Cartógrafos del carácter

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Cuando se conocen mejor las características de los niños es más fácil educarlos y ayudarlos en la formación del carácter. Te dejamos algunas lucecitas para que sigas buscando…

CONSUELO ACUÑA DE GEORGALOS | LIC. EN PSICOPEDAGOGÍA | ORIENTADORA FAMILIAR | CONNIE.GEORGALOS@GMAIL.COM

[dropcap]S[/dropcap] eamos sinceros… Cuando vamos a conocer un bebe que no es de nuestra familia, escuchamos a la abuela decir que tiene los ojos de su abuelo, la nariz de su hija… y por adentro, pensamos: todos los bebes son iguales. Puede ser, todos los bebes son iguales hasta que llega el tuyo.

En realidad, los chicos no sólo muestran características diferentes cuando nacen sino que esas diferencias permanecen a lo largo de su vida aunque consideremos que reciben la misma educación de sus padres, colegio, etc.

Algunos investigadores afirman que el carácter puede mejorar o empeorar según la educación y/o el contexto en el cual se desarrolle la persona, pero que difícilmente se cambia puesto que incluye un conjunto de disposiciones congénitas. En la medida en que contemos con esta información, la tarea de educación y formación será más fácil para los padres, los docentes y principalmente para la propia persona a medida que vaya conociendo las características de su personalidad y crezca su deseo de desarrollarse.

Ni buenos ni malos

Hay una multiplicidad de maneras de ser que no son ni buenas ni malas. El carácter es comparable con las características físicas exteriores: están los rubios, los castaños, los morochos, los pelirrojos, tenemos distinto el color de los ojos -dicen que no hay dos iguales-, diferentes alturas. Cada uno tiene sus propias ventajas y desventajas. Conocer el carácter nos da información acerca de los hijos y también acerca de nosotros mismos.

Cuando conocemos mejor (y aceptamos) el carácter de nuestros hijos, aprendemos a responder apropiadamente a sus necesidades, aumentando así la armonía familiar.

La idea es poder mirarlos con “buenos ojos”,
tanto en esas cosas de su manera de ser
que me gustan como en aquellas que me
«sacan de mis casillas”.

La idea es poder mirarlos con “buenos ojos”, tanto en esas cosas de su manera de ser que me gustan como en aquellas que me «sacan de mis casillas”.

Magdalena Benedit, especialista en caracterología, dice: “Si te acercas a alguien, es condición fundamental que hayas decidido considerarlo, interesarte por esa persona; no sabes todavía quién es o cómo es, pero algo te dice que valdría la pena averiguarlo». ¡Cuánto más si ese “alguien” es mi hijo!

Sin embargo, hay una tentación -casi inevitable- de comparar a los hijos y es un error porque los estaríamos midiendo con la misma varita y observando desde un mismo concepto. Algo que no se corresponde con sus diferencias. Una amiga contaba que cuando nació su segundo hijo, ella comenzó a compararlo con el primero y le decía a su pediatra: “A Juancito se le cayó el cordón a los 9 días y a Simón a los 12” y así varios ejemplos más. Hasta que este le advirtió: “Descubrí a tu hijo, no lo compares.”

Caracterología

El reconocido filósofo y psicólogo René Le Senne (1882-1954) concibe el carácter como el esqueleto mental de una persona y basa su clasificación sobre tres factores fundamentales: la emotividad, la actividad y la reacción funcional, que combinados arrojan ocho tipos de caracteres.

Cuando habla de emotividad se refiere a cómo reacciona un individuo frente a un acontecimiento que puede provocar un movimiento interior o exterior más o menos intenso, es decir que puede demostrarlo o no. De acuerdo con esto lo denominará emotivo o no emotivo. Acá lo importante es la reacción que le causa por más que no se manifieste. Es decir, que un emotivo puede no demostrar la “sacudida” exteriormente pero la siente. En cambio el no emotivo, podría decirse que no se “sacude”.

Conocer el carácter
nos da información acerca de los hijos
y también acerca de nosotros mismos.

Un ejemplo práctico sugerido por el autor: «Tú puedes ser emotivo y alzar la voz así como probablemente lo hicieron tus padres. Pero tu hijo puede ser no emotivo y ser sensible a tu voz fuerte. Haz lo posible para bajar la intensidad antes de reaccionar. Por el contrario, puede ser que tengas un hijo demandante e intenso. Si es así, toma tres respiraciones profundas antes de reaccionar para no tirar más leña al fuego. Los gritos hacen que al final, todos se sientan mal».

La actividad está relacionada con la forma en que lleva a cabo la persona las tareas. Un activo las resolverá de forma perseverante, alegre, y siempre está en acción. Un no activo o inactivo se desenvolverá de forma dificultosa y con esfuerzos. Esto no quiere decir que no resuelva la actividad pues hay que integrar los otros dos factores -emotividad y resonancia- al ejemplo.

Nuevamente el ejemplo aclara y sirve para la vida familiar: Una madre activa puede volverse loca todas las mañanas con la “lentitud” de su hijo no activo. Dicho en otras palabras, la madre que hace las cosas rápido no va a entender al hijo que necesita más tiempo para hacer lo mismo. Una solución podría ser poner el despertador más temprano.

La reacción funcional se refiere al tiempo de reacción con que un individuo se mueve. Puede ser primario o secundario. En el primario las impresiones tienen un efecto inmediato, mientras que en el secundario las impresiones no son procesadas inmediatamente, sino que dichas impresiones quedan en su sistema nervioso y posteriormente tienen una influencia sobre su conducta. El secundario es el que se queda pensando y le “cae la ficha” en diferido. Queda descolocado frente a un conflicto. El primario reacciona con inmediatez, y responde en el acto.

Para vos y tus hijos

En realidad, no hace falta convertirse en expertos en caracterología, lo ciertamente valioso es la disposición para conocer a tu hijo y sus características para entenderlos mejor y respetar sus esencias y formas únicas de estar en el mundo.

Vale la pena poner todos tus sentidos para conocer cada día mejor a tus hijos, estar atentos a captar las especificidades de su propio carácter y ayudarlo desde chiquito a formarlo para que llegue a ser la mejor persona que, él y no otro, está llamado a ser.

Durante esta apasionante aventura de educar, podremos pulir -cuando sea conveniente- nuestras propias reacciones ante las necesidades y rasgos de nuestros hijos. Lleva un tiempo conocerlo en cada etapa, no lo desperdicies, y podrás descubrir -también- tu propio crecimiento como madre o padre.

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