La capacidad de estar a solas construye los cimientos de la estructura psíquica de nuestros hijos. Acompañarlos en este recorrido, les permite disfrutar libremente de una soledad compartida y recoger este gran fruto de madurez emocional.
Por Lic. María Catarineu – Psicopedagoga – Especialista en bebes y niños en primera infancia – Lirios del Talar – @Rayuelatiempodejuego
En el recorrido de lo cotidiano, vamos conociendo a nuestros hijos, escuchando sus sinfonías y saboreando sus movimientos rimbombantes. Pero muchas veces, en los caminos del crecer, nos topamos con callejones sin salida, sin saber por dónde ir.
Frente a la excesiva demanda o los pedidos constantes de los pequeños, donde nos deja una sensación de agotamiento y de encuentros a contramano. Es ahí donde nos preguntamos ¿cuándo va a jugar solo?, ¿en qué momento va a estar el solo con sus juguetes?
Y, damos un paso más, ¿Qué hay por detrás de ese pedido nuestro?, ¿cuál es la antesala que sostiene ese escenario?
¿Es esperable que los chicos quieran jugar solos?
No es esperable que los chicos quieran jugar solos, lo esperable es que nuestros hijos quieran jugar con nosotros. Ellos prefieren y quieren jugar con otro. Por eso, para que un niño juegue solo, primero tiene que haber sido jugado por otro, por su mamá o por quien cumpla su función en los tiempos de la relación temprana.
El pediatra inglés Donal Winnicott, comprobó que la capacidad individual para estar a solas constituye uno de los signos más importantes de madurez dentro del desarrollo emocional. Obviamente no se refiere al hecho de estar solo, en abandono, sino que, en determinadas condiciones, esta capacidad es susceptible de presentarse y de construirse en las primeras fases de la vida.
Si bien es un fruto que se va recogiendo por distintas experiencias, -Winnicott destaca que- solo una de ellas es fundamental, se trata una paradoja: cuando el pequeño está a solas y la mamá o el cuidador están con él. Esa presencia puede no ser permanente e incluso estar “representada” por el ambiente familiar, el entorno conocido por el niño. Y agrega que de no darse, en grado suficiente, impide el desarrollo de esta capacidad.
¿Cómo acompañar esta experiencia?
Estos procesos se van gestando sobre la base segura del vínculo primario entre la mamá y su bebé y de formarse poco a poco la creencia de un medio ambiente que le ofrezca confianza y seguridad. Acompañar este recorrido, le permite disfrutar de la soledad compartida; es decir, de una soledad que se halla relativamente libre del rasgo que denominamos «retraimiento».
Para que el pequeño pueda estar a solas y, al mismo tiempo, brindarle la posibilidad de separarse paulatinamente de su mamá, de que va a estar bien y que nada va a pasar, le ofrecemos el espacio más seguro en donde habitan los niños: el juego. La seguridad del juego radica en que “de jugando” puedo hacer muchas cosas con la imaginación y la fantasía. Para que haya un niño que juegue tiene que haber un adulto que le ofrezca ese reconocimiento. Y todo lo que sucede en ese espacio es seguro, placentero y posible porque es “de jugando”
ESTAR DISPONIBLE
El escenario primordial para acompañar esta experiencia de jugar a solas en compañía es ofrecerle sus chiches, sus juguetes, mientras le contamos que estamos con el haciendo otras cosas, acomodando el cuarto, doblando la ropa, mientras él juega un ratito. Es decir, acompañándolo mientras juega en la misma habitación. Esto le va a ir dando la posibilidad de disfrutar de la soledad compartida. Lo prioritario es estar disponible, que haya un adulto intermediando y armar un escenario de juego. La mantita con sus juguetes dentro de un espacio conocido y familiar, con objetos de juego, porque un niño transforma en juguete cualquier objeto que el adulto le ofrece.
LOS RELEVOS
Los relevos los vamos construyendo junto con ellos, con una niñera, un abuelo, un otro que ofrezca confianza y seguridad. Nuestro sostén y cuidado es el que arma diferencia. Lo que nosotros como padres les vamos presentando a nuestros hijos, es lo que les va a permitir que ese objeto o escenario esté empapado de vínculo.
Las pantallas no operan como el relevo. ¿Es lo mismo si mi hijo está jugando con un objeto que transformó en juguete, imaginando por sí mismo, activando su pensamiento, procesando sus emociones, que si esta hipnotizado y pasivo por una pantalla? Por supuesto que hay un armado de diferencia. Las pantallas obturan la capacidad de estar a solas, ya que no se le ofrece la posibilidad de que el pequeño, pueda estar junto a un adulto disponible y gozar de conocerse, explorar, elegir y pensar.
DONAR CONFIANZA
Cuando acompaño estos escenarios de jugar a solas, de contarle que él se queda un ratito con “osito” mientras yo voy a juntar la ropa o hacer una tarea, en esos momentos ¿Qué estamos donando? En esos escenarios estamos donando distancia. Esa donación es un ofrecimiento de confianza hacia nuestro hijo, de que en ese ratito va a “ir pudiendo”.
Además, les estamos dando la gran la oportunidad y el permiso para aburrirse, de poder encontrarse con que no hay un movimiento constante de actividad permanente o de continuas propuestas.
La oportunidad y el permiso que les ofrecemos nosotros como adultos para aburrirse les implica, transitar la frustración y descubrir que son ellos quienes tienen que ponerse a pensar y resolver. Sin aburrimiento no hay posibilidad de que se genere la chispa de imaginar, explorar, de expandir la creatividad y desplegar juego.
Vivimos en los tiempos de instantáneo y de velocidades vertiginosas y esos tiempos no permiten que la imaginación prospere, ya que obtura los ritmos necesarios para la creatividad. Al ofrecerles el permiso de aburrirse les estamos donando confianza.
¿Qué inaugura esta capacidad?
La capacidad de estar a solas construye los cimientos de la estructura psíquica de un niño, ya que inaugura la tierra fértil de su autonomía, el semillero del propio conocimiento y de la relajación interior. Acompañar a nuestros hijos en este recorrido, les permite disfrutar libremente de una soledad compartida y recoger este gran fruto de madurez emocional.
Gracias: Pilar por tu foto con Alicia y el video de Felipe. Jacinta por la foto de Damasia y María José por la foto de Felipe.