Comunicación entre padres e hijos adolescentes. ¿Imposible?

Cuando los hijos son pequeños, la comunicación puede ser medianamente fácil pero, al llegar a la adolescencia -etapa que se adelanta y estira cada vez más-, resulta muy difícil. ¿Imposible?

Juan Pablo Berra – Edición: Florencia Ballotta, Estudiante de Comunicación en la Universidad Austral.

             Juan Pablo Berra. Filósofo

“Los chicos no tienen prácticas habituales de comunicación” sostiene Juan Pablo Berra, profesor de filosofía y fundador de EPPA (Equipos Promotores de Prevención de Adicciones). Esto se observa cuando salen de la escuela aparentemente muy informados, pero incapacitados para compartir experiencias o revelar sentimientos. Además, al no poder expresar en gestos ni palabras lo que piensan y sienten, necesitan decirlo de otras maneras. Generalmente se vuelcan a la violencia y/o a conductas adictivas, dado que no estamos preparados culturalmente para manifestar los sentimientos resulta más difícil a los padres orientar esta situación.

“Para expresar nuestras necesidades y deseos, primero hay que poder registrarlos”, acotó Juan Pablo Berra, y agregó que: “Si no tenés buen registro, vas a vivir en función de las expectativas y los deseos de los demás”. Por ejemplo, si un chico no tiene registro de lo que no quiere, se va a dejar llevar por la elección grupal.

Este contexto de riesgo lleva a los padres a sentir una preocupación especial, una auténtica necesidad de comunicar con sus hijos en la etapa de la juventud y la adolescencia. Los tiempos cambiaron hoy no hay espacio para prohibir. Y los padres están inquietos por las redes sociales, bullying, abuso de alcohol y manejo del automóvil, salidas, violencia, mal uso de la sexualidad. Por todo esto es muy bueno que los chicos sepan: «tu papá y tu mamá no queremos esto para vos, es por tu bien. En parte entenderás, en parte no».  Preguntame, sigamos conversándolo -sin ser pesados- las veces que haga falta, yo también te voy a preguntar, pero no porque sea un persegido sino porque el diálogo nos libera, nos hace bien a los dos.

Autores como Olivieri y Alvarez nos animan a celebrar la adolescencia, a ver y valorar tantas cosas buenas que los chicos tienen en esta etapa de su vida. Cuánto aporta esa dosis de rebeldía, esas contradicciones por transitar una etapa de cambios… diversión, solidaridad, compañerismo…

Desde una o varias conversaciones profundas y claras se  llega a una relación de confianza. Se genera un espacio no solo para el autocontrol sino para una propuesta mejor. Hace falta esperar, volver a intentar, dejar fluir. Mientras la sociedad ofrece conductas abusivas y adictivas, los padres tienen algo muy grande para proponer, llegar a una «conexión real» que tanto extrañan, que haya conectividad, intimidad, comunicación más intensa, más sólida, más solidaria, más valorable, el «placer» de conversar. Estamos dando vuelta un estilo que los hace sufrir y los esclaviza.

Comunicación sin filtro

Qué duda cabe que darse a conocer sin máscara es la plenitud de la comunicación y poder mostrar a alguien nuestras sombras, el lado oscuro, nos da un gran descanso, es es algo que, más fácilmente los jóvenes comparten con los amigos, y los adultos con la pareja. Aquí reside también el enorme desafío de los padres para lograr un vínculo de amistad con los hijos, sin perder el irremplazable lugar de padres.

Algunas actitudes típicas de los adolescentes como: ¿para qué querés saber?, ¿qué pasa?, el portazo sin decir a dónde van ni con quién… se generan porque sienten la necesidad de estar todo el día en guardia, defendiéndose, en tensión. Probaron un porro, ¿se marearon o no…? y les da vergüenza con los amigos y miedo con los padres. Sin quitarle importancia, tiene sentido escuchar hasta el final, ayudarlos a conocer que junto a esa satisfacción o no, a ese sentirse parte o no… está el daño físico, están siendo masa cuando podrían ir por delante, ser ejemplo sin hacerse los santitos. Además, los jóvenes están marcados por el aburrimiento y la ansiedad. Así que estos experimentos con drogas (incluido el alcohol), sexo por aburrimiento o por no tener algo más para compartir.

Berra considera que, cuando se logran espacios donde pueden comunicar lo que están viviendo, son hitos de encuentro inolvidables que generan pertenencia, entre amigos, y ojalá también en la familia.

Para sostener esta «teoría» vienen la práctica y la experiencia, algo que los padres pueden mostrar y son los años de convivencia en los que se llega al fondo de la comunicación, Berra explica con claridad: «Si uno hace zapping, es decir, cambia constantemente de vínculos, no llega a conocer a la persona con la que convive. Además, al vivir del flash, desde el deslumbramiento, hay un placer que se pierde, el de integrarse con otra persona como seres humanos plenamente con las sombras y dolores a través del tiempo, es la única forma de alcanzar ese conocimiento”. En conclusión, para que haya comunicación, tiene que haber tiempo. Y el tiempo de los padres cercanos y presentes es el que los hijos necesitan.

Pongamos en práctica la comunicación

Una de las capacidades propias del ser humano es aprender. Y, a veces, hay ciertas que como son naturales, se dan por supuestas, sí existe la tendencia natural en el ser humano hacia la comunicación, es verdad, es algo que sale solo… sin embargo, como tantas cosas, se puede mejorar. Y, si las circunstancias te están avisando que es el momento, no lo dejes pasar.

¿Te preocupa, te interesa mejorar la comunicación con tu hijo adolescente?

Algunos tienen facilidad para la comunicación y la práctica es una gran maestra, escuchar, acompañar con gestos y miradas, asentir. Hay herramientas muy sencillas y después dedicarse a ella.

Entrevista realizada por: Marcela Capatti y María Amalia Caballero.

Para ver más: https://www.hacerfamilia.com.ar/data/portal.asp?id_nota=2146

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