Cuidarse por cuidar al otro: el desafío de los jóvenes

Luego de casi siete meses, abrieron los negocios gastronómicos en Buenos Aires. Bares y cervecerías, con protocolo que desafía a los jóvenes.

Por Camila Manno @Camimanno – Estudiante de Comunicación – Universidad Austral

La apertura de los bares en Ciudad y Provincia de Buenos Aires es una medida discutida por muchos, preocupa principalmente por la falta de responsabilidad de los más jóvenes.

Uno de los hitos de la lenta, pero segura apuesta a la nueva normalidad es la apertura de bares y restaurantes. Ir a un bar solía ser algo accesible, fácil, frecuente. Hoy implica una nueva y gran responsabilidad, especialmente, para los jóvenes -una población más reacia a los límites-.

Salir con protocolo

El protocolo de la Ciudad de Buenos Aires para locales gastronómicos indica el uso obligatorio de tapabocas. Sólo se pueden atender mesas en la vía pública y en cada mesa no estarán más de cuatro personas. El/la camarera debe desinfectarse al finalizar la visita de cada cliente.

Damián  es el dueño de Laganini Jazz Bar en Villa Devoto y nos comenta estas nuevas prácticas. Recibe inspecciones cada dos días y su capacidad operativa está reducida al 50%. Si bien confía en que el bar es un ambiente seguro, insiste en que hay que estar muy atentos porque los problemas surgen cuando la gente no cumple las instrucciones. “Tenés que ocuparte de que se cumpla el protocolo, por ejemplo, si dejás a la gente que se siente en una mesa de seis, se quedan ahí. No lográs que entiendan ni acepten”, contó.

Jóvenes en bares y cervecerías

Sin embargo, nos hizo notar que el mayor problema está en las cervecerías. “Ahí van más jóvenes y, muchas tienen esas mesas alargadas, nadie respeta la cantidad de gente que puede ir, ni las distancias establecidas entre unos y otros. Falta una buena concientización respecto de la seriedad del tema, de los riesgos,  tanto para los chicos (clientes) como para los dueños”, dijo.

También apuntó a la concentración de gente en las calles. “Se debe atender a la gente en las mesas de la vereda, pero eso ya es la calle, ya no pertenece al dueño del bar, es una zona abierta por lo tanto pública. Entonces el dueño no tiene la autoridad necesaria para separar a la gente porque no es su jurisdicción”, explicó.

Según él, los adolescentes y adultos jóvenes son los que menos interés demuestran en cumplir con la distancia social.

Jóvenes infectados

El COVID-19 es un virus traicionero, puede atacar en el momento menos esperado. Así le pasó a Malena Pardo, quien se cuidó todo el año para lograr recibirse de Licenciada en Comunicación Social en julio. Pero, a pesar de sus esfuerzos, se contagió el mes pasado. Su mamá, con quien vive, fue la primera en contraer el virus. “El día anterior a que presentara síntomas habíamos salido a correr y hacía mucho frío. Cuando volvimos, ella sentía escalofríos y cansancio, pero pensé que solo era el frío. Al día siguiente no se podía levantar de la cama y tenía mucha tos”, contó.

Malena había dado por sentado que sus síntomas aparecerían tarde o temprano. “Cuatro días después del contacto estrecho con mamá, me desperté con un leve dolor de garganta. Me puse a hacer mi rutina de gimnasia y no la pude hacer”, recordó. Se hizo hisopar y, efectivamente, el resultado fue positivo.

Afortunadamente, sus síntomas no fueron graves; tuvo dolores de cabeza y garganta, y perdió el gusto y el olfato por un par de días. Sin embargo, no fueron días fáciles, nunca había sentido una sensación de cansancio tan intensa. “Sentía que la gravedad me afectaba el doble. Entre hacer la cama y ducharme, tenía que frenar para descansar, no podía estar parada porque me cansaba”, relató.

Jóvenes desinformados

Pero, si bien la enfermedad puede ser leve para algunos, eso puede implicar un riesgo para los demás. “Si mi mamá no hubiese dado positivo antes que yo, hubiera contagiado a más gente porque no me habría dado cuenta de que estaba infectada durante los primeros días”, admitió. Asimismo, resaltó que los jóvenes están desinformados con respecto a los protocolos. “Me indigna que estamos en pandemia hace más de ocho meses y la gente todavía no sabe cómo actuar cuando estuviste en contacto estrecho o que podés contagiar 48 horas después de estar infectado”, dijo.

Jóvenes y contagios

Según la OMS, la gente joven es la que está impulsando los contagios a nivel mundial. Ya sea porque quieren inmunidad, o porque creen que su cuerpo puede combatir el virus sin problema, pasan por alto los cuidados necesarios.

“No me considero muy responsable, reconoce Valentina Calvo, de 21 años. Mis amigos salen los fines de semana, no respetamos la distancia social y no usamos tapabocas”, admitió . Pero, a veces, «hace falta un susto para que tomemos conciencia. Un amigo que se contagió, estuvo muy mal. Ahí nos dimos cuenta de la gravedad de la situación, pero no cambiamos los hábitos” contó.

Sin embargo, ¿no es mejor prevenir que lamentar?

Jóvenes por mayores

Más que nunca, es fundamental seguir fomentando las medidas sanitarias, obedecer los protocolos y apelar a la responsabilidad civil. No solo por la salud de cada uno, sino por la salud de los seres queridos, particularmente, de los padres y los abuelos.

Lucila Petri, 24, dijo: “Creo que es necesario ser cuidadosa, más cuando sabés que vas a ver a un familiar. A veces uno se tranquiliza al estar en una reunión social y después te das cuenta de que no cuidarse es una decisión egoísta”.

¿Cuarentena sin fin o responsabilidad?

La realidad es que, luego de siete meses de confinamiento, las aperturas son inevitables; tanto por razones económicas, como por razones de salud mental y física. Es demasiado ambicioso pedirles a los jóvenes que sigan quedándose en sus casas. Las reuniones sociales seguirán ocurriendo, y, en lugar de seguir insistiendo en una cuarentena sin fin, hay que empezar a insistir en la responsabilidad social y en la educación sobre el virus y las medidas para frenarlo.

El COVID-19 es algo con lo que debemos aprender a convivir, pero eso no significa que podamos olvidar por completo que sigue existiendo. Los protocolos están para ser acatados y esa responsabilidad, nos guste o no, recae en todos.

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