[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]EN FAMILIA[/button]
«Si no lo hago yo ¿quién?, si no lo hago ahora ¿cuándo?, si lo hago sólo para mí ¿para qué?» Hillel.
MARIANA AGUIRRE DE FERRECCIO | ORIENTADORA FAMILIAR | MARIANFERRECCIO@GMAIL.COM
[dropcap]S[/dropcap] iento que no estuve disfrutando de la vida y que el tiempo está pasando. Me dicen que hay que disfrutar de las pequeñas cosas y vivir el momento, sin pensar tanto en el futuro, pero me sigo preguntando… ¿cómo se disfruta de la vida?»
Esta misma conversación, surge más de una vez entre nuestros vínculos cercanos y por lo general brotan del intercambio de interrogantes como: ¿Qué es disfrutar la vida? ¿Es lo mismo que pasarla bien? ¿Es vivir el momento? ¿Con qué cosas disfruto? Aunque no siempre nos tomamos el tiempo para detenernos, pensarlas y dejar que nos interpelen. El día a día que vivimos, las prisas, las obligaciones y responsabilidades hacen que nos metamos en una vorágine sin dejar apenas tiempo para disfrutar, pensar y apreciar los detalles y las pequeñas cosas que nos pasan.
La vida es responder
La vida pregunta a través de las situaciones que vivimos. Es una cadena de circunstancias sencillas o complejas, pasajeras o prolongadas. A cada una de ellas nos sabemos impelidos a responder. Cada respuesta encierra una decisión, una elección. Tal vez por eso, Victor Frankl -médico, psicoterapeuta- señalaba que “nuestra misión en esta vida y en este mundo no es preguntar sino responder”.
Aprender a disfrutar de las pequeñas cosas
que nos brinda la vida es uno de los mayores
regalos que nos podemos hacer a nosotros mismos.
Por lo general, la vida presente parece movida por razones meramente utilitarias o hedonistas, por la búsqueda de aquello que es útil o inmediatamente placentero, olvidándonos del valor de aquello que se logra con esfuerzo, con generosidad, fruto de tiempo y a veces de renuncias por un bien mayor. Los encuentros que, si bien muchas veces se interponen a nuestros planes, nos regalan sonrisas, esperanzas, alegrías, dignidad a otros y por ende nos dejan un sabor incomparable en nuestro corazón.
Esto nos va a permitir saber de qué cosas podemos prescindir porque son superfluas o realmente no las necesitamos y en contraposición cuáles son las verdaderamente importantes para nosotros.
La vida se nos brinda
Aprender a disfrutar de las pequeñas cosas que nos brinda la vida es uno de los mayores regalos que nos podemos hacer a nosotros mismos. A veces llevados por la rapidez de nuestras vidas, nos olvidamos de disfrutar de un día en que ha salido el sol, de un saludo cálido, una sonrisa, un gesto de cariño, un «buen día mamá», un lunch preparado, un programa divertido…
Vivir el presente poniendo especial atención a las cosas cotidianas nos dará más satisfacciones que soñar con un momento único para mí, que me cause mucho placer, pero que con el correr de los días no sea más que un simple “estuvo bueno”. Esto requiere permanecer en él; estando en donde estamos y haciendo lo que hacemos es como se percibirá el disfrute de vivir. Tal vez, sea necesario quitar barreras de ruido, de la conversación insustancial, de las urgencias, de la ansiedad por lograr algo. Quizás sea el momento para dejar de atosigarnos con estímulos artificiales, prometedores de placeres fugaces.
Vivir para algo
Se trata, en fin, de que todo aquello que hagamos, desde los gestos más chicos a las situaciones más complejas sean para algo. Para hacer de ellos una respuesta plena de sentido, que a medida que vayamos develándola descubramos las pequeñas o grandes cosas que realmente nos hacen disfrutar la vida. De un sentido único, puesto que no hay dos seres iguales ni dos vidas iguales. En el libro «¿Qué vida vivamos?», Sergio Sinay nos dice: “Cada vida es inédita, intransferible e irremplazable. Explorar su sentido, enfocar su propósito, es una tarea para la que tenemos a nuestro alcance herramientas preciosas, tan únicas como nuestra vida. Se nos pide que las tomemos, que aprendamos a manejarlas, que las enriquezcamos, que las honremos en el ejercicio de nuestra tarea existencial. En una palabra, que las llenemos de sentido”.
Vivir para alguien
Está bueno soñar, descansar, divertirse ¿qué duda cabe? Pero cuando el fin soy yo mismo, sin tener en cuenta que hay un otro, unos otros… Disfrutar no sólo es sinónimo de contentarse, divertirse, complacerse, sino también de alegría y la alegría verdadera es gozo y el gozo produce paz. Ese estado del corazón, que brota de una vida que marca rumbo, que da sentido. A veces desde un profundo silencio, otras desde una presencia activa, pero siempre desde un vivir cotidiano que comunica, con una alegría serena, la apasionante experiencia de habitar, transmitir con gran profundidad la propia vida.
“La felicidad no está en tener lo que se desea,
sino en disfrutar de lo que se es y se tiene”
«La vida que vivas, -dice Ralph Waldo Emerson-, será la que elijas, no habrá otro responsable de ella. En cada minuto de tu tránsito estás haciendo esa elección y llevándola a los hechos”. No se responde en el vacío. Lo hacemos ante el otro. Cada una de nuestras acciones y decisiones, de nuestras elecciones, de nuestras palabras, de nuestros silencios y omisiones, tienen una consecuencia, un efecto. Dejan, aunque no lo percibamos, una huella en otras vidas. ¡Ojalá que todo lo que hagamos nos haga disfrutar la vida!