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El «caretaje» se opone a la autenticidad tan buscada en los adolescentes. Sin embargo, cuántas veces se impone la simulación.
CLARA NAÓN DE ABERASTURY | ORIENTADORA FAMILIAR | CLARANAON@GMAIL.COM
[dropcap]J[/dropcap] uan es un careta, se metió en solidaridad sólo para aparentar y ganar chicas”, anunció Fernando un poco decepcionado de su amigo. “Patricio es re careta, un showman, muy gracioso”, define Inés a otro.
¿Qué es ser «careta»?
Curiosamente, el sustantivo “careta” pasó a ser un verbo, yo careteo, tú careteas, él caretea. Esto puede llegar a confundirnos. Pero los adolescentes lo tienen bien claro, por eso mismo pregunté a un grupo de chicos de 17 años qué entendían por caretaje y me dieron diferentes respuestas.
Lo definieron como: “es hacer cosas para que la gente ‘te tenga’, sepa quién sos”, otro replicó que es ser “figureti, querer figurar en todos lados”, el tercero afirmó: “es mostrarme de una manera que no soy para conseguir algo, ser un convenido”, a lo que el último agregó que “es hacer cosas no pensando en vos sino en los demás, en el qué dirán”.
Se podría decir que el caretaje supone estar con gente que no querés estar, aparentar lo que no sos, saltar de moda en moda para ser
aceptado. Esto es un arduo trabajo que no siempre te da paz.
Vamos a hablar de tres clases de caretas:
∗ La primera es la que me pongo porque me importa mucho lo que dicen de mí y quiero agradar a todos.
∗ La segunda es la que me lleva el buscar un lugar en la sociedad o entre mis amigos empujado por mi inseguridad, mi falta de personalidad, mis carencias.
∗ La tercera es la careta con la cual busco conocerme, me la pongo y pruebo cómo me siento con ella.
Los adultos podríamos agregar una cuarta que es la que los padres y adultos les imponen como: sos el payaso de la casa, o el vago, o el que
sabe todo.
Y puede suceder, que como decía uno de ellos: «nos resistimos al cambio porque es más cómodo o porque la confianza hacia nuestros padres es tan grande que no nos preocupemos por averiguar cómo somos realmente».
Estas caretas suelen esconder miedos: miedo a que no me guste lo que voy conociendo de mí o miedo a que a los demás no les guste como
soy.
Autenticidad
Según María Hardoy, psicopedagoga, en la adolescencia se da esta dualidad: “quiero ser auténtico, entonces me animo a romper las barreras y seguir lo que soy; o quiero agradar, entonces me quedo en el
molde y hago lo que hacen los demás”.
El tema es que todavía no tienen en claro lo que realmente son y pueden llegar a ser, están en plena búsqueda de su identidad, ensayan, se prueban diferentes caretas para ver cuál es la que realmente les “cabe”, con cuál se sienten cómodos y, de esa manera, van probando hasta alcanzar el difícil conocimiento propio.
Algunos no logran ser “auténticos” porque sucumben ante las presiones que se imponen ellos mismos o les genera el medio al que quieren pertenecer. O, por qué no, también puede pasar que la careta se la hayan impuesto los demás, ya sean sus padres, maestros o amigos y, que le quede tan cómodo que no se la quiera sacar porque eso implica un trabajo extra de autoconocimiento y cambio.
Sigue María: “En algún momento, aunque careteemos, vamos a tener que dejar de seguir a la masa para asumir nuestra identidad, vamos a darnos cuenta de que si seguimos por ese camino sentiremos un vacío enorme. La adolescencia es una edad lindísima para poder plantearnos qué queremos, porque también se da que es una etapa de muchas decisiones que nos generan miedo y tenemos que elegir, pero por temor a equivocarnos decidimos no arriesgarnos y a lo mejor seguimos careteando.”
Conocimiento de uno mismo
«Para ser auténtico necesito saber quién soy, tener una identidad. La identidad se forma con la imagen que yo tengo de mí y, en parte, con lo que los demás piensan de mí.
Necesito estar un poco solo conmigo para ir pensándome y lograr un equilibrio entre lo que sé de mí mismo y las opiniones de los demás», reflexiona la psicopedagoga.
Se prueban diferentes caretas para ver cuál es
la que realmente les “cabe”, con cuál se sienten
cómodos y, de esa manera, van probando hasta
alcanzar el difícil conocimiento propio.
«A medida que me vaya conociendo voy a poder ir aceptándome y valorándome, y de a poco, voy a ir dejando de lado esas máscaras que
uso, para que aflore mi propia personalidad y los demás puedan sondear mi auténtico ser. Esto me va a dar tranquilidad ya que no se puede estar todo el tiempo aparentando. Es desgastante», concluye.
Además, el progreso en el conocimiento propio, facilita el acceso a las herramientas con que irán forjando la personalidad de acuerdo con el proyecto de vida; en definitiva, las fortalezas y debilidades de cada uno.
Pero todo esto requiere tener coraje para enfrentar los miedos que llevaron a enmascararse. En la medida en que «me enfrente con ellos», alcanzaré la paz que surge de la aceptación de mí mismo.
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PREGUNTAS PARA HACERME
⇒ ¿Me pongo caretas según las circunstancias?
⇒ ¿Me quedan cómodas? ¿Qué consigo con ellas?
⇒ ¿Siento que me pesan?
⇒ ¿Por qué me las pongo? ¿Qué necesito esconder?
⇒ ¿Siento que me impusieron ciertas caretas?
⇒ A medida que me las puedo sacar, ¿qué voy sintiendo?[/notification]