Muma Tena – Lic en Pedagogía – miembro de UNIÓN MUJER*
¿Cuál es la mejor manera de educar a tu hijo? Si cada hijo es distinto y no hay dos padres ni madres iguales… Solo pistas, pistas importantes, pistas úitles.
El objetivo de la educación es que la persona sea plena, integral y armónica de manera que, conforme va avanzando en su proceso de maduración, vaya logrando paulatinamente por sí misma, un balance o equilibrio que le permita aportar a la sociedad “quien es” , para transformarla y mejorarla
Una educación que le permita aportar a la sociedad “quien es”, para transformarla y mejorarla.
Formar en la autonomía
Uno de los principios de la educación es formar en la independencia o autonomía. Dicho por los grandes pedagogos españoles José A. Alcázar y José M. Cervera: “Toda ayuda innecesaria es antieducativa” y planteado de la siguiente forma por María Montessori: “¿Quién pudiera suponer que esta ayuda inútil facilitada al niño es la raíz y, por consiguiente, causa de los peligrosísimos daños que el adulto ocasiona al niño?”.
Desde esta perspectiva, es posible afirmar que toda vez que resolvemos los problemas de nuestros hijos, alumnos o subordinados sin involucrarlos en la solución de los mismos, estamos promoviendo la irresponsabilidad, limitando el desarrollo, frenando su potencial y obstaculizando su capacidad de adaptación y de ser creativo.
Una falsa compasión
Entonces, descubrimos la gravedad de dejarnos mover por una falsa compasión. Podemos confundir la vulnerabilidad con incapacidad, deformando así la voluntad de quienes están bajo nuestra tutela. El ser humano siempre puede dar más, aprender, expandirse ¡esa es su grandeza y su poder! Somos limitados, pero estamos abiertos a lo ilimitado.
El ser humano siempre puede dar más.
La reflexión anterior nos invita a replantearnos nuestro papel como educadores y darle un giro: para ser formadores hay que ser compañeros y guías; motivar desde fuera para encender lo que se encuentra dentro del educando y que por sí mismo se mueva la acción.
Aciertos actuales
Uno de los grandes aciertos de la época actual radica en la toma de conciencia del valor “dignidad” que tienen los niños, el reconocimiento de su personalidad y, como consecuencia, de la necesidad de ser tratados con respeto. Se han desplegado una gran cantidad de áreas formativas del infante: salud, afectividad y autoestima, desarrollo social, razonamiento y criterio.
Las corrientes modernas de crianza cuestionan la efectividad de los castigos, los gritos y las nalgadas (chirlos/paliza), que al final consisten en un adiestramiento movido por el miedo y no por la adquisición de un conocimiento, la generación de una actitud o la consecución de un hábito, limitando el uso de la libertad y de la responsabilidad.
Aprenden del ejemplo
Los padres somos los primeros educadores de nuestros hijos, aprenden de nuestro ejemplo, se convierten en nuestro reflejo. La forma en la que les presentamos el mundo es como ellos lo perciben, el modo en el que los tratamos es como ellos tratan, la autonomía que les damos es su parámetro de lo que son capaces de lograr (seguridad o inseguridad personal).
Hagamos saber a los niños todo lo que pueden alcanzar. Digámosles que el éxito consiste en lograr objetivos con un propósito vital, con la trascendencia positiva que tengan en la sociedad, especialmente es su entorno más cercano: la familia.
¡Qué esperanzador! Niños educados de esta forma se convertirán en adultos respetuosos y amorosos, dueños de sus reacciones y acciones, responsables de las consecuencias de los mismos. En una palabra, ¡auténticamente libres y felices! Capaces de sobreponerse a los problemas con optimismo y seguridad, dando soluciones originales a los mismos desafíos de siempre.
*Es Mejicana, especialista en crianza y maternidad.