Los viajes del colombiano

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]LITERATURA[/button]    Gabriel García Márquez

Muchos viajes marcaron la vida de Gabriel García Márquez, quien este año emprendió su viaje definitivo. Siempre buscó un encuentro con los tiempos de su historia y las raíces de su cultura en una eterna unidad de imaginación, realidad, mito, sueño y deseo.

LUCÍA D. DE STELLATELLI | ORIENTADORA FAMILIAR | LUCIADODDS@HOTMAIL.COM

 

[dropcap]D[/dropcap] e repente sintió la necesidad de recorrer el camino de sus mayores, de volver a aquello que significaba su origen, “la semilla”. Sabía que encontrar esos momentos perdidos en el ayer terminaría por alimentar su obra de ficción, una ficción que siempre pretendió estar encadenada a la vida.

Era el año 1952 cuando volvió a su cuidad natal, Arcataca, con su madre Luisa Márquez. Ella fue con la determinación de deshacerse de la casa en la que ya no existía la vida de la familia que alguna vez habían tenido. Gabriel escondía la intención de recuperar esos instantes perdidos con su abuelo Nicolás; a quien recordó siempre como quien abonó su fantasía e imaginación, llevándolo de la mano a dar vueltas por las callecitas del pueblo y a las plantaciones bananeras, y pasando las tardes bañándose en el río de aguas frías y diáfanas. “Es difícil que haya una línea en algunos de mis libros que no tenga su origen en la infancia…

Durante los primeros ocho años de mi vida tuve las experiencias que luego he elaborado poéticamente, literariamente, a través de toda mi vida. Y pocas experiencias posteriores me han sido tan útiles como las de la infancia. En realidad yo podría decir que toda mi obra tiene su cantera en mis primeros años.

Irónicamente repetía con Bernard Shaw que
desde niño tuvo que interrumpir su educación
para ir a la escuela

No recuerdo esa época ni la de un niño feliz, ni la de un niño infeliz, sino como la de alguien que tenía una vida propia, un mundo propio dentro del cual vivía y que es el que ha alimentado todo el resto de mi obra.» El nieto del coronel supo vencer la trampa de la nostalgia, trayéndonos a través de su obra un mundo que recuperó con los años, manteniendo intactos en el tiempo los momentos de su infancia junto a su abuelo.

Pero fue más allá cuando conoció las otras realidades de la vida, esas que traen conflicto, angustia y dolor. Y lo llevaron a crear un mundo mágico a imagen y semejanza del mundo real. “Para parecer real, la realidad tiene que parecerse a sí misma”, son sus propias palabras. La matanza de los obreros bananeros, las continuas dictaduras latinoamericanas, las traiciones de los amigos y los más crudos vicios humanos son algunos temas fuertes en su obra. Se reconoce devorador de libros, y también en las antiguas bodegas del puerto de Cartagena escuchó infinitas historias, esas que  despertaron su irrefrenable deseo de escribir. Empezó su carrera como periodista, oficio que llevaba en el alma y fue lo que sostuvo su entrecortada producción literaria.

Mercedes

El destino de Mercedes Barcha Pardo estaba escrito desde los trece años, cuando Gabriel le propuso matrimonio. Muchos años habrían de transcurrir hasta que ella tomara en serio la propuesta, años salpicados de incontadas idas y vueltas del escritor por el  mundo en busca de editores que lo tomaran en serio.

Con su foto acompañándolo de acá para allá, Gabriel se sentaba frente cualquier mesa de madera rústica y, en un tiempo más lento ver que el del resto de los mortales, desgastaba las teclas de su máquina de escribir hasta el amanecer.

Sólo entonces volvía de ese tiempo ficticio y se iba a dormir sin importarle si estaba en México, París, o Roma. “La sigilosa belleza oriental, la inteligencia de sentimientos, la magia, la discreción, el arrojo y la paciencia ursulina de Mercedes se le volvían más apremiantes cuanto más lejos se sentía de ella”, comenta Dasso Saldívar, un biógrafo del escritor.

Se sentaba frente cualquier mesa y desgastaba
las teclas de su máquina de escribir hasta el
amanecer.

Finalmente se casaron y ella fue su mejor compañía. A pesar de las dificultades económicas de los primeros tiempos, Mercedes manejó los recursos familiares con mano prolijísima. Él mismo afirmó: «Yo pude escribir todas mis obras gracias a que Mercedes se hizo cargo de los asuntos de la vida diaria como mantener la casa y pagar las cuentas cuando no teníamos con qué hacerlo” (Diario «Haaretz», Israel, 1996). “Su esposa Mercedes tiene todo lo que admiro en una mujer: es fuerte, perceptiva, inteligente, además de bella” (Ingrid Bejerman, de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada y presidida por Gabriel durante muchos años).

