¿Cuál es tu ADN?

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Por razones científicas, culturales y también políticas, en nuestro entorno se habla mucho del ADN. Posibilita como un plano o un código, saber más, identificar. ¿Tiene tu familia su ADN propio? ¡A pensar!!

ADRIANA CEBALLOS | DIRECTORIO@SEMBRARVALORES.ORG.AR

[dropcap]D[/dropcap] efinimos al ADN como la abreviación del ácido  desoxirribonucleico, que contiene instrucciones genéticas y se encarga de su transmisión hereditaria: almacena información.

Pensar de a dos

Cada familia posee algo que la caracteriza, que la distingue. Tal vez, hasta hoy, no nos hemos puesto a pensar cuál es el nuestro ni el de nuestra familia. Ni en la de origen ni en la que estamos  construyendo. Hay instrucciones, herencia, información que le es propia, que seguramente sería de mucha utilidad conocer.

Claro que para esto no hay análisis de laboratorio, sino más bien la  apreciación personal, social, psicológica, filosófica, antropológica. Entre personas, como está en juego la libertad, siempre hay espacio para el cambio, para la mejora continua de la que se habla en el mundo empresarial.

En este contexto, se comprende que sea bueno descubrir las  características esenciales: ¿secretos?, ¿alianzas?, ¿violencia?,  ¿festejo?, ¿pegoteo?, ¿intelectualidad?, ¿pereza?, ¿desorden?, ¿infidelidad?, ¿sufrimiento permanente?, ¿perfeccionismo?, ¿diversión constante?, ¿apertura?, ¿generosidad?

Vemos con pena cómo en muchas familias recién constituidas, por una cuestión de desconocimiento, comodidad o falta de energía para generar un cambio de hábitos, terminan resignándose a dejar prevalecer lo peor por sobre lo mejor posible. Él o ella, evitando el conflicto, se va adaptando lentamente al hábito operativo ineficaz  que el otro arrastra. Años más tarde, comprobarán que se instalaron las modalidades negativas con resultados muy lejanos a lo soñado. Dejar pasar no es, necesariamente, lo más sano ni lo mejor. Aunque resulte más trabajoso, hay que hablar, hay que acordar.

Vamos a poner un ejemplo concreto relacionado con el ADN familiar  antecedente, para ayudar a entender mejor la idea: Ella/Él, tiene el ADN de una familia que oculta, secretos familiares, alianzas. Él/Ella, tiene el ADN de una familia que todo lo habla, se expone, se  comunican con o sin discusiones. Cuando estas dos personas se unen, prevalecerá una modalidad por sobre la otra -cada integrante tiende a repetir lo conocido o también puede suceder lo mejor: que lleguen a encontrar lo que desean para la familia que están formando.

Llega un momento interesante en el cual se define qué pasa con los nuevos hábitos que se adoptarán y aportarán, al constituirse ese espacio donde ya no es funcional mezclar todo sin pensar, sino privilegiar lo mejor, sin perder de vista el esfuerzo personal y mutuo que este nuevo enfoque trae consigo.

Culturas diferentes

La pareja constituida por dos personas de culturas diferentes tendrá algo más a resolver, hoy por hoy no es un factor de  desencuentro. Habrá que trabajar más, con la ventaja de una conciencia clara acerca de situación tan evidente. Armar el nido en este mundo globalizado es totalmente posible. Desmitifiquemos aquello de “su pareja es extranjera”, es algo que se viene y que se acepta, se vive y evoluciona de manera bien diferente a otras épocas.

Curiosamente, pueden ser del mismo país, del mismo barrio, y hasta de la misma escuela, y tener virtudes y valores familiares totalmente diferentes. Sin embargo, esa raíz tan similar es fuente de engaño y no facilita el espacio para el diálogo y las diferencias afloran tardíamente cuando los hijos las “respiran” en su vida cotidiana.

Qué hacemos con lo heredado

Puede ser un desgaste inútil pretender modificar el ADN de la familia de origen, es mejor perdonar, y esperar. No se modifican cuestiones ancestrales con la sola ilusión y decisión unilateral. En cambio, es necesario poner todas las energías para que la familia que se termina de conformar, combine todo lo deseable.

De nuevo, el ejemplo puede ayudar a comprender: si una familia se adaptó a un progenitor ausente, difícilmente se resolverá el vínculo invitándolo a estar en repetidas ocasiones; lo que sí se puede dar de a poco es una de esas ocasiones en las que menos es más, y con eso será suficiente.

Se trata de conjugar lo encontrado en una casa y en la otra, y rescatar lo positivo. Lo disfuncional, aquello que impide crecer, es preferible identificarlo para no tomarlo, ni habituarse, sino desterrarlo o mejorarlo.

Ese hijo que tanto amamos y cuidamos, dentro de algunos años lo va a agradecer. Como siempre recordamos, no va a escuchar lo que sus padres dicen, va a mirar lo que hacen. Ojalá le podamos dejar un ADN digno de ser heredado.

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