Por María Amalia Caballero – Dra. en Comunicación Pública – direccion@sembrarvalores.org.ar
Ocho integrantes de Cruzada solidaria salieron a repartir alimentos y abrigo en parajes aislados de la Patagonia Norte, pero algo falló.
Era sábado a la noche, Azul (14) y su papá Andrés estaban preocupados… Como tantas veces Alicia había salido temprano, por primera vez la acompañaba su hijo Juan Ignacio (18). Aunque en esa zona las escuelas no tienen wifi y es difícil conseguirla en el camino, Alicia solía mandar mensajitos a lo largo del día contándoles por dónde habían pasado y hacia dónde se dirigían. Pero, esa noche No había ninguna noticia de ella ni de los voluntarios que se habían sumado a la comitiva. Eran dos camionetas, ocho personas, había alguien que se había “bajado” a último momento.
El recorrido que tenían proyectado esta vez por la Línea Sur de Bariloche incluía tres parajes. Son casas dispersas y suele haber una escuela que los nuclea. En una hay 8 alumnos, en la de otro paraje pueden llegar a 30 entre nenes y nenas.
“Cruzada Solidaria” acerca a esos lugares comida, ropa, abrigo, lo que puedan estar necesitando y también golosinas, especialmente esta vez, aunque ya se había pasado el día del niño. No siempre los encuentran en la escuela, entonces emprenden el recorrido entre las casas, puede haber 30 km entre una casa y otra.
¿Qué pasó ese sábado?
Alicia (Chili) salió temprano de su casa tenía que emprender un viaje de fin de semana junto a su hijo que había cumplido los 18. Él había pedido acompañarla otras veces, y justo este sábado se pudo sumar a la actividad solidaria.
Todo iba bien, ya habían hecho las primeras visitas. Nevaba, el paisaje era todo blanco, todo igual y tomaron un camino equivocado. No está del todo claro si primero fue una dificultad en el motor de la camioneta o que se encajaron en una piedra.
Y llegó el temporal de nieve que los ocultó por completo. Pasaron las horas y el recuerdo de “Viven” la película que cuenta la historia de los los estudiantes – rugbiers uruguayos que cayeron en la cordillera en 1972, los hizo temblar.
El desafío era muy fuerte física y emocionalmente. Estaban a 146 km de Bariloche rumbo a Ñorquinco. Y allí pasaron dos noches heladas, en la esperanza del reencuentro, veían que desde el aire los buscaban. Pero, era buscaban lejos, en el camino que debían haber seguido, no en el que tomaron.
La calefacción de los autos siguió funcionando, pero al escuchar el ruido de aviones o helicópteros, salían y hacían –inútilmente- señas con sus camperas de colores.
Pasó una noche, un día, otra noche. ¿Cómo pudieron tolerarlo? Las provisiones que llevaban para los poblados que pensaban visitar, les ayudaba a calmar el hambre. Pan, turrones menciona Alicia. Sin embargo, hubo algo mucho más importante: la paz que mantuvieron en todo momento.
Se generó con mi hijo un nivel de unión tan grande.
Se generó con mi hijo un nivel de unión tan grande. El me calmaba, nunca dudó de que todo iba a salir bien, recuerda Alicia y destaca también la unión entre todo el equipo cada uno daba según su capacidad. No hubo angustia ni pánico.
Llegó el lunes y había que salir a buscar alguien.
Mis botas eran buenas para caminar por la nieve, pero las de mi hijo, no. Le cubrí los zapatos y los pantalones con los plásticos que envolvían las provisiones que llevábamos. Emprendimos la caminata con mi hijo y con Adolfo Pignon, Hugo Trejo prefirió quedarse en la camioneta y todos lo entendimos, él no sabía si podría llegar o no.
Caminaron durante más de siete horas sin cruzarse con absolutamente nadie hasta que vieron un caballo. Todavía tenían humor y energía para “trazar un plan”, se dijeron: si no vemos alguien nos “robamos el caballo” y después lo entregamos en la policía de los Vayas.
Felizmente no fue necesario porque un puestero los vio. Los llevó a su casa, les sirvió algo caliente y tortas fritas, pan casero… Y, también los acercó a un lugar donde había wifi.
Estaban a salvo en la Estancia “La Caprichosa”, hacia allí partió Andrés Gallardo para reencontrarse con su hijo y Alicia. Mientras recorría ese trayecto, estaba la angustia, por la incertidumbre y el deseo de encontrar a todos bien.
Preocupación de madre
Para Alicia, mientras pasaban frío y se alimentaba con los turrones que llevaban para los niños de los poblados, la mayor preocupación era su hija. Azul estaría esperando noticias y ella no se las daba. Y también le importa dejarnos claro que, si esta vez no salió bien, no es motivo para dejar la “cruzada” hay que volver pronto para distribuir todas las donaciones.
Y nos dice: Esta es una página más en el libro de la vida, es un aprendizaje. Esto que pasó no me detiene. Hay que seguir ayudando más. Todo es una oportunidad para hacer el bien, eso no tiene precio. Eso es lo que quiero dejar a mis hijos. El valor de cada ser humano que es irrepetible, nadie vale más que nadie.
Cruzada rescatista
Mientras ellos vivían esta “aventura en la nieve”, los familiares y amigos de la Cruzada Solidaria formaron la Cruzada rescatista buscándolos por tierra y por aire, se sumaron oraciones pidiendo este reencuentro.
La familia de Alicia es de Córdoba, su mamá se tomó el primer avión, su papá prefirió esperar la noticia “fuera la que fuera” en su casa. También llegaron sus hermanas y poco después, su padre estaba allí.
Familias y amigos están para abrazar, para contener, porque procesar la aventura, lleva distintos tiempos.
Muchas gracias, Alicia** por atendernos y abrir de esta manera tu corazón.
*la foto de entrada son: Alicia Ocanpo, su hijo Juan Ignacio Gallardo, Hugo Trejo y Adolfo Pignon.
**Alicia Ocampo tiene un local en Bariloche que atiende personalmente: Planeta Higiene. Desde hace una año comenzaron con Cruzada Solidaria que es un grupo dispuesto a ayudar a quien lo necesito, chicos, ancianos, personas en situación de calle. Además, Alicia es Payamédica.