Sus hijos Rodrigo y Gonzalo recuerdan a su padre como un hombre  que vivía siempre encerrado en el pequeño cuarto del fondo de la casa, que tras el almuerzo, una corta siesta y un paseo por el barrio, lo veían encerrarse otra vez hasta las ocho u ocho y media de la noche, hora en que llegaban sus amigos para alimentar su inagotable imaginación con charlas e historias eternas. Durante ese tiempo de encierro García Márquez se sentía el hombre más feliz del mundo ya que creía estar inventando la literatura, en una
fecundidad sin límites. Alessandro Baricco, novelista y ensayista italiano, confirma esta manera enteramente suya de vivir la escritura tan apasionadamente: “Aprendí de él que escribir es una cuestión de generosidad, un gesto sin vergüenza, una acción imprudente y un reflejo desproporcionado”.

Su mundo real

En un tiempo en que los regímenes totalitarios estaban en auge, viajó a los países arrinconados por la cortina de hierro. Tiempo atrás había leído con algunos profesores del secundario las nociones básicas de la doctrina de Marx y llevaba ese ideal en el pecho.

Durante ese viaje se camufló con un arte magistral en distintas comitivas de deportistas o congresistas especializados para llegar a las entrañas de los pueblos subyugados por el socialismo. Lo que vivió durante los meses que duró su viaje lo llevaron a entender esa extraña camisa de fuerza que asfixiaba a la gente que vivía en aquella parte del mundo; amargado y medio analfabeto, el pueblo no lograba la tan prometida felicidad. El racionamiento de los alimentos y la organización en general eran una anarquía. El régimen había llenado de soledad las calles y los campos vírgenes desnudaban su pedregullo sin cultivar. Para él fue incomprensible que aun con el poder en sus manos, administrando los medios de producción, el comercio, la banca y las comunicaciones, “fuera el pueblo más triste que haya visto jamás”.

Son palabras de García Márquez en los reportajes al autor recogidos en “90 días en la Cortina de Hierro” escritos en el año 1959. Todas las promesas de desarrollo social, cultural y espiritual que el marxismo había prometido, liberando al hombre del reino de la necesidad para instaurarlo en reino de la libertad, quedaron en el olvido. No había un desarrollo y una acumulación de riquezas, sino un reparto de pobreza cada vez mayor. Esta perversión histórica de rostro humano fue lo que hizo caer el sistema soviético 33 años más tarde, y como deja entrever en sus reportajes, su identificación con el comunismo no fue más allá de sus simpatías de juventud.

Fue amigo de Fidel Castro y del Che Guevara y se involucró en política a través del periódico liberal Prensa Latina, aunque no se dejó tentar por las prácticas revolucionarias

Este colombiano nunca dejó de buscar para los hombres el progreso, la igualdad y la libertad, pero ya no del modo que el socialismo soviético lo proponía.

Final

Vivió eternas luchas personales que lo llevaron a extremos  inentendibles: desde deslumbrarse por ideologías totalitarias hasta volver a sus años de niño en búsqueda de lo más personal.

García Márquez fue un hombre observador de la realidad humana y se desvivió por comprender sus anhelos más profundos. Hasta que finalmente quiso dejar la vida por escrito y adornar sus eternos momentos valiéndose de su arte con las letras.

Fue Mercedes quien se encargó de manejar su mundo real mientras él creaba universos mágicos. Durante los 56 años que compartieron como esposos, amigos y cómplices, García Márquez necesitó la presencia de su mujer como el aire que respiraba. Parece como si hubiera bailado con ella hasta el final de su vida inspirado en el bolero “Presentimiento” del mexicano Armando Manzanero: “Esos ojos son mi destino, esos brazos morenos son mi hogar”.

 

[notification type=»information» title=»»]GABRIEL NIÑO
Ignacio Saldívar, su profesor de literatura, lo recuerda así: ”Casi nunca hacía deportes, era introvertido, intelectual y tenía una mirada de adulto para los detalles, pero tenía mucho sentido del humor. Durante los recreos buscaba a los profesores para hablar de libros o cosas de la vida.”
Sin embargo, al poco tiempo dejó que aflorara su verdadero temperamento, el de un bromista sin límites. Los caribeños son gente antisolemne, para quienes el sentido del humor es la cosa más seria del mundo y uno de los elementos de mayor credibilidad entre las personas.
Tenía una memoria extraordinaria, a la par de una gran facilidad por el dibujo, alimentada por su astucia para mirar la realidad con pasión. En el colegio “era tan bueno para el arte, que sin levantar la mano dibujaba de un solo trazo un burro, un gato o una rosa. Uno se quedaba absorto mirando cómo dibujaba sin levantar la mano”, cometa su amigo Germán Santamaría.[/notification]

 

[notification type=»grey» title=»»]SU LABOR DE PERIODISTA
Llamaba al periodismo “el mejor oficio del mundo”. Siempre dijo que “la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor” y que “la ética no es una condición ocasional para esta profesión sino que debe acompañar siempre al periodista como el zumbido al moscardón”.
Ingrid Bejerman, La Nación. 25 de abril de 2014[/notification]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *