con algunas sugerencias:

Fomente el diálogo. Hable, hable y hable; escuche, escuche y escuche; mucho, mucho y mucho.
Busque el momento oportuno, no fuerce la situación.
Frecuente los temas que atañen a cada edad. Antes era fácil: Papá Noel, el ratón Pérez, ahora… los amigos, Dios, los novios, droga, sexo.
A la hora de poner límites, hágalo. Los padres no somos sus amigos, somos la autoridad de la familia en la que pueden confiar.
Comparta actividades que ellos prefieran, aunque sea un esfuerzo para usted: deportes, recitales.
Sea modelo coherente y bríndele confianza; el doble mensaje es nocivo para formar la personalidad de los hijos.
No prohíba. Dé opciones a sus necesidades. “No vas a esta fiesta, si querés vas al lugar y a la hora adecuada“, pero además sea realista.
Disfrute el tiempo libre con sus hijos y si cree que no lo tiene, búsquelo; esto también es la base para que su hijo tenga un buen proyecto de vida.
Confíe siempre en la palabra de sus hijos, así serán adultos sinceros y la verdad será su norte.

Soltar amarras

Al llegar a la juventud, se emprende una aventura, un desafío, una puerta se abre hacia el futuro y hacia la vida adulta. Es decidir lo que será cada uno, entre lo bueno y lo malo o lo mejor, entre el éxito o el fracaso.

Para los padres es una nueva etapa,
la vida les brinda una nueva oportunidad
para forjar metas, soñar, aprender…

Para los padres también es una nueva etapa, que algunos llaman del nido vacío y no tiene por qué serlo, al menos en lo «vacío». La vida les brinda una nueva oportunidad para forjar metas, soñar, planear objetivos, aprender y arriesgarse, lo cual implica responsabilidad, vigor, entusiasmo, actitudes positivas y visión.

Y, si es verdad que la familia es la célula natural de la sociedad -y sí lo es- estaremos, entonces, no sólo motivando jóvenes con sentido de vida propia sino ciudadanos con un proyecto de vida social. Disfrutaremos, por consiguiente, de una sociedad que no le dé la espalda a la familia.

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