Sobre el Poder y los Poderosos

Ayer hablábamos del poder de los padres mientras, circulaban en las redes comentarios acerca del ejercicio del poder de Padres de la Patria como Belgrano y Güemes. Pero ¿Cuál es el concepto de hoy?

Por Carlos Alvarez Teijeiro -Dr. en Comunicación Pública – calvarez@austral.edu.ar

Hannah ARENDT en su obra “Sobre la violencia” (1970) tiene páginas memorables sobre el poder. A su juicio el poder “es la capacidad de actuar con-juntamente” en la esfera pública “mientras que la violencia es acción sin discurso”. Así, tener poder es siempre tenerlo-con-otros, generalmente con aquéllos con los que compartimos un destino común, proyectos, ilusiones y esperanzas, y ser violento es resultar por completo incapaz de dar cuenta en palabras de lo que hacemos pues la violencia es siempre muda.

Tener poder es tenerlo-con-otros, generalmente con quienes compartimos un destino común, proyectos, ilusiones y esperanzas.

Hannah Arendt

Por desgracia no es ésa la concepción más común del poder en nuestras sociedades contemporáneas. Más bien frecuentamos una idea del poder asociada a la más absoluta discrecionalidad, al VER SIN SER VISTOS*, sin ver a los ciudadanos, lo más propio del poder y de la política en estos tiempos de (pos)modernidad líquida.

«El rey está desnudo.»

Hans Christian ANDERSEN

Es conocido el cuento de Hans Christian ANDERSEN que termina con un niño ingenuo exclamando que el rey está desnudo. Es un relato común a muchas culturas por lo que quizás tenga algo de revelador sobre la naturaleza del poder. El reconocimiento de la “vestimenta” del rey depende de una innumerable corte de aduladores impertérritos e impenitentes incapaces de decir al rey lo que no quiere oír, de mostrarle lo que no desea ver.

¿Asesores o aduladores?

Así ocurre también actualmente con el ejercicio del poder, solo que a los ADULADORES de antaño suceden los ASESORES de hoy. En efecto, es bastante frecuente que los asesores adulen procurando antes su interés particular (no perder el puesto ni sus privilegios) que defendiendo el interés del gobernante de turno y sus gobernados.

Esta adulación sistemática tiene, como primer efecto, que el gobernante pierda el principio de realidad en una secuencia según la cual LO PEOR del PODER no es PERDERLO sino PERDER TODO LO DEMÁS. El poder no puede constituirse sobre la obsecuencia, que impide ver a quien precisamente más lo necesita: al poderoso y a sus eventuales veleidades no sometidas a juicio.

Pero esta obsecuencia, conviene decirlo, es promovida en no pocos casos precisamente por quien posee el poder, por completo desinteresado de escuchar cualquier asunto que contradiga sus ideas o puntos de vista. Y aunque felizmente ya no existe el poder absoluto al estilo del Antiguo Régimen, siguen existiendo gobernantes absolutistas y hasta tiránicos en cuanto que prefieren mantenerse inmunes a toda crítica.

“Es destino del esclavo no poder decir lo que piensa”.

Eurípides

Esta inmunidad auspiciada por el poderoso sitúa a quienes lo rodean no solo en la condición de aquiescentes cortesanos, sino también en la de esclavos, pues muy bien decía EURÍPIDES que “es destino del esclavo no poder decir lo que piensa”. Esta forma de censura tiene el efecto progresivo de dejar al poderoso cada vez más en una peligrosa situación de soledad, una situación en la que no cabe esperar que reciba consejo para sus acciones y hasta desatinos sino solo un aquiescente aplauso.

Es bastante frecuente que por su incapacidad para aceptar las críticas los poderosos carezcan de SENTIDO del HUMOR. Y quienes carecen del sentido del humor en no pocos casos carecen también del imprescindible SENTIDO COMÚN para llevar las tareas de gobierno a buen puerto pues es de sentido común tener la prudencia y la humildad de no tomarnos severa y adustamente tan en serio a nosotros mismos.

Quienes carecen del sentido del humor en no pocos casos carecen también del imprescindible SENTIDO COMÚN.

Solo con un sólido sentido del humor, y un no menos sólido y humilde sentido común, es posible aceptar los comentarios adversos sin que al comentarista quepa esperar daño por ello, “PARRESIASTÉS” se los denominada en la Grecia clásica a los que así procedían y “parresía” a su arte del hablar libre. En las cortes medievales e incluso posteriores existían los bufones, los únicos autorizados a decir al monarca lo que éste no estaría dispuesto a escuchar en otras circunstancias y proveniente de otras personas.

Se trata de ayudar a que el poderoso no pierda pie en la realidad.

No se trata, desde luego, de que los asesores se conviertan en patéticos bufones, cuyo fin principal sea divertir al rey y solo secundariamente decirle la verdad. Se trata, por el contrario, de ayudar a que el poderoso no pierda pie en la realidad, de que no deje de verla tal cual es, o al menos tal cual parece ser, aunque para eso resulte necesario decirle con coraje de valientes que en no pocas ocasiones está completamente desnudo.

*VER SIN SER VISTOS, como en el Panóptico de BENTHAM tan profusamente analizado por FOUCAULT, e incluso a SER VISTOS ALTIVA y MAYESTÁTICAMENTE SIN APENAS VER (a los ciudadanos),

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