Las parejas felices, aquellas que expresan altos niveles de satisfacción, lidian con una buena cuota de conflicto.
Por Florencia Basaldua – Especialista en apego, parentalidad y desarrollo infantil. Videofeedback. Talleres para padres y docentes. Consultorio de vínculos familiares.@florenciabasaldua
Julie y John Gottman, los grandes gurúes de la relación matrimonial, han popularizado la idea de que el conflicto en la pareja es absolutamente inevitable. Las parejas felices, aquellas que expresan altos niveles de satisfacción, lidian con una buena cuota de conflicto: los programas, los amigos, el manejo del dinero, el uso del tiempo libre, la relación con el trabajo, la crianza de los hijos, la comunicación, la sexualidad, y la lista sigue. Es de verdad una buena noticia enterarse que la felicidad no viene de la mano de la ausencia de conflicto. Si lo pensamos, esta es la forma adulta de entender y entendernos. La vida es en sí misma un crisol de luminosidades y oscuridades y aparentemente las personas que mejor la pasan no son las que no sufren. ¿Por qué habría de ser distinto en los vínculos?
La pareja feliz
Salvado el mito de que la pareja feliz es la pareja que no entra en conflicto, podemos entonces preguntarnos cuál es la diferencia entre un matrimonio que se siente satisfecho y otro que no. No es “la diferencia” son varias. Podemos, ahora, mirar dos variables, y combinarlas como un par para comprender algo más acerca de este tema que no es tan misterioso como parece.
¿Cuál es la diferencia entre un matrimonio que se siente satisfecho y otro que no?
En las parejas que manifiestan altos grados de satisfacción general, existe un movimiento maestro que ambos integrantes saben y pueden hacer (quizás en distintas proporciones y en distintos tiempos). Se trata de los intentos de reparación: esos gestos eficaces de acercamiento al otro durante o enseguida de que un conflicto se manifiesta en forma de discusión y pelea.
El momento de reparar
Hay un momento durante la explosión de un conflicto en el que alguno de los dos, o ambos, perciben que ese es el momento justo para torcer el rumbo de la discusión de tal manera que el “nosotros” -eso que somos juntos- quede preservado.
Hay un momento durante la explosión del conflicto en el que alguno de los dos, o ambos, perciben que ese es el punto justo para torcer el rumbo de la discusión.
El movimiento de reparar puede tener muchas formas: puede ser verbal o físico, o los dos a la vez; puede tomar la forma de un pedido de disculpas, o de un pedido de tiempo; reparar no es necesariamente lo que hace quien cree que está equivocado, sino lo que propone aquel que puede ver que algo de lo que está sucediendo es potencialmente dañino para el vínculo. “Esperá, paremos, la seguimos después”. “Te quiero y siento que necesitamos tiempo para calmarnos y retomar”. “Tenés un punto y quiero considerarlo, pero ahora no puedo”. “Cuando discutimos así corremos el peligro de lastimarnos”.
Escalar: “el punto de no retorno”
Reparar es el camino opuesto a escalar el conflicto. Escalamos la negatividad cuando hemos pasado el punto de no retorno emocional hace rato, y ya nos resulta demasiado costoso pegar la vuelta. Este escalamiento cuando se produce frecuentemente, suele invitar a otros problemas de pareja que nos alejan de la satisfacción y la alegría de compartir nuestras vidas.
Escalamos la negatividad cuando hemos pasado el punto de no retorno emocional
Reparar de forma eficaz es una de las habilidades con las que podemos contar para sobrellevar mejor la cuota de conflicto que nos es propia. Después de todo, se trata siempre de no dejar de encontrarnos y re-encontrarnos, de acompañarnos y de cuidar la amistad tan única que podemos tener con quien hemos elegido compartir nuestra intimidad más íntima.