INFANCIA ENTRE BURBUJAS

Desarmando y armando vamos creciendo. Si jugando experimentan “lo posible”, habilitemos esos tiempos de juego para que se conviertan en protagonistas de su propia infancia.

Lic. María Catarineu – Especialista en bebes y ninos en primera Infancia . @rayuelatiempodejuegos

Durante la infancia es en los juegos donde los niños procesan y activan sus potenciales de salud. Nuestros hijos necesitan de nuestra compañía y sostén para poder transitar tantos cambios en los que, sin buscarlos, sino debido a las circunstancias, nos vemos envueltos una y otra vez.

Dearmando y armando

Estos tiempos difíciles han modificado muchos espacios, dinámicas y movimientos naturales de la infancia. El contacto espontáneo de los despliegues de juego libre y el intercambio de chiches entre grupos de niños conocidos o nuevos por conocer, ha quedado más cristalizado. La toma de distancia que de pequeños hacíamos en el cole para armar algunas filas, ahora se ha instalado para evitar contagios. Las aglomeraciones de niños en peloteros o en las plazas haciendo trenes sobre el tobogán y las sinfonías que emanaba por las ventanas de tantas instituciones escolares han sido opacadas y en muchas otras silenciadas. La gran burbuja del colegio se encuentra momentáneamente desarmada y la incertidumbre continúa siendo nuestra compañera de ruta.

¿Cómo acompañar a nuestros hijos para seguir activando en ellos sus potenciales de salud con tantas vivencias que se arman y se desarman?

Con Información

Frente a tantos cambios se despiertan temores y ansiedades que nos movilizan y los más chicos necesitan del sostén que les ofrecen sus figuras de cuidado. Abrir un tiempo con nuestros hijos para poner en palabras lo que están viviendo, los ayuda a conocer lo desconocido, sobre todo cuando lo incierto involucra el cuerpo, sus espacios y sus vínculos más cercanos. Sabemos que a mayor información menor grado de ansiedad. Las dosis adecuadas de información según la etapa evolutiva, los acompaña a conocer esa experiencia y activa en ellos una gran potencia de seguridad. Por eso es tan importante que todos los cambios que están viviendo, sean acolchonados con las palabras de las personas que le ofrecen mayor confianza: su mamá o su
papá.

Con lo inesperado

Los chicos con su juego, desde muy temprana edad, van armando sus primeras construcciones apilando objetos uno encima del otro. Con movimientos de ingeniería van superponiendo chiches para elevar torres, alternando sus manitas cual palas mecánicas en una secuencia ascendente. Desafiando las leyes de la gravedad, las artesanías se elevan y en ese armado,
ellos también van creciendo. Cuando el armado del castillo llega a su fin, sobreviene un movimiento al parecer inesperado y con un impulso explosivo de patada supersónica, hacen estallar en mil pedazos la delicada construcción quedando todo desarmado. Un estallido de júbilo acompaña este acto y el disfrute no es tanto porque la torre caiga, sino más bien, por las condiciones impredecibles del desparramo de los ladrillos. Después vuelven a armar y
desarmar una y otra vez. Vemos como los chicos juegan naturalmente lo que están atravesando en el despliegue de su desarrollo. Con sus construcciones lúdicas activan su armado mundo interno, sus equilibrios y desequilibrios y por sobre todas las cosas, ponen a jugar lo inesperado, sus propios desparramos, la sorpresa y lo impredecible como un modo de prepararse para aquellas cosas que todavía no conocen, para esos cambios que los aguardan
en el camino del crecimiento y que lo anticipan en sus juegos.

Con los juegos

Así como los chicos juegan para ensayar previamente, para tocar antes de tiempo los momentos nuevos por venir, es muy importante poder acompañarlos a transitar tantos cambios. Uno de los padres de la psicología decía que el juego es en esencia satisfactorio ya que jugando se crea un área de descanso libre de exigencias. Es interesante poder pensar que cuando “tocan la puerta del placard para visitar la casa de un amigo”, “curan las heridas de su oso” o “se enojan con sus caballitos porque escapan del corral” los chicos al mismo tiempo van tramitando internamente aquellas exigencias cotidianas, aquellos que se les arma y se les desarma.

Así juegan activamente lo que sufren pasivamente. Por eso es vital poder habilitar los tiempos de juego en casa, esos que emanan incluso de las rutinas más cotidianas, desde “el agua pato” hasta el cierre del día “con el cuento” y de tantos objetos que los pequeños encuentran y convierten en juguetes para “tomar entre sus manos los miedos y fantasías” y así poder procesar. Todos los despliegues de juegos corporales, las guerras de almohadas, las persecuciones del monstruo y las escondidas bajo la mesa para huir de sus garras, la posibilidad de jugar a las estatuas nos permiten encauzar las tensiones tan cristalizadas de pandemias
externas y también de las internas. ¿Por qué digo nos permiten? Porque jugar es construir vínculos, es principalmente el más importante despliegue vivencial de encuentro y conocimiento mutuo entre padres e hijos, maestros y alumnos, terapeutas y pacientes, donde se construyen los vínculos fundantes de seguridad y confianza. Cuando un niño tiene la capacidad para jugar a solas o en compañía, es porque primero ha sido jugado por otro, por aquellas figuras de cuidado.


CON ALGUNAS DINÁMICAS FAMILIARES


Al atardecer cuando baja el sol, cuando amainan las velocidades y el día va cerrando, las “asambleas familiares” nos ofrecen la oportunidad de mirarnos a los ojos, abrir la escucha y detener el tiempo. Quisiera traer una dinámica que suelo desplegar con las familias en el consultorio donde ponemos a jugar entre todos, estos cambios que nos arman y nos desarman y que nos permiten procesar a cada uno desde su rol. Primero juntamos en casa papeles y cartones de diferentes tamaños o colores, incluso esos que estábamos pensando en tirar. Después de mover algunos muebles para hacer lugar, nos reunirnos haciendo una ronda en el piso y colocamos en el centro todos esos papeles y cartones a modo de montaña. El objetivo del juego es tomar con nuestras manos los papeles y a la cuenta de tres, romperlos y destrozarlos con todas nuestras fuerzas hasta que queden bien desarmados. Muchas y variadas emociones van apareciendo en el despliegue de esos destrozos. Una vez que decidimos de común acuerdo que los papeles quedaron lo suficientemente desarmados, entre todos comenzamos a juntar los múltiples pedacitos rotos en el centro de la ronda para compactarlos con la forma de una gran pelota, que unificamos uniendo todos los pedazos con una cinta de
papel. Vemos entonces, como todo lo que desarmamos, finalmente quedó armado en un todo nuevo y distinto que juntos pudimos re-crear. Este objeto nuevo de juego que construimos entre todos, pone de manifiesto una nueva unidad, pasando de lo conocido a lo nuevo por conocer.

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