Atención: para mí es importante
Atender a los relatos de nuestros hijos pequeños es esencial para su autoestima, valida su experiencia y, sobre todo, crea puentes de comunicación que nos allanan el camino hacia la adolescencia.
Por Marcela Capatti. Lic. en Ciencias Políticas y Máster en Educación Familiar
Nuestro hijo arranca con la descripción entusiasta y llena de detalles de la jugada, que terminó en gol, o a contarnos el sentimiento herido por el desplante de alguna amiga o el éxito de una buena nota en la prueba de matemática para la que tanto había estudiado. Son temas que pueden parecernos intrascendentes.
Sin embargo, prestarles atención en estas historias, pequeñas vistas con ojos de adultos, trascendentales para ellos, puede significar en ocasiones un gran esfuerzo, pero son una poderosa vía para ofrecerles un modelo de comprensión y respeto.
Empecemos nosotros
Otras veces seremos nosotros quienes iniciaremos el diálogo. Contándoles anécdotas de nuestra familia, despertamos en ellos el sentido de pertenencia y el deseo de compartir. Hablar de los valores que intentamos vivir, de la valentía de su abuelo, del buen humor de su tía, experiencias de nuestro día, la preocupación por un amigo, anécdotas de nuestro trabajo, los invita a hacer lo mismo. Que escuchemos sus fantasías y sus sueños con respeto, los hace sentirse valiosos.
Ofrezcámosle un silencio receptivo, que abra espacio para que pueda contar toda su historia sin interrupción, recordando que también comunican los gestos, las miradas.
Ojalá seamos capaces de escuchar con toda nuestra atención a ese hijo, de cualquier edad, que nos esté explicando un problema, un conflicto, un logro o una duda, dejando de lado lo nuestro, incluso, el concepto que tengamos de él en ese momento.
Los padres solemos poner poco en práctica esta actitud de escucha atenta, sumergidos como estamos en nuestros trabajos y responsabilidades, y sin embargo es una de las condiciones básicas, si queremos que nuestro hijo nos exprese sus emociones de forma habitual.
Si, alguna vez, no vamos a poder atenderlos, es preferible que se lo expliquemos y propongamos otro momento para conversar y estemos muy atentos después a cumplir esa promesa.
Las preguntas de fondo pueden también ser muy específicas. Una de las más efectivas, cuando ha nombrado un sentimiento, es hacer más directa, como: ¿Qué te avergüenza cuando la maestra te grita? Hacer preguntas como ¿qué sentís vos cuando…? ayuda a que capte el significado de la situación y domine sus sentimientos y sus reacciones.
Una vez que llegó al fondo, incluida su confusión de no saber qué hacer, no le demos nuestra solución, formulémosle preguntas que a través de algún valor le ayuden a descubrir la suya. ¿Cómo creés que podés obtener justicia y respeto en la escuela? Sólo después de que haya tenido oportunidad de reflexionar sobre las virtudes involucradas, ofrezcámosle nuestra ayuda: «¿Cómo puedo apoyar?».
¿Qué solemos hacer los padres?
- Minimizamos: “Vos sabés que tu maestra te quiere”.
- Sermoneamos: “No hay opción, tenés que ir al colegio”.
- Rescatamos: “¿Querés que hable con la maestra?”.
Que no se escape la oportunidad
Hay momentos en el día que son especiales: la hora de despertarse, la vuelta a casa, la comida de la noche, cuando se van a dormir.
Quizás nuestro trabajo en oportunidades, no nos permita estar presentes. Usemos entonces el ingenio: una llamada, un wtsp, son modos de ir manteniendo vivo el contacto hasta que podamos estar juntos.
«La hora de la cena es un excelente momento para invitar a cada miembro de la familia a contar su anécdota del día. También puede ser conveniente dar una consigna: hoy vamos a contar algo divertido, o algo que me enoja…»
En estas edades (niños y pre adolescentes) suelen ser muy comunicativos, y mientras realizamos algunas cosas, pueden surgir conversaciones lindísimas: Mientras ponemos la mesa o jugamos a algo. No suele ser necesario crear circunstancias especiales, lo importante es que nos sepan disponibles y atentos.
Llegar al desarrollo de esta conversación sin interrupción no es fácil, pero indispensable para que nuestro hijo descubra sus propios sentimientos.
Sólo entonces se considerará realmente escuchado y, una vez que reconoció lo que siente, podrá ver luces que lo saquen de un ofuscamiento, una confusión, etc.
Preguntas que llegan a fondo
Las buenas preguntas pueden ser muy generales o apuntar a sentimientos que nos hayan expresado.
En su libro Cómo educar la voluntad, Fernando Corominas, toma una idea de las escuelas de negocios para aplicarlas a la comunicación familiar. De esta manera nos habla de las condiciones adecuadas para una buena comunicación con nuestros hijos. Existen, explica, cinco condiciones que ayudan a que el otro se entere de lo que le queremos transmitir, ya que lo predisponen a prestar más atención:
- La alegría
- La tranquilidad
- La confianza
- La delicadeza
- El cariño
En estas condiciones los FILTROS DE ATENCIÓN favorecen la llegada de la información a la mente, para ser procesada. Desde que entra en el oído hasta que llega al cerebro, pasa por una serie de filtros que pueden admitirla o rechazarla.
Las dos primeras condiciones, alegría y tranquilidad, corresponden a la persona que la recibe, nuestros hijos.
La tercera, la confianza, debe darse entre las dos personas, la que estimula, uno de los padres, y la que escucha, el hijo. Existe confianza cuando saben que los queremos y procuramos ser sinceros y justos.
Las dos últimas, la delicadeza y el cariño, se refieren, principalmente al modo en que se da el estimulo, o lo que es lo mismo, a la manera de dirigirse los padres a los hijos. Por eso recomienda en la comunicación con nuestros hijos, el A-TRA-CÓN de CARIÑO.
CRÉDITOS: Las fotos son de la serie This is us. En esta serie vas a encontrar muchos ejemplos prácticos de los que se habla en la nota. La tenés accesible en stremio.