Impacto, quiebres, desconcierto, angustia, duelos, proyectos truncados o en pausa… En escala universal y sin darnos tregua, nos desafía al rescate de lo que somos.
Por Prof. Carmen Fernández Sáenz
La sensación es que estamos viviendo a la intemperie y creo que jamás lo habíamos percibido con esta intensidad. En como si nos estuviéramos adentrando en un desierto que aparentemente no nos ofrece lo necesario para vivir como queremos.
El mundo se volvió un enigma muy difícil de resolver. Vimos cómo se caían una a una muchas de las certezas con que vivíamos. Y esto continúa. Las instituciones, en las que aún confiábamos con dificultad, están dejando de albergarnos rápidamente.
¿Soltar?
Me pregunto si no será que estamos hartos y agobiados por un estilo de vida que nos aturde y nos exige urgencias y consumos que no tienen nada que ver realmente con lo que en el fondo queremos.
Somos muchos los que percibimos que esta pandemia nos está ofreciendo la posibilidad de ir soltando aquello que densifica y lentifica nuestros procesos en un intento para acceder a nuestros niveles más profundos y nobles.
“Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”, escribió el escritor portugués Fernando Pessoa.
Al rescate de lo que somos
Me guía la convicción de que somos algo mucho más hondo, vivo y verdadero que cualquier situación dramática que nos suceda. Incluso, somos mucho más que nuestros pensamientos y emociones. Y eso, que somos, merece ser rescatado, reconocido y valorado para estar en condiciones de aprovechar estos momentos desafiantes a fin de crecer en humanidad.
Cada vez somos más los que intuimos que la clave, para aceptar, sobrellevar y hasta superar los desafíos que nos plantea la vida, se encuentra en el tesoro interior que nos ha sido dado.
Tal vez por una educación rígida e insensible; por el respeto a las miradas del entorno; por una historia personal dolorosa; por frustraciones, miedos y aversiones, el tesoro quedó oculto. ´
¿Está escondido?, sí. Pero presente y dispuesto a ser encontrado cuando nos decidamos, aventurándonos en nuestro propio “mar adentro”. El camino es arduo y sorprendente.
En taller
Durante 2020 coordiné varios talleres sobre el tema, y necesito compartirles algo de lo que aprendí en esos meses.
- El camino se recorre en una especie de danza entre la soledad y la compañía.
- Una mirada amorosa hacia lo que somos y trabajando para que se exprese, nuestro vínculo con los demás mejora día a día.
- Necesitamos: afianzar nuestros vínculos en: aceptación, respeto, humildad, paz, alegría y libertad .