Luisa, en su pueblo, crió sola a sus cinco hijos; ahora cuida a sus nietos y tiene en su casa un merendero que la hace mamá de muchos más. Pero su sueño es que cada uno pueda comer en su hogar con los suyos.
MAGDALENA PINEDO | PERIODISTA | ORIENTADORA FAMILIAR | MALEPINEDO@YAHOO.COM.AR
[dropcap]A[/dropcap] rtículos, folletos, poesías, versos, libros y más libros fueron escritos sobre la maternidad. No hay nada que pueda decirse que resulte novedoso. Sin embargo, llega octubre y el tema nos convoca: pensar el regalo para mamá, para la hija que acaba de ser madre, para la suegra ¡en fin! No todos tenemos hijos ¡pero sí todos tenemos MAMÁ! Y está bueno agasajarla.
En mi pueblo hay muchas madres, como en todos los pueblos. Hay historias comunes, historias tiernas, historias graciosas, otras muy tristes. Y hay una historia que quiero compartir con ustedes.
La historia de Luisa
Luisa tenía 17 años cuando se enteró de que iba a ser mamá por primera vez. A partir de allí -y hasta hoy, que tiene 69- siempre tiene una carita con una sonrisa que se le prende de sus pantalones, porque polleras casi no usa. Así la encontré cuando llegué a su casa, bisnieto en mano -“él es Benicio”-, y con la puerta siempre abierta, preparada para recibir.
Su maternidad no fue fácil. Por circunstancias de la vida, tuvo que apechugar en esto de la crianza ella sola. También tuvo que trabajar, y ella sentía que el tiempo no le alcanzaba y el dinero tampoco.
“A veces no tenía tiempo ni de acariciarlos,
no podía dormirme una siesta con los chicos
como hacen ahora algunas mamás»
“A veces no tenía tiempo ni de acariciarlos, no podía dormirme una siesta con los chicos como hacen ahora algunas mamás. Pienso que su infancia pasó de golpe, sin muchos recuerdos para mí. Yo hice lo que sentía que tenía que hacer: trabajé, los defendí, los cuidé, y todo fue para no separarme de ellos.”
“Mamá -dice Luisa- me dejó esa gran enseñanza; a pesar de la pobreza y de muchas, muchas dificultades, me dejó ese ánimo para seguir siempre, ese aguante, esa garra para luchar por los hijos.” La mamá de Luisa sabía de hijos ¡tuvo 20!
“Cuando murió mamá, yo tenía 38 años y quedé como un barco sin timón, ella era mi guía, mi apoyo. Pero también por ella seguí adelante.”
Su cara muestra una vida llena de sabiduría, su cuerpo le pasa factura con algunas nanas, pero a Luisa nada la detiene. Ella tiene que seguir siendo madre, tiene que dar, tiene que proteger, tiene que abrazar, que abrigar, que contener, porque todo eso ella lo tiene adentro, y se le agolpa en el pecho para salir. Y ella lo deja.
Madre para otros
Fue así que, tímidamente, le dijo que sí al cura cuando, hace ya diez años, le propuso abrir en su casa un merendero.
Ahora es una madre para todos los que se acercan a su casa a recibir una leche caliente y algo para comer. Y siempre van, porque además reciben su sonrisa, sus preguntas, sus caricias. Ella se pone triste cuando los ve pelearse, cuando le cuentan sus situaciones y a todos tiene algo para darles.
Me asombro. Realmente me asombro. ¿Por qué cuando podría estar tranquila, por fin disfrutando de un pasar más sereno, siempre a fuerza de trabajo, decide abrir las puertas de su casa para recibir 20 ó 30 chicos? ¿Será porque ahora tiene el tiempo para acariciarlos? ¿Será porque su “ser madre” es infinito?
Como buena y auténtica madre, le gusta que sus “hijos” vuelen, que desarrollen sus propias alas, eso les enseña. Recuerdo una frase suya que me conmovió cuando le hacían un reportaje. El periodista le preguntaba qué deseo tenía para su merendero, dando pie al clásico “mangazo”, pero Luisa desconcertó cuando respondió pensativa: “¿Mi deseo? Mi deseo es que estos chicos puedan tomar la merienda en su casa, que no necesiten venir acá.”
Como madre sabia, Luisa está convencida de que lo mejor para los chicos es su familia. Pero mientras, cubre las necesidades que puede, que son muchas.
Simples definiciones
Después de un rato de conversar, de absorber algo de la sabiduría que Luisa emana, le pregunto: ¿qué es para vos ser madre?
“Ser madre -piensa en voz alta- es un don, yo la veía luchar a mamá, y pensaba: así voy a luchar yo por los míos. Y así traté de hacerlo. Siempre les dije que tenían que ser buenas personas, que caminen por caminos limpios, no les pido nada más”.
Hoy el testimonio lo dan sus cinco hijos, diez nietos, cuatro bisnietos y otros tantos hijos adoptivos.
Luisa merece un GRACIAS por sus enseñanzas y un gran ¡Feliz Día, Mamá